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Ante los desafíos planteados por la IA, se prodigan en ciertas esferas reflexiones de gran calado y ambición a su respecto. Sin embargo, tales análisis suelen poner su foco de atención en la dimensión “macro”; es decir, en sus repercusiones sobre las organizaciones de amplio espectro y de un tamaño considerable .
Sobre la influencia de la IA en la vida del sujeto humano concreto: una pregunta en primera persona

Así, son frecuentes las consideraciones en torno al uso que pueden dar a la IA los Estados, las naciones, las instituciones de todo tipo, los conglomerados empresariales, las agencias de inteligencia o seguridad, los ejércitos, los grupos de influencia o las poderosas multinacionales que desarrollan o emplean estos sistemas[1]. Incluso, ya hace tiempo que ciertos pensadores examinan el futuro de nuestras sociedades y estructuras de coexistencia o vida en común, en cuanto a los efectos o derivas que pueden causar en las mismas las innovaciones tecnológicas, comunicativas y de la IA[2].

Resulta menos frecuente que quienes meditan a propósito de la IA se ocupen de las personas individuales y de sus relaciones inter-subjetivas. En pocas palabras: que se interroguen acerca de la repercusión de esta tecnología en nuestra existencia singular y en nuestras formas de convivencia inter-personal. Ahora bien, tampoco son todavía excesivamente numerosos las consideraciones respecto de un nivel intermedio: o sea: el situado entre el sujeto o su círculo más cercano y el sistema o el todo que lo envuelve. Me refiero a las organizaciones y grupos en los que se desenvuelve habitual y normalmente, aquellos con los que se vincula en particular.

En este lugar, se va a reflexionar ante todo acerca del nivel más próximo al sujeto, su esfera más inmediata. Esto, ya que se considera que cabe analizar el efecto de la IA en nuestra existencia al modo del movimiento expansivo de unas ondas, sucesivas y concéntricas, que van ampliando su influencia, desde su impacto inicial en un punto concreto: en este caso el que representa el sujeto. Por supuesto, resulta legítimo desarrollar la reflexión sobre la IA según un orden o sentido inverso, e ir así desde la repercusión de la IA en las estructuras o grupos mayores hasta llegar al individuo.

Aclarado esto, paso a acotar aun más el marco en el que se centra esta meditación. Este no va a ser otro sino el que me corresponde a mí mismo como persona y ello en su más concreto alcance. Es decir, lo que voy a exponer aquí, a partir de ahora, no se halla en consideraciones globales o genéricas en torno a cómo la IA va a afectar al porvenir del mundo, de la sociedad, del sistema socio-político o económico en su conjunto, ni en el ámbito institucional, organizativo o empresarial. Esto, no porque no estime que tales reflexiones deban realizarse o tengan gran importancia, sino sencillamente debido a que, como he explicado, juzgo que asimismo ha de pensarse la IA en esta otra dirección –desde el sujeto hacia lo que hay fuera del mismo- y orientándose hacia ese foco más humilde o pequeño que representa la persona.

A causa de lo anterior, formulo las inquietudes que he expuesto de un modo específico y directo, a través de una sencilla pregunta. Esta: ¿cómo es previsible que la IA altere o modifique mi día a día, en este preciso momento?

La pregunta expuesta acaso debería hacérsela cualquier persona que habite en este instante y quiera ahondar reflexivamente en su propia situación vital; siempre y cuando tenga las circunstancias adecuadas para poder planteársela, por descontado. Obviamente, también los grupos, organizaciones, instituciones y otras formas de unidad humanas han de formulársela, y desde aquí se llama a que no duden ni tarden en desarrollarla en sus propios y diferentes foros.

Ahora bien, por lo que respecta a quien escribe, creo que alcanzo a discernir con claridad que la IA está progresivamente adueñándose de la tecnología que utilizo de manera ordinaria[3]. Mi móvil, mi portátil, mi televisor, los ordenadores que usan las personas y grupos con los que interactúo a diario están siendo invadidos o colonizados por los sistemas de IA. Esto hace que, junto con el incremento de la presencia de tales sistemas, pueda percibir también una multiplicación exponencial de su capacidad de orientar su información hacia mi situación concreta. Ahora bien, lo que podría traducirse en una enorme ventaja, al personalizar los datos que se manejan a mi respecto, cabe experimentarlo a la par -como es mi particular caso- como una amenaza, la amenaza y el riesgo de sentirme permanentemente observado, examinado, analizado. Cada vez más a menudo experimento la sensación –no puramente subjetiva- de hallarme bajo una lente de microscopio, o bajo la lupa inmensa de unos sistemas que saben cada vez más de mí y de mis circunstancias, lo que indudablemente supone un cerco de mi yo, de acuerdo con la perspectiva de Ortega.

En el terreno profesional personal, también he advertido, como es obvio, determinadas alteraciones ocasionadas por la IA. Como profesor universitario, mi ámbito de desenvolvimiento no cesa de verse afectado por estas innovaciones tecnológicas. La tecnología IA está desencadenando procesos de cambio en mi trabajo, sin duda. Ya no se investiga apenas sin antes operar ciertas búsquedas previas de información mediante IA, aunque en mi especialidad concreta –la filosofía y la ética- resulta evidente que estos sistemas no son capaces de substituir la necesaria tarea de la reflexión personal que implica el pensamiento crítico. Así, los trabajos que solicito y dirijo u oriento integran información, y esta se obtiene ya también por este medio de la IA, aunque el núcleo de estos esfuerzos continúa situándose en la persona. Además, busco incorporar la “inteligencia-emocional” o sentiente, en términos de Zubiri, la inteligencia-poética de Zambrano o inteligencia cálida y cordial de Carlos Díaz, cada vez más intensamente, en estas labores e indagaciones. Es decir, invito y llamo a explorar no solo los datos fríos y cuantitativos, sino los aspectos integrales en el sujeto, sus experiencias, afectos, juicios, vivencias y aprendizajes personales. Para ello, acostumbro a recurrir más y más al arte, la creatividad y lo estético, por un lado, y por otro a lo testimonial o vivencial, lo vivido en primera persona.

Ahora, en fin, cada día aparece más claro que, además de datos, los humanos necesitamos interpretarlos e integrarlos con un sentido, y ello en el horizonte de nuestra existencia concreta, de nuestra vocación personal. En cierto modo, a medida que crece la IA en este plano, crece paralelamente la vigencia y el valor de lo humanístico, de aquello que esta no puede desterrar ni suplantar: lo humano en tanto que humano, lo antropológico. Los “rostros”, en lenguaje de Lévinas[4], de los otros y de mi mismo, e incluso el rostro del absolutamente Otro, de la alteridad radical, en su significado de projimidad, de vulnerabilidad y de llamada desde la menesterosidad, emergen cada vez con más relieve y contraste sobre el fondo y entre las sombras o destellos de la IA. Por eso, a menudo, me encuentro a mí mismo preguntándome y preguntando a los demás, como es natural en un profesor de filosofía y de ética, al igual que hago en este texto: ¿Dónde está o se esconde, dónde ha quedado lo humano, en sentido profundo, en nuestra mutua interacción mediada por esta tecnología? ¿Quién es auténticamente “persona”, en su alcance más hondo, y vive como tal en medio de esta niebla de voces, máscaras y supuestos entes intermediarios? O, en definitiva, pregunto y me pregunto: ¿cómo podemos “humanizar”, y humanizarnos, hacernos más sensibles al otro y al encuentro con los demás, al encuentro del cara a cara, del nombre y rostro propios, el que se celebra entre seres únicos e irremplazables? Ello, en este contexto afectado crecientemente por los sistemas de IA.

A menudo, me cuestiono cómo influirá la IA en sus esferas a quienes conozco y trato. Por ejemplo, ¿hasta qué punto serán transformados los entornos no ya formativos sino en general profesionales, de mis alumnos de ética y antropología, de Recursos Humanos y de Relaciones Laborales? O ¿cómo me influirá la IA a mí mismo, en mi calidad de asesor y consultor organizativo, en cuanto miembro de diversos consejos y comités diversos o copartícipe en instituciones vinculadas al mundo del trabajo y de las organizaciones? Y, a este respecto, aparte de la necesidad -intransferible a la IA- de la reflexión crítica o personal, que ya he mencionado a causa de mi especialidad o campo profesional, encuentro en el horizonte una palabra clave: la palabra “diálogo”.

No creo que los sistemas de la IA, ni siquiera los más avanzados en la interacción por medio de lenguaje natural, como los chats más sofisticados y entrenados en auto-aprendizaje, puedan, al menos hoy por hoy, en nuestro común día a día, “dialogar” en un sentido plenamente inter-personal. Acaso podrán aparentarlo, fingirlo, para facilitarnos de esta manera la interconexión con ellos y con sus bases de datos y entornos de red neurales. Pero el diálogo auténtico, aquel en el que me instruyó mi profesor A. López Quintás[5], el diálogo del encuentro entre un tú y un yo reales, inter-fecundos, responsables, está reservado a los sujetos personales, no a los artefactos. Me cuesta imaginar, por poner solo un pequeño botón de muestra, que mi amigo Jaime Guibelalde, experto en RR.HH. y talento, podrá ser substituido por completo en sus procesos de “coaching” dialógico por una máquina sin verdaderos sentimientos o pensamientos propios, no prestados sino engendrados desde su peculiar e irrepetible yo.

No he entrado ahora a evaluar cómo la faceta afectiva y emocional de nuestra subjetividad va a verse transformada por la introducción de la IA en nuestros círculos más íntimos y cotidianos. Este tema merece, sin duda, otro espacio y una reflexión especialmente aquilatada. He aludido, eso sí, a mi empeño, por contraste y contrapeso con la IA, a demandarme y a demandar más “inteligencia emocional” en nuestras relaciones inter-personales. Pero un análisis de este arenoso y delicado terreno de los afectos, dada su incidencia en la realización y el desarrollo integrales de los sujetos humanos, requiere seguramente de una meditación particular.

Solo concluyo con una impresión, probablemente subjetiva e intuitiva, que ha acompañado estas líneas hasta su final. La que sigue: paradójicamente, a medida que la IA conquista más y más terreno en nuestros entornos cercanos, crece en nuestro interior, por comparación y reacción, el anhelo de un alcanzar y desarrollar un “humanismo en relación con lo tecnológico, lo digital y la IA”, tal como ha enunciado J. L. Fernández[6]. En resumen, se despierta la conciencia de que lo humano en sí mismo, aquello que nos distingue de lo mecánico o impersonal, posee un valor incomparable, un valor que necesita ser cultivado sin fatiga, cada día, con mayor esmero.

FUENTES:

AA.VV.: Huella digital: ¿Servidumbre o servicio?, Fundación Pablo VI y Tirant Humanidades, Valencia, 2022.

Barraca Mairal, Javier: “Claves de fondo para una ética en la relación con entes de la IA”, en Lógos, revista científica del CUGC, nº. 1, 2023 (Ejemplar dedicado a: Innovación tecnológica e inteligencia artificial aplicada a la seguridad.), págs. 155-168.

Fernández Fernández, J. L.: “Hacia el Humanismo digital desde un denominador común para la Cíber Ética y la Ética de la Inteligencia Artificial”. En Disputatio, Philosophical Research Bulletin, vol. 10, nº 17, junio 2021, pp. 107-130.

 Lévinas, E.: Humanismo del otro hombre, traducción G. González, Caparrós, Madrid, 1993.

 López Quintás, A.: El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa, Asociación para el progreso de las ciencias humanas, Madrid, 1993.

Pinto, J. A.: El Derecho ante los retos de la inteligencia artificial: marco ético y jurídico. Ed. Edisofer, Madrid, 2020.  

 

[1] Cf. Javier Barraca Mairal (2023): “Claves de fondo para una ética en la relación con entes de la IA”, en Lógos, revista científica del CUGC, nº. 1, 2023 (Ejemplar dedicado a: Innovación tecnológica e inteligencia artificial aplicada a la seguridad.), págs. 155-168.

[2] Pinto, J. A. (2020). El Derecho ante los retos de la inteligencia artificial: marco ético y jurídico. Ed. Edisofer, Madrid.  

[3] Cf. AA.VV: Huella digital: ¿Servidumbre o servicio?, Fundación Pablo VI y Tirant Humanidades, Valencia, 2022.

[4] Lévinas, E.: Humanismo del otro hombre, traducción G. González, Caparrós, Madrid, 1993.

[5] López Quintás, A. El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa, Asociación para el progreso de las ciencias humanas, Madrid, 1993.

[6] Fernández Fernández, J. L. (2021): “Hacia el Humanismo digital desde un denominador común para la Cíber Ética y la Ética de la Inteligencia Artificial”. En Disputatio, Philosophical Research Bulletin, vol. 10, nº 17, junio 2021, pp. 107-130.

 

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