
Todos conocemos el atasco, el trecho mal comunicado, la pérdida de tiempo, el ruido. Pero también sabemos lo que respira una calle vacía de vehículos o lo que se siente al cruzar con calma. La movilidad sostenible no es ciencia ficción, es algo que aún no nos hemos decidido a practicar.

Vivimos en un mundo donde el ruido de los resultados ahoga cualquier atisbo de reflexión. Las métricas, los balances y los objetivos trimestrales se han convertido en el lenguaje dominante de las organizaciones. Mientras tanto, el sentido, ese horizonte que da coherencia y alma, ha quedado relegado al margen. Nos obsesionamos con el qué y el cómo, pero olvidamos el porqué. Y sin un norte claro, cada acción corre el riesgo de convertirse en un movimiento vacío.

Tras la publicación de los datos de la Agencia de Residuos de Catalunya, el Regidor de Medio Ambiente de Cunit defiende que el éxito de su municipio es consecuencia tanto de una apuesta política valiente como del compromiso ciudadano. Más allá de los datos, el artículo subraya que la sostenibilidad en Cunit es también un proyecto de cohesión social, modernidad y calidad de vida.

El mundo atraviesa una etapa de enormes desafíos: el cambio climático, las desigualdades crecientes y los giros políticos están reconfigurando nuestras vidas y nuestro futuro común. Mientras el neoliberalismo y la extrema derecha ganan terreno priorizando el beneficio económico sobre el bienestar de las personas y del planeta, las mujeres y los grupos más vulnerables cargan con las consecuencias más duras de esta crisis.

Hace ya unos años que Cameron Brick y Sander van der Linde, ambos doctores y profesores de psicología de la Universidad de Cambridge, advirtieron del estado de apatía e inacción de la población en general ante el cambio climático.

Imagino que habéis visto la película Blade Runner (1982), ambientada en una distopía sombría, que muestra un futuro con tecnología avanzada, sobrepoblación y un paisaje urbano decadente.

Hablar de movilidad sostenible hace unos años podía sonar a promesa lejana, casi a quimera tecnológica. Hoy, sin embargo, la realidad es bien distinta: los avances en baterías y sistemas de almacenamiento energético han colocado sobre la mesa soluciones tangibles.

Según los últimos datos publicados por el MITECO, en España, el transporte por carretera supone el 28,4% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero. Si queremos seguir el ritmo marcado por la UE y contribuir a la neutralidad climática en 2050, nuestro sector tiene un papel fundamental.

Reciclar no es solo una obligación legal, también en un deber moral que reduce el volumen de residuos y las emisiones contaminantes, protege la salud pública y mejora la soberanía industrial. En España, la puesta en marcha de la Plataforma e-RAEE y las nuevas iniciativas de ecodiseño marcan 2025 como un año decisivo para convertir residuos electrónicos en recursos.

La crisis climática nos enfrenta a decisiones de cierta urgencia que determinarán el futuro. En este contexto, la inteligencia artificial se convierte en una herramienta de gran importancia para procesar datos ambientales complejos, predecir escenarios futuros y optimizar recursos. Sin embargo, su aplicación en decisiones ambientales críticas plantea interrogantes éticas que no podemos ignorar.