Mientras la agricultura convencional acelera el calentamiento global, las algas marinas emergen como una alternativa sostenible y versátil. No requieren ni tierra ni agua dulce, absorben CO₂ a gran escala y, además, están transformando la vida de comunidades costeras. Según Naciones Unidas, este “bosque submarino” podría ser clave para afrontar los grandes desafíos ecológicos del siglo XXI.