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Sentido y sostenibilidad

Querido lector que ha llegado a esta página y ha encontrado puerto seguro en estas líneas para descansar sus ojos ávidos de lectura y experiencia, ¿Qué espera realmente encontrar aquí? Muchos lectores antes que Usted han encontrado cobijo en estas líneas mientras buscaban amparo… mientras buscaban sosiego… mientras sus espíritus encontraban fuerza en la flaqueza para convencerse de que hay una economía real y sostenible más allá de palabros inventados por banqueros, consultores y políticos. Pero ellos, al igual que ahora le ocurre a Usted, han terminado por sospechar que había truco en esta llamada. Qué sentido y sostenibilidad debieran compartir sus líneas, pero, sin embargo, en la realidad distan mucho de ser fieles y leales compañeras.

Nos dice la real academia que sentido, dicho de una cosa, incluye o expresa un sentimiento, lo que viene siendo un estado afectivo del ánimo. Y su compañera en el viaje de estas líneas, sostenibilidad, viene a ser la cualidad de lo sostenible que es, en lo que a nosotros se refiere, aquello que se puede mantener durante largo tiempo sin agotar los recursos o causar grave daño al medio ambiente. ¿Y por qué esta digresión?, se preguntará el lector.

Pues bien, llevamos unos años donde entre pandemia, economía circular, objetivos del milenio, objetivos de desarrollo sostenible, regulación nacional, regulación europea, requerimientos de limited partners, solicitudes de información sobre inversiones, certificados de sostenibilidad, auditorías de sostenibilidad y otros muchos términos de esta verde sopa de letras, en ocasiones multicolor, que nos ha tocado vivir, alguna voz discordante se eleva para gritar como en el cuento de Hans Christian Andersen “El traje nuevo del emperador”: “¡Pero si no lleva nada!”.

Esa voz contemporánea ha sido la de Laurence D. Fink presidente y CEO de BlackRock en su “Annual Chairman’s letter to investors[1] de 2023. Y lo ha dicho tan fuerte que el clamoroso silencio ha dejado perpleja a la comunidad financiera internacional. Tras años de subida de presión en las calderas económicas, tras ingentes esfuerzos para pintar de verde bonos, deudas y carteras de inversión el CEO del principal fondo de capital riesgo a nivel mundial lo ha dicho con total claridad: “It is not the role of an asset manager like BlackRock to engineer a particular outcome in the economy, and we don’t know the ultimate path and timing of the transition. Government policy, technological innovation, and consumer preferences will ultimately determine the pace and scale of decarbonization. Our job is to think through and model different scenarios to understand implications for our clients’ portfolios”. Su negocio no es ser motores del cambio. Su negocio es dar servicio a los motores reales del cambio del cambio (gobiernos, innovadores y consumidores) ofreciendo productos adecuados a sus necesidades. El papel del asesor no es, por tanto, decir a las empresas en las que invierten qué deben hacer. Su papel es generar rentabilidad “duradera y sostenible para sus clientes”.

Atronador silencio en la sala.

Mientras aún resuenan estas palabras termina de apuntillar el llamado a la realidad: “nosotros ofrecemos alternativas a nuestros clientes (…) investigación, datos y análisis”. ¡Pero si no lleva nada!... se oye entre la multitud. Y todos callan.

Efectivamente, hay que agradecer estas palabras para poder tomar conciencia de cuál es el papel de cada uno. En unos pocos años hemos pasado de no tener conciencia sobre el destino e implicaciones de las inversiones a tomar conciencia de ellas, a establecer criterios de dónde sí y dónde no invertir, y hemos comenzado a llenar nuestras estanterías de filosofías, metodologías y algún que otro invento bien intencionado de medición muy jugosamente puesto en valor por algunos asesores. Hemos pasado de cuidar el medio ambiente a ser sostenibles en nuestro día a día y a exigir a los demás un compromiso equivalente. Pero el emperador sigue sin llevar nada. Sus ropajes no son tales. Si se invierte en proyectos se sigue invirtiendo porque son rentables, y puede llamarse inversión en infraestructuras sostenibles, en parque solar o en sistemas de canalización y depuración de aguas. La sostenibilidad no se soporta por sí misma. Necesita un sentido (económico) y precisa que los números avalen su compromiso.

Siendo así tiene sentido nuestro encabezado: Sentido y sostenibilidad. El sentimiento es básico y cuando una empresa o un inversor realmente cuentan con esa voluntad de sostenibilidad, sentimiento en pro de lo sostenible, están dispuestos a renunciar a rentabilidad. Y hay casos que son más fáciles que otros. Es fácil renunciar a participar en negocios de armas o de sustancias perjudiciales para la salud, pero ¿cómo planteamos entonces el derecho de los pueblos a defenderse de las agresiones? ¿renunciamos por completo a los efectos positivos de determinados fármacos por los efectos perjudiciales que provoca su uso inadecuado?

No podía ser tan fácil, y no lo es. No hay aspectos, inversiones o posibilidades blancas o negras. Hay un inconmensurable abanico de grises con el que debemos trabajar. “O yo tengo razón o tú te equivocas” diría algún trapecista del lenguaje tratando de confundirnos. Pero la sostenibilidad es algo más profundo que una mera declaración de intenciones. Es una forma de entender el negocio, de entender las inversiones y de dirigirse en la toma de decisiones. Y esto no es nuevo, ni mucho menos. Y es que ya nuestros queridos escolásticos trataron la cuestión. Se preguntaba Luis de Molina en la disputa 398 de su “Tratado sobre los cambios” (1597)[2] : “¿es lícita la actividad del cambista?”. O dicho en términos modernos, ¿es lícita la actividad de mediador financiero? Y apunta tres razones para la existencia de un distinto cambio. Por la naturaleza de las cosas, por el lugar donde están y por el cambio de su valor en el tiempo. Ahí podemos buscar un primer asiento a nuestro sentido. Lo que es, dónde está y cuándo está. Y, sin tratar de agotar la cuestión sobre la materia (ni la paciencia del lector), con ello se puede poner en valor el concepto de sostenibilidad. Hago duradero lo que es y lo que se tiene, en este momento en que vivimos y apreciándolo en su puro y cierto valor. Sentido y sostenibilidad por tanto para un mundo duradero y donde la imagen ceda papel protagonista al compromiso con una forma de invertir, ser y vivir.

 

[1] https://www.blackrock.com/corporate/investor-relations/larry-fink-annual-chairmans-letter

[2] Molina, Luis; “Tratado sobre los Cambios”; Instituto de Estudios Fiscales (1990) coordinada por Francisco Gómez Camacho SJ y traducida del latín por expertos de la Universidad Pontificia Comillas.

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