A pesar de su importancia, este tipo de educación sigue siendo una asignatura pendiente en muchos sistemas educativos, incluido el nuestro. Los jóvenes terminan sus estudios sin herramientas básicas para administrar su economía personal o comprender conceptos como ahorro, inversión o planificación a largo plazo. Esto no solo tiene un impacto en sus finanzas personales, sino, también, en la economía global y en la capacidad de la sociedad para hacer frente al reto de un desarrollo sostenible común.
¿Por qué es tan importante la educación financiera en la juventud?
El acceso temprano a conocimientos financieros permite a los jóvenes tomar decisiones informadas y responsables. Saber cómo funciona el crédito o cómo gestionar el endeudamiento son habilidades clave en un contexto donde la economía digital y la tecnología financiera están transformando la manera en que interactuamos con el dinero.
La falta de educación financiera puede derivar en problemas ya no solo de endeudamiento, sino también de exclusión financiera y vulnerabilidad económica. En cambio, un conocimiento sólido permite a los jóvenes evitar errores comunes y planificar su futuro con mayor seguridad. Además, se fomenta el pensamiento crítico y la autonomía, habilidades esenciales en un entorno laboral y social cada vez más exigente.
Inversión y emprendimiento sostenible
La inversión responsable no solo es una opción ética, sino también una estrategia rentable a largo plazo. Las compañías que adoptan prácticas sostenibles tienden a ser más resilientes ante crisis económicas y regulatorias, hecho que las convierte en una opción atractiva para los jóvenes que se adentran en el mundo de la inversión.
Por otro lado, cabe tener en cuenta que el emprendimiento es una vía que, de ser canalizada de manera correcta, potencia el desarrollo personal y profesional de los jóvenes, y por ello deben, al menos, tener conocimiento de cómo funciona y por qué reglas se rige. Sin embargo, para que sea exitoso, es necesario que cuenten con las herramientas necesarias para gestionar su start-up o negocio de manera eficiente y sostenible. La formación en finanzas les permite evaluar riesgos, desarrollar estrategias y tomar decisiones acertadas, minimizando los riesgos e impulsando tanto las ganancias en el emprendimiento profesional como el ahorro y crecimiento económico en lo personal.
El papel de las instituciones y las empresas
La responsabilidad de fomentar la educación financiera no solo recae en las escuelas y universidades. Las instituciones financieras, las empresas y los organismos públicos también juegan un papel fundamental en la difusión de estos conocimientos.
Los programas de educación financiera deben adaptarse a la realidad de los jóvenes y utilizar herramientas innovadoras, como aplicaciones móviles, plataformas de e-learning y contenidos interactivos. Además, las compañías deben incorporar la formación financiera en sus programas de responsabilidad social corporativa (RSC), ofreciendo talleres, mentorías y recursos didácticos accesibles para todos.
En este sentido, el Instituto Santalucía trabaja a través de su iniciativa ‘Y a mí qué el dinero, the game’ (https://amiqueeldinero.com/), un concurso de educación financiera para jóvenes que tiene como objetivo impulsar su inclusión financiera y formación en finanzas sostenibles para que afronten los desafíos del futuro con conocimiento y responsabilidad.
Garantizar una educación financiera de calidad para los jóvenes no es solo una cuestión de preparación individual, sino un compromiso con la sostenibilidad y la equidad social. Unas finanzas bien gestionadas permiten a las personas mejorar su calidad de vida, reducir desigualdades y contribuir a un modelo económico más responsable y sostenible.
Invertir en educación financiera hoy significa construir una sociedad más preparada para afrontar los desafíos del mañana. Es momento de actuar y dotar a las nuevas generaciones de las herramientas necesarias para que tomen el control de su presente y futuro.