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En mi último artículo terminaba una serie de breves reflexiones sobre la complicada situación social y mediática que experimentamos los españoles[1]. Ahora es el momento de hablar más sobre las exigencias, especialmente las que supone la Inteligencia Artificial (IA) como un reto a la realidad cotidiana de las personas y sus posibles efectos en el medio plazo.
El impacto de la IA en la mentalidad de las personas (I)

En efecto, la IA busca a los propios usuarios en unos contextos sociales muy complejos, que no sólo están cambiando cosas, sino, lo que es más importante, transformando la sociedad y nuestro propio entorno. Esta realidad supone un riesgo para una sociedad en una profunda crisis de valores, una sociedad sin argumentos propios frente a una supuesta inteligencia artificial que parece actuar exclusivamente por su propio interés. Porque la IA se ha presentado en la sociedad española repleta de arrogancia política y de soberbia económica, con unos ciudadanos con permanentes dificultades para comprenderla.

          En efecto, con respecto a la inteligencia artificial y al hecho del conocimiento de la realidad y de lo que es la persona humana nos encontramos con una infinidad de debates que, a mi juicio deberíamos ponderar y aclarar. Una cosa es el uso de la tecnología o la resolución de problemas y otra, la importante deriva de todo ello en la forma de comprender el mundo; una cosa es la práctica instrumental y otra la mentalidad e idea del mundo[2] que forjamos con ella. Ahí está precisamente el primer problema con el que ya nos enfrentamos los ciudadanos al hablar de la IA.

          La primera opinión que deriva de lo dicho es que en esto del conocimiento, el método en la ciencia no lo es todo. Debemos tener en cuenta que en la vida y el progreso del conocimiento también está presente la ocurrencia, la creatividad y la sencillez, incluso, cabe hasta la propia gratuidad de la actividad humana en sus consecuencias; es decir, la propia mentalidad de las personas. De esto han hablado mucho los filósofos de la ciencia; cuando la persona se pone a pensar o a juzgar su comportamiento y la realidad que le rodea, pone en relación aspectos tan diversos como la cultura, personalidad y creencias y un montón de cosas más. Eso es precisamente la mentalidad, algo en el que la ciencia tiene su sitio, pero sólo un lugar entre otros. Ortega (1968, pp. 19, 23-24, 42, etc.), al que acostumbro a recurrir, nos hablaba con mucha claridad de la distinción entre ideas y creencias; con las ideas hablamos, discutimos y combatimos en su favor o en su contra, pero con las creencias no hacemos nada, simplemente estamos en ellas porque no podemos vivir sin ellas; eso es lo que conforma las mentalidades, que personalmente distingo y separo de la ideología.

          Por eso mismo, la mentalidad es muy voluble y frágil frente a los agentes externos con los que interactúa, porque está instalada en ese continente de las creencias que nunca cuestionamos, pero que, incluso, tampoco sabemos mucho de ellas. El principal y peor enemigo es el uso populista que hace de esto la ideología[3]. Voy a poner un ejemplo. Con la IA se está produciendo un fenómeno similar al que se produjo con el descubrimiento científico del Big Bang, a principios del siglo XX. Los avances de la ciencia se trasladaron a la mentalidad de la sociedad, interaccionando con sus imaginarios y construyendo con todo eso el éxito de la ciencia de aquellos años; pero, al tiempo, se crearon verdaderos monstruos. Con el reconocimiento de la cosmología, la enorme eclosión de la física teórica desarrolló la posibilidad de que el universo tuviera un principio y un final, y esta realidad derivó en el fin de la eternidad de la materia (la quiebra del materialismo científico) y la consolidación de la idea de un origen y un final del universo.

          En efecto, hubo múltiples debates de todo tipo, pero, al final lo importante es lo que el Big Bang trasladó a la mentalidad e ideología de las personas y a la propia gestión política de la sociedad europea, algo que produjo resultados penosos. Lo hemos podido comprobar con los crímenes nazis y las purgas estalinistas (Michel-Yves Bollorté & O. Bonnassies (2023, pp.123-176) El motivo no fue el conocimiento y el éxito de aquellos avances científicos, sino las consecuencias políticas, que, la ideología de unos y la ambición de otros, se convirtió en la vergonzosa excusa para acceder al poder. La ignorancia de la práctica totalidad de las personas y la arrogancia y ambición de poder de los políticos derivó en millones de muertes, asesinatos e injusticias que cubrieron más de treinta años el suelo europeo ¿Puede suceder algo parecido con los avances y retos de la IA?

          No se puede confundir y menos todavía minimizar lo que significa el traspaso de los avances científicos a la mentalidad y creencias de las personas. Debemos aprender de nuestros errores y aprender lo que significa la IA, los magníficos avances que proporciona y los riesgos ocultos que no manifiesta y puede producir. Pues bien; más allá de cuestiones técnicas, lo primero que realmente plantea la IA son cuestiones de naturaleza general derivadas del uso de la propia tecnología, no de lo que todo ello pueda significar y derivar en la práctica. Son dos cuestiones, que, sin duda, interaccionan, pero hay que saber separarlas en punto y forma. No podemos utilizar el uso de algo en una ideología como están haciendo algunos científicos y muchos políticos en España con la IA. Por eso, la ideología es otra cosa, más oculta y, por ende, más peligrosa, que, en este caso se vale de aquella.  

          En unos comentarios de hace unos pocos años, un joven científico, Maarten Boudry, titulaba sus reflexiones sobre el conocimiento con una pregunta ¿Hemos llegado a los límites del conocimiento?[4] En aquellos comentarios reflexionaba sobre la capacidad de la ciencia para responder a todos las preguntas que se formulaba, y escribía que el cerebro humano es fruto de una evolución ciega y no guiada. Se diseñó para resolver problemas prácticos relacionados con nuestra supervivencia y reproducción, no para desentrañar el tejido del universo. Esta revelación ha llevado a algunos filósofos a asumir una curiosa forma de pesimismo, argumentando que, inevitablemente, hay cosas que jamás entenderemos, por lo que algún día la ciencia humana llegará a un límite infranqueable, si es que no lo ha alcanzado ya (ibid). Dejando a un lado lo de la “evolución ciega y no guiada en el universo”, que es una afirmación cuando menos discutible, creo que lo importante de este comentario reside más en el hecho de que el cerebro humano no está para desentrañar el tejido del universo, lo cual no es del todo cierto cuando la mentalidad de una persona se alimenta y se construye de ideas, valores y grandes sistemas de creencias que hablan inevitablemente de todo eso, también del universo. Por eso, solo cabe aceptar que habrá siempre preguntas incontestables y otras que se pueden contestar y no hacer de ello una cuestión inaceptable y sin solución; porque, en efecto, habrá siempre preguntas que no tienen otra referencia que el propio misterio. Estimo que formo parte de lo que el autor, que acabo de citar, entiende como pensadores misterianos. Pero no comparto su comprensión de lo inexplicable para este científico arriba referenciado. Según comenta Baudry, los misterianos suelen plantear la cuestión de los límites cognitivos como una clara dicotomía: o podemos resolver un problema, o nos desafiará para siempre. Llegará un momento en que la investigación humana se estrellará de pronto contra un muro de ladrillos metafórico, tras lo cual estaremos condenados a mirar para siempre hacia un vacío de incomprensión (ibid.) La filosofía me ha enseñado que el misterio no es un muro de incomprensión, sino todo lo contrario; incluso puedo llegar a pensar que es la propia ciencia la que no acepta lo incomprensible porque queda excluido de la metodología que utiliza y, también, de la propia ideología y mentalidad que, inevitablemente, sustenta.

          A mi modo de ver, aquí reside uno de los problemas que debemos evitar frente a lo que es, supone y propone la IA. Por eso decía al principio: la necesidad de separar y poner en la mejor relación una cosa y otra; en este caso, el de la tecnología y la mentalidad de las personas. El verdadero conocimiento se construye en ese doble contexto interactivo, no reside en un solo sitio. No debemos olvidar esta realidad, porque es realmente la que construye y deriva en problemas. La prueba de lo que digo está en la política o en los medios de comunicación, que hablan de ciencia, cuando en realidad se sitúan exclusivamente en la ideología oportunista y no en la mentalidad de las personas. Este es precisamente lo primero que tenemos que discernir, -y normalmente no hacemos-, frente a la IA, lo que es en su uso, sus efectos y lo que supone como posibilidad. 

          El motivo de la importancia de la mentalidad indica el nivel de relevancia de los avances y, especialmente del uso ideológico de la IA, tanto en sus aplicaciones como en sus efectos, todavía poco conocidos por la mayoría de las personas. Recientemente, S. Zamagni[5]  ha comentado algo que interesa a mis planteamientos. En primer lugar, para este pensador, existen tres importantes y preocupantes antecedentes en el origen de la IA: la ética utilitarista (la dependencia de lo útil que resulta la IA para la vida cotidiana y profesional), el globalismo (la globalización deriva en un globalismo ideológico) y el individualismo extremo o singularismo. Todo esto parece estar conduciendo a una sociedad sin esperanza y de muerte; una sociedad que, al tiempo que se resquebraja, va matando a las personas (A. Case & A. Deaton, 2020). Sin duda, este conjunto de riesgos son los que utiliza el populismo ideológico sin hablar de consecuencias; y son los que debemos analizar para comprender lo que significa la propia IA y los orígenes determinantes para nuestra forma de pensar.

          Si atendemos a estos orígenes y posibles efectos, la IA puede ser algo importante, pero al tiempo, extremadamente grave incluso para la continuidad de la propia democracia. No hay duda de la riqueza que representa el avance tecnológico, pero debemos atender lo que los mismos avances suponen en el contexto de la propia sociedad y el alcance de sus efectos, algunos de los cuales, cuando menos, resultan muy inquietantes. No se pueden aceptar los postulados de aquellos que consideran que todo volverá a su cauce con el tiempo o que hay que acelerar la digitalización de la sociedad. Esas dos posturas son, nuevamente, la estrategia del populismo ideológico que los políticos y algunos economistas alientan, normalmente por ignorancia y reducen equivocadamente a la IA a ser una simple herramienta. Soy más partidario de dar tiempo a las cosas y atender los hechos que se producen, las incoherencias y contradicciones de una vida cotidiana sumida en el desconcierto y la volatilidad. Quizá sea preferible rebuscar en la ética y el humanismo que queda en nuestras mentalidades y ver qué aspectos hay que mantener, redefinir y defender. De eso me ocupare en el artículo siguiente.

 

[1] Recogido en https://diariorespomnsable.com/opinión/34987-nuevo-humanismo-o-profunda-crisis

[2] Ver, por ejemplo, el magnífico libro de J. Gaos, Historia de Nuestra Idea del Mundo (1973), F.C.E. México.

[3] En la actualidad se ha producido una importante evolución de la noción de ideología. En su origen, se definía la ideología como un sistema de imágenes, ideas, principios, etc., (F. Chatelet, 1978), pero, en la actualidad se utiliza una noción muy difusa y equívoca de ideología que se explicita en un discurso abstracto de ideas y representaciones sociales de contenidos nunca definidos, que utiliza el populismo y el oportunismo político, -de derechas o de izquierdas-, de forma recurrente.

[4]Recuperado en https://theconversation.com/hemos-llegado-al-limite-del-conocimiento-125248?utm_source=facebook&utm_medium=bylinefacebookbutton&fbclid=IwAR3zQH_sRsSH55mgmAvsDYt66moXAt3HiIdvAQw1eqSg13Gnqnaxtl1M_ps 

[5] Recogido en  https://tv.comillas.edu/media/“Innovación+y+desarrollo+del+talento+para+la+Inteligencia+Artificial”+Cátedra+Iberdrola+De+Ética+Económica+Y+Empresarial+19-10-2023/1_0juypnvj/65902871

Referencias Bibliográficas

Bollore, M.-Y-, & Bonnassies, O., (2023), Dios. La ciencia. Las pruebas. El albor de una revolución Editorial Fonambulista, Madrid.

Case, A. & Deaton, A. (2020), Muertes por la desesperación y el futuro del capitalismo, Deusto Planeta, Barcelona.

Chatelet, F. (1978), Historia de las Ideologías, Zero, ZYX, Madrid.

Gaos, J. (1973), Historia de Nuestra Idea del mundo, F.C.E., México.

Ortega y Gasset, J. (1968), Ideas y Creencias, Revista de occidente, Madrid

 

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