Podemos definir a la familia empresaria, siguiendo la acepciones de familia que recoge el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, como el grupo de personas emparentadas entre sí (ascendientes, descendientes, colaterales y afines de un linaje) que desarrollan en común una actividad empresarial. La empresa familiar sería, de esta manera, la entidad o grupo de entidades en las que la familia empresaria desarrolla en común la actividad empresarial. La característica fundamental de la familia empresaria en relación con la empresa familiar es la vocación de continuidad intergeneracional, esto es, el deseo de que la empresa familiar se mantenga en manos de los miembros de la familia empresaria durante generaciones, siendo el sustento de su vida profesional y de su posicionamiento social.
Kenny Eliason
Esta aspiración de continuidad es legítima y puede ser defendida desde numerosos puntos de vista, si bien es especialmente destacable aquel que hace referencia al papel que las empresas familiares desempeñan en el sustento económico de las personas que habitan en las zonas donde se encuentran implantadas, así como en las evidentes dificultades de reconstrucción de un tejido industrial cuando éste ha sido destruido. El mantenimiento de la empresa familiar en manos de la familia empresaria se ha demostrado que es una fuerza muy valiosa en relación con la consolidación del tejido empresarial allí donde estas empresas se encuentran.
Hay diversos mecanismos para garantizar el éxito de este proceso de continuidad intergeneracional, siendo necesaria la implementación conjunta de estrategias jurídicas y no jurídicas para la creación de un sistema de gobierno, independiente pero coordinado entre sí, que sea aplicable a la familia empresaria y a la empresa familiar.
Y para la creación de estos dos sistemas de gobierno interconectados es recomendación internacional de los códigos de buen gobierno para empresas no cotizadas y de familia, el trabajar, especialmente en el seno de la familia empresaria, en relación con la historia, misión, visión y valores de la misma. Estos no serán opuestos obviamente, pero tampoco serán coincidentes, con los de la empresa familiar. Fundamentalmente por un motivo, que es que el fin último de la familia empresaria y de la empresa familiar no es el mismo: siguiendo, entre otros, a CORTINA (2013) y a SAVATER (2014) , la finalidad de la familia empresaria es hacer felices a sus miembros, mientras que la finalidad de la empresa familiar es garantizar su rentabilidad para permitir su viabilidad. Considerando ambos sistemas (familia empresaria y empresa familiar) es la segunda la que debe estar al servicio de la primera, sin perjuicio de que la primera ha de ser respetuosa con el trato que le da a la segunda, de forma que la empresa familiar no pierda nunca el objetivo de la rentabilidad para el servicio de los miembros de la familia empresaria y de la responsabilidad con los grupos de interés con los que se relaciona.
Centrándonos específicamente en los valores, debemos decir que a los miembros de la familia empresaria les resulta difícil muchas veces concretar cuáles son sus valores en el ámbito de la institución familiar que es propietaria y gestora de una empresa. El concepto de valor es un concepto a veces demasiado abstracto para que sea fácilmente expresable y concretable por los miembros de la familia empresaria.
Existiendo diversas definiciones del concepto valor en el ámbito de los autores que, fundamentalmente desde la filosofía y la sociología, se han dedicado a su estudio, podemos sugerir el inicio del planteamiento del debate entre los miembros de una familia empresaria siguiendo, entre otros, a ROKEACH (1973) para partir de establecer un conjunto de creencias fundamentales, consideradas como elementos esenciales de nuestra existencia, que deban ser proyectadas en los comportamientos de la familia empresaria, como institución que trasciende a cada uno de sus miembros. Cada uno de los valores que se identifiquen formaran el sistema de valores de la familia empresaria, en cuya concreción influirán de manera decisiva las generaciones más veteranas siguiendo la estela de las creencias fundamentales de la primera generación.
Actualmente vivimos un momento histórico que proclama el relativismo de los valores, identificándolo con la tolerancia con todas las opiniones. Para WEBER (1973) son los valores, más que las razones, los que fundan y sostienen a las comunidades.
En la concreción de dicho conjunto de creencias hay que tener en cuenta la situación social actual. Debemos partir de la idea de que una familia es una sociedad de personas y, como toda sociedad, influenciada por el momento histórico en el que viven sus miembros. La identificación de valores de la familia empresaria también se producirá en relación con el contexto social.
Podemos observar algunas características definitorias del momento en el que vivimos y relacionar las mismas con la formación del sistema de valores de la familia empresaria:
El discurso constructivo entre miembros de una sociedad se ha visto debilitado. Se observa una falta de atención a las propuestas de los contrarios, siendo muy difícil el obtener consensos habituales, incluso en asuntos aparentemente poco trascendentes. No es inhabitual ver disputas insolubles entre miembros de las familias empresarias. Si a las dificultades de la relación humana entre los miembros de las familias agregamos el contexto social, ello nos sitúa en la necesidad de que las familias empresarias potencien el discurso constructivo entre sus miembros. La identificación de los valores que promueven dicho discurso, acompañado de la creación de instituciones vivas en el seno de la familia como en Consejo de Familia, permitirá convertir las ideas abstractas en comportamientos concretos.
Se puede apreciar una ruptura con el principio general que ha regido las sociedades durante mucho tiempo que era la prevalencia de la mayoría, con respeto a la minoría, habiéndose transformado en una voluntad de las minorías de imponer su criterio a las mayorías, no exigiendo el respeto a sus derechos, sino la prevalencia de sus posiciones. En este punto, las familias empresarias deben diseñar un sistema de valores que atribuya el valor que tiene a la mayoría, sin dejar de observar un respeto y consideración a las minorías. Y acompañarlo de medidas que permitan que, cuando la minoría no se alinee con la mayoría, pueda la primera salir de la familia empresaria de forma ágil y ordenada, sin menoscabo de los intereses comunes.
Se han relativizado las consecuencias de los actos personales, lo que hace que no se pueda hablar con facilidad de un marco moral universal, que incluya recompensas y sanciones, aplicables en función del comportamiento. Este enfoque relativista puede tener implicaciones significativas para la empresa familiar. Si los valores empresariales se consideran meramente convenciones cambiantes, puede ser difícil establecer una base sólida para la cultura empresarial y la toma de decisiones éticas. Por lo tanto, la reflexión y el diálogo son esenciales para abordar las cuestiones morales en un mundo marcado por la diversidad de valores.
Se ha fomentado el individualismo, habiendo perdido fuerza la idea de que el hombre es parte de un todo. Ello ha debilitado el sentido de pertenencia a la familia empresaria y el de responsabilidad en relación con los demás miembros de la misma. En las sociedades modernas se confunde la libertad de pensamiento con la primacía del individuo aislado de su entorno social, sin considerar que la citada libertad de pensar debe estar orientada siempre a la mejora y al progreso en un marco de búsqueda del bien común. Decía TOCQUEVILLE (1835) que “en las sociedades democráticas cada ciudadano está habitualmente ocupado en la contemplación de un objeto en extremo insignificante, que es él mismo”. Cuando la libertad individual es más importante que la comunidad, que el objetivo común, las sociedades se convierten en una amalgama desordenada de voluntades particulares. El sistema de valores de una familia empresaria que desee perdurar en el tiempo tiene que potenciar la unidad familiar, dentro del respeto a las características individuales de cada uno de sus miembros. Pero construyendo un fuerte sentido de pertenencia a la familia empresaria.
El individualismo hace olvidar que, siguiendo a BLOOM (1989) “El nombre es un ser cultural, no es un ser natural. Lo que el hombre tiene por la naturaleza no es nada en comparación con lo que ha adquirido de la cultura”. La familia empresaria puede proveer a sus miembros de esa cultura que enriquecerá las capacidades de cada uno. Los valores, individualmente definidos, y el sistema de valores que ellos forman debe crear la cultura de la familia empresaria. Y para ello es recomendable que los valores y el sistema se recojan por escrito y no simplemente que existan de forma implícita en las relaciones interpersonales de los miembros de la familia empresaria.
Se ha perdido de vista la lectura de los clásicos, lo que es fundamentalmente una muestra del desprecio al pasado y a la civilización que nos precedió. La pugna entre el pasado y el presente siempre ha existido y existirá. Pero podemos afirmar que en este momento histórico esa tendencia se ha acentuado, lo que influye sin duda en el marco de valores a definir por la familia empresaria. Por ello es muy conveniente trabajar en la historia de la familia empresaria. Por experiencia profesional en trabajos realizados con familias empresarias, la correcta descripción de la historia de las mismas y el compartirla entre los miembros, genera mucha cohesión familiar y permite a los miembros jóvenes conocer muchos aspectos de su vida familiar que les resultaban desconocidos.
En la actualidad hay una decadencia de la familia. Dice BLOOM (1989) que “La familia era el intermediario entre el individuo y la sociedad, proporcionaba uniones cuasi naturales más allá del individuo, confería a hombres y mujeres un interés ilimitado, por, al menos, algunos otros, y creaba una relación con la sociedad completamente diferente a la que tiene el individuo aislado”. Pero debemos defender que la familia empresaria es el elemento fundamental de la dinámica social y económica de numerosas sociedades alrededor del mundo, que encarna valores, tradiciones y desafíos únicos que enfrentan en un contexto de polarización política, diversidad y cambios socioculturales. La familia ha desempeñado un papel fundamental en la transmisión de valores y tradiciones de generación en generación. Los padres y abuelos transmitían conocimientos, creencias y prácticas familiares a sus descendientes, contribuyendo así a la cohesión cultural y social. La familia empresaria puede desempeñar un papel crucial en la promoción de valores compartidos y la construcción de una comunidad empresarial sólida. Al mantener un enfoque en la ética y la responsabilidad social, pueden actuar como un contrapeso a la tendencia hacia la individualización extrema.
La familia empresaria tiene la oportunidad de transmitir valores empresariales y éticos a las generaciones futuras. Esto implica no solo enseñar habilidades empresariales, sino también inculcar principios éticos sólidos que guíen las decisiones empresariales y personales.
En este sentido, la educación en valores empresariales puede ser un activo valioso para la empresa familiar. Al cultivar una cultura empresarial basada en la ética y los valores, la empresa familiar puede fortalecer su reputación y su capacidad para atraer y retener a empleados talentosos y clientes leales.
La mejor manera de aceptar la existencia de valores eternos es asomarse a la respuestas que los seres humanos debemos dar a los desafíos de la vida actual. La naturaleza humana parece continuar siendo la misma en nuestras muy alteradas circunstancias porque seguimos enfrentándonos a los mismos problemas que nuestros antepasados, bajo aspectos diferentes, y tenemos la necesidad, característicamente humana, de resolverlos, aunque se hayan debilitado nuestra conciencia y nuestras fuerzas. ¿Quién de nosotros no ha visto reflejadas sus encrucijadas actuales al leer a Platón o a Shakespeare?
La familia empresaria representa aspectos fundamentales de la sociedad contemporánea. Encarna valores y tradiciones que pueden ser tanto un activo como un desafío en un mundo marcado por la polarización política, la diversidad y el cambio cultural. La educación en valores empresariales puede ser especialmente relevante para la empresa familiar, al cultivar una cultura empresarial basada en la ética y los valores.
La familia empresaria y la empresa familiar tienen la oportunidad de actuar como intermediarias entre el individuo y la sociedad, promoviendo valores compartidos y contribuyendo a la cohesión cultural y social. En un mundo marcado por el relativismo de valores, la reflexión y el diálogo son esenciales para abordar las cuestiones morales y éticas en un contexto diverso.
En última instancia, la familia empresaria y la empresa familiar enfrentan desafíos significativos en el panorama actual, pero también tienen la oportunidad de desempeñar un papel constructivo en la promoción de valores y principios fundamentales en una sociedad en constante evolución. Al hacerlo, pueden contribuir positivamente a la construcción de un mundo más ético y cohesionado en el siglo XXI.
Bibliografía
BLOMM, A., El cierre de la mente moderna, Plaza & Janés Editores, 1989
CORTINA, A., Ética De La Empresa. Claves Para Una Nueva Cultura Empresarial, Editorial Trotta, 2013
ROKEACH, M., The nature of human values, Free Press N.Y., 1973
SAVATER, F., Ética para la Empresa, Conecta, 2014
TOCQUEVILLE, A., La democracia en América, Alianza Editorial 2017
WEBER, M., Ensayos sobre metodología sociológica, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1973