Hace unos días escribía sobre el propósito de la empresa. Y un amigo me preguntó si esta era la nueva versión de los objetivos, o de la misión, o de la visión… Le dije que no; para mí, era otra manera de explicar qué es la misión, a partir de lo que la sociedad espera de la empresa (y lo mismo de otras organizaciones). Pero, claro, me preocupó, porque me parece que ya hemos entrado en la enfermedad, contagiosa, progresiva e incurable, en que caemos los académicos, consultores, formadores y asesores, de cambiar un nombre para que tenga un sentido nuevo, de modo que podamos decir que eso es lo que todas las empresas serias deben hacer, y vendérselo a los directivos.