En tiempos donde las empresas compiten por proyectar una imagen atractiva hacia afuera, el verdadero desafío está dentro. El employer branding no se mide en campañas ni en slogans, sino en coherencia: entre lo que la marca promete y lo que sus empleados viven. Desde Starbucks hasta Mercadona, los ejemplos revelan una verdad incómoda: no hay reputación que resista cuando la cultura interna se construye sobre la mentira.