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La inteligencia artificial podría revertir décadas de avances en la reducción de las desigualdades si no se gobierna con criterios de inclusión y justicia social, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El organismo advierte que las diferencias iniciales en capacidades digitales, infraestructuras y marcos regulatorios sitúan a los países más vulnerables —y a colectivos como mujeres, jóvenes y comunidades rurales o indígenas— en una posición de claro riesgo ante la expansión acelerada de la IA.
La inteligencia artificial, en el centro de una nueva división mundial

La llegada de la inteligencia artificial (IA) está abriendo una nueva etapa para el desarrollo global, pero no necesariamente una más equitativa. El nuevo informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), La próxima gran divergencia: Por qué la IA puede ampliar la desigualdad entre países, señala que el uso inadecuado de esta tecnología podría ensanchar las brechas económicas, sociales y de gobernanza entre naciones con ritmos de desarrollo muy distintos. Así lo informa el propio organismo internacional, que urge a una acción política firme y coordinada.

Durante buena parte de los últimos cincuenta años, los países de ingresos bajos habían ido acortando distancias con las economías más avanzadas gracias al acceso a tecnologías, comercio y políticas de desarrollo. Sin embargo, según el PNUD, este proceso histórico de convergencia podría entrar en retroceso: la IA se está desplegando sobre un punto de partida profundamente desigual.

Mientras países como Singapur, Corea del Sur o China realizan inversiones masivas en capacidades digitales y en infraestructura para la IA, otros territorios todavía luchan por garantizar algo tan básico como la alfabetización digital o un acceso estable a internet. En este escenario, quienes no logren desarrollar competencias digitales avanzadas corren el riesgo de quedar fuera de los beneficios de la nueva ola tecnológica.

Desigualdad de género y brechas intergeneracionales

Las advertencias no se limitan al ámbito geográfico. El informe destaca impactos específicos sobre colectivos que ya enfrentan desigualdades estructurales:

  • Las mujeres tienen casi el doble de exposición a la automatización, lo que pone en riesgo sectores laborales altamente feminizados.
  • Los jóvenes, en especial entre 22 y 25 años, ya están perdiendo presencia en ocupaciones con alta exposición a la IA, afectando a sus primeras etapas de trayectoria profesional.
  • En el sur de Asia, las mujeres tienen hasta un 40% menos de probabilidades que los hombres de poseer un teléfono inteligente, lo que limita su acceso a herramientas digitales básicas.
  • Las comunidades rurales e indígenas siguen invisibilizadas en muchos conjuntos de datos utilizados para entrenar algoritmos, lo que favorece sesgos y exclusiones en servicios como salud, educación o programas públicos.

Estos datos muestran cómo la IA, si no se regula adecuadamente, puede amplificar desigualdades existentes y generar nuevas formas de discriminación algorítmica.

Gobernanza: el gran desafío pendiente

Aunque el informe del PNUD recoge experiencias positivas —como la plataforma Traffy Fondue en Bangkok, que ha gestionado cerca de 600.000 reportes ciudadanos, o el servicio Moments of Life en Singapur, que redujo procesos administrativos de 120 a apenas 15 minutos—, advierte que la región carece en su mayoría de marcos regulatorios sólidos.

El organismo prevé que para 2027 más del 40% de las violaciones de datos vinculadas a la IA podrían originarse en el mal uso de modelos generativos, un aviso sobre la urgencia de fortalecer la supervisión pública, especialmente en protección de datos, transparencia algorítmica y rendición de cuentas.

Como subraya Philip Schellekens, economista jefe del PNUD, “la principal línea de falla en la era de la IA es la capacidad”. Es decir, la diferencia entre quienes pueden invertir en habilidades, infraestructura de cómputo y gobernanza, y quienes no.

¿Qué está en juego? Nuevos riesgos y un debate impostergable

Además de las desigualdades ya identificadas, expertos internacionales vienen alertando sobre riesgos adicionales que podrían profundizar la brecha global si no se actúa a tiempo:

  • Concentración del poder tecnológico en pocas empresas y países, dificultando la competencia justa.
  • Dependencia digital: los países con menos capacidades pueden quedar supeditados a proveedores externos, perdiendo autonomía tecnológica.
  • Brechas en datos: la falta de representación adecuada de territorios y comunidades puede generar decisiones automatizadas injustas.
  • Impactos laborales asimétricos, con sectores enteros en riesgo de desaparición sin alternativas de transición justa.
  • Aumento de la desinformación, que afecta de forma desproporcionada a poblaciones con menor acceso a información verificada.

Según el PNUD, el objetivo es evitar que la IA se convierta en un motor de divergencia y transformarla, en cambio, en una herramienta para un desarrollo sostenible y equitativo. Para ello, los gobiernos deberán priorizar inversiones en competencias digitales, regular la tecnología con enfoque de derechos humanos y garantizar que los beneficios de la innovación se distribuyan de manera justa. El informe funciona así como una advertencia y una hoja de ruta: la IA puede ser una aliada para cerrar brechas… o un factor que las agrande. La diferencia dependerá de las decisiones políticas que se tomen hoy.

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