Este tránsito, caracterizado por una velocidad de cambio sin precedentes, la creciente automatización de procesos y la gestión masiva de información, plantea interrogantes fundamentales sobre la vigencia y adaptación de nuestros valores y principios éticos. En esta encrucijada histórica, la pregunta "¿y dónde queda la ética?" resuena con una urgencia ineludible, marcando el desafío central de nuestra época.
El advenimiento acelerado del nuevo conocimiento y la sociedad digital
Si la invención de la imprenta en el siglo XV marcó un punto de inflexión, acelerando la difusión del conocimiento y facilitando la transición de la sociedad feudal a la industrial en cuatro siglos, la irrupción de Internet en 1990 y los avances exponenciales en tecnología digital han desencadenado una transformación aún más veloz y de mayor alcance. Estamos transitando de un mundo industrial a uno digital, un proceso con ciertos paralelismos históricos pero cuya velocidad inaudita redefine las reglas. Este nuevo conocimiento se distingue por su naturaleza fluida, instantánea y accesible globalmente a través de la red. La capacidad de transmitir información al instante ha reconfigurado drásticamente las dinámicas sociales, económicas y políticas, desafiando las economías de escala, sello de la era industrial, en favor de la flexibilidad y polivalencia que demanda el entorno digital.
La inteligencia artificial como motor y símbolo de la transformación
En este contexto de cambio acelerado, la Inteligencia Artificial (IA) emerge como una tecnología con un inmenso poder transformador, entendiendo "poder" como la 'capacidad para hacer cosas'. La IA no solo automatiza tareas repetitivas, sino que, a través del aprendizaje automático (machine learning) y el aprendizaje profundo (deep learning), capacita a las máquinas para aprender, adaptarse y tomar decisiones basándose en la interacción con la realidad. El potencial disruptivo se multiplica, por tanto, exponencialmente debido a la convergencia tecnológica, donde la IA se combina con innovaciones como el Internet de las Cosas (IoT) y el análisis masivo de datos (Big Data y Data Analytics). Esta sinergia acelera aún más el cambio y sitúa la gestión masiva de información y datos en el epicentro de la nueva era. En este escenario, la capacidad de diferenciar el valor del ruido se vuelve crucial para la toma de decisiones informadas, tanto a nivel individual como organizacional.
Los desafíos éticos inherentes a la era de la IA
Sin embargo, este enorme potencial transformador no está exento de desafíos éticos cruciales. La creciente automatización de la toma de decisiones, si bien eficiente, puede llevar a una desconexión del pensamiento activo sobre el buen actuar, erosionando la capacidad de juicio ético individual y colectivo. Un riesgo significativo adicional radica en que la IA puede reflejar y amplificar sesgos humanos preexistentes. Si los datos utilizados para entrenar estos sistemas contienen prejuicios sociales o discriminaciones históricas, la IA puede perpetuarlos e incluso intensificarlos, generando resultados injustos o no equitativos. Por lo tanto, abordar la ética desde el diseño y durante todo el ciclo de vida de los sistemas de IA es fundamental para mitigar estos riesgos inherentes.
Impactos sociales profundos: el desgaste del lenguaje y la confianza
La transformación digital, más allá de avances específicos como la IA, está alterando estructuras sociales fundamentales. Una de las consecuencias más preocupantes es la pérdida del poder del lenguaje para construir valor y confianza. En un ecosistema informativo saturado, donde la desinformación y la manipulación son habituales, la capacidad intrínseca del lenguaje para forjar acuerdos, generar confianza y transmitir significado se ve seriamente debilitada. Síntomas claros de esta erosión son la proliferación de noticias falsas (fake news) y el fenómeno de la posverdad —definida por la R.A.E. como la “distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones para influir en la opinión pública”—. Como resultado directo, se difumina la línea entre hechos y opiniones, socavando las bases de un debate público informado y racional.
El Sector Financiero: Un Microcosmos de la Transformación y sus Dilemas Éticos
El impacto de la IA es ya palpable en diversos sectores, siendo el financiero un ejemplo paradigmático de esta disrupción, especialmente con la irrupción del Fintech que ilustra la convergencia entre tecnología y finanzas. En este ámbito, los robo-advisors –algoritmos que utilizan Big Data e Internet para ofrecer servicios de inversión– ejemplifican esta transformación. Su capacidad para gestionar un número ilimitado de clientes y productos, proporcionar asesoramiento y garantizar el cumplimiento normativo les otorga una ventaja competitiva sin precedentes. Sin embargo, esta revolución tecnológica, que también incluye plataformas de crowdfunding y el auge de las criptomonedas, y que promete mayor eficiencia, menores costes y una democratización del acceso a servicios financieros, plantea serios dilemas éticos. La sustitución de asesores humanos por algoritmos genera preocupación sobre la calidad y personalización del asesoramiento, la comprensión real de las necesidades del cliente y la rendición de cuentas en caso de errores. Asimismo, la tecnología presenta una doble cara en la lucha contra delitos como el blanqueo de capitales: si bien ofrece nuevas herramientas de detección, también proporciona a los delincuentes medios más sofisticados para operar en un entorno financiero globalizado y digitalizado.
Reafirmando la centralidad de la ética: el ethos como fundamento
Ante la magnitud de estos desafíos tecnológicos y societales, la pregunta "¿y dónde queda la ética?" adquiere una relevancia primordial. Subraya la necesidad imperiosa de que las nuevas formas de entender y aplicar el conocimiento se desarrollen sobre una base ética sólida. No podemos permitir que el avance tecnológico dicte el curso al margen de una reflexión profunda sobre sus implicaciones humanas y sociales. La ética, entendida como "la parte de la filosofía que trata del bien y del fundamento de sus valores" (R.A.E.), debe guiar nuestra interacción con este nuevo paradigma. Preguntas como "¿Qué es el bien?", "¿Quién define lo correcto?" y "¿Por qué actuar éticamente?" deben abordarse de manera continua y rigurosa.
En este contexto, la noción de "ethos" –el carácter y la forma de ser que inspira confianza– se vuelve crucial. Es el fundamento invisible que sostiene las relaciones humanas y profesionales. Sin el soporte del "ethos", incluso las herramientas más sofisticadas (el "logos") carecerán de la legitimidad y la fuerza necesarias para construir una sociedad y una economía responsables y sostenibles. Las definiciones de la R.A.E. (“recto, conforme a la moral”, “conjunto de normas morales que rigen la conducta...”) nos recuerdan la multidimensionalidad de la ética, aplicable tanto a la conducta individual como a los marcos normativos y la reflexión filosófica que necesitamos cultivar.
El rol indispensable de las instituciones en la promoción de la ética
Navegar en esta profunda transformación social y económica requiere un enfoque colaborativo y multifacético. Diversas instituciones juegan un papel crucial en la promoción de la reflexión ética y en la formación de individuos y organizaciones responsables, especialmente en un momento de aparente crisis de principios y valores en la cultura occidental. Es vital que instituciones como la universidad, la empresa, la religión, la sociedad civil, el mundo jurídico y los medios de comunicación fomenten un pensamiento activo y crítico sobre lo que está bien y contribuyan a construir una sociedad flexible, resiliente y sana, basada en la ética y la educación:
Conclusión: un llamamiento a la acción ética continua y proactiva
La era del nuevo conocimiento nos presenta desafíos sin precedentes, pero también oportunidades únicas para forjar un futuro más justo, equitativo y sostenible. Para capitalizar estas oportunidades y mitigar los riesgos inherentes, es fundamental que la ética ocupe un lugar central y proactivo en nuestra reflexión y acción. Debemos cultivar una actitud (disposición del ánimo) de apertura al cambio, pero simultáneamente de vigilancia crítica ante las implicaciones éticas de las nuevas tecnologías y formas de conocimiento. Es imperativo no dejar de reflexionar, de cuestionar y de buscar activamente marcos éticos robustos que nos permitan navegar la complejidad del mundo digital con responsabilidad.
La pregunta "¿y dónde queda la ética?" no admite una respuesta única ni definitiva. Exige un diálogo continuo, inclusivo y multidisciplinar entre expertos, profesionales, legisladores y la sociedad en su conjunto. Requiere un compromiso firme y colectivo con la promoción activa de valores como la transparencia, la rendición de cuentas, la justicia, la equidad y el respeto por la dignidad humana en todos los ámbitos. En última instancia, la ética en la era del nuevo conocimiento no es un complemento opcional, sino el cimiento indispensable sobre el cual debemos construir nuestro futuro compartido. Solo mediante una reflexión ética profunda y una acción coherente podremos asegurar que la transformación en curso nos conduzca hacia un porvenir donde el progreso tecnológico y el bienestar humano avancen verdaderamente de la mano.
Artículos relacionados:
- Reinventar la ética, Juan Benavides Delgado
- Ética, política y derecho, Pablo Álvarez de Linera Granda
- Una nueva nobleza para el siglo XXI, José Antonio Vega Vidal
- La investigación universitaria en comunicación y el conocimiento, Juan Benavides Delgado
-El método socrático en el siglo XXI, José Manuel Vázquez Díez
-El pensamiento crítico como clave para la renovación ética e institucional, Javier Barraca
-Cuán malvada es la marea, Jose Antonio Vega Vidal
-La ética no es ideología sino otra cosa muy diferente, Juan Benavides Delgado
- El método socrático en el siglo XXI –II, José Manuel Vázquez Díez
- Ethos y Logos: Esencia de lo Humano y Base de la Moral, José Luis Fernández Fernández
- A propósito de los sesgos y del eclectismo, Inés Gomis
-¿Por qué nos estamos quedando sin ética?, Juan Benavides Delgado