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¿Cómo ciertos momentos de nuestra vida cotidiana pueden adquirir un carácter trascendental y nos conducen a reflexiones más profundas? Esta pregunta, que se han realizados algunos filósofos durante siglos, es el punto de partida de este artículo. Desde nuestra rutina diaria hasta experiencias aparentemente insignificantes, a veces nos encontramos con vivencias que parecen transportarnos a un lugar más elevado, a un espacio donde lo ordinario adquiere un sentido extraordinario.
La trascendencia de lo cotidiano: reflexiones sobre filosofía, liderazgo y espiritualidad

La búsqueda de respuestas a esta cuestión nos invita a explorar cómo ampliamos el horizonte de lo ético en la vida diaria y cómo encontramos coherencia entre la ética pensada y la ética vivida.

Hace unas semanas, asistí a un Congreso Internacional conmemorando el 300 aniversario del nacimiento de Immanuel Kant en Santiago de Compostela. Con expectativas de sumergirme en profundas discusiones filosóficas, descubrí que lo más valioso no emergió del evento académico, sino de vivencias personales que me permitieron iluminar mi experiencia cotidiana desde un marco ético-filosófico.

Como profesora de filosofía, llegué a este congreso con inquietudes que me transmiten constantemente mis estudiantes. La pregunta más recurrente es: ¿Cómo podemos poner en práctica los principios éticos en nuestras vidas? En tal sentido, el filósofo Jesús Conill, en su libro Ética hermenéutica, ofrece una respuesta clave: incorporar lo experiencial (fáctico) al análisis moral, fomentando así la coherencia entre la teoría y la práctica.  

Precisamente, el objetivo de este artículo es interpretar una experiencia personal desde esta perspectiva. Para ello, utilizo como marco referencial la filosofía práctica kantiana, que aporta los conceptos fundamentales para estructurar el pensamiento ético. Asimismo, recurro a la hermenéutica, entendida como la interpretación de una experiencia vivida, para conectar lo teórico con lo práctico. La unión de ambos enfoques busca alinear, aplicar y fomentar la coherencia entre la ética pensada y la vivida.

Un lugar de paz que conduce a la introspección

Durante mi estancia estuve en la Hospedería San Martín Pinario, un antiguo monasterio convertido en una acogedora hospedería, a pocos pasos de la Catedral de Santiago. Este lugar, cargado de historia y espiritualidad, es mucho más que un sitio para alojarse; es un espacio donde "el alma parece encontrar su hogar".

Años atrás, había compartido este espacio con mi familia. Durante unos días, me sumergí en la atmósfera de armonía que este lugar irradia, y nuevamente confirmé esa sensación de bienestar y plenitud que parece ensanchar el espíritu, expandiendo la conciencia hacia una dimensión más profunda y significativa de la existencia.

La Hospedería no es solo un refugio físico; es un microcosmos que invita a la reflexión y al recogimiento. Sus gruesos muros, patios interiores y habitaciones austeras evocan siglos de oraciones y meditaciones, de búsqueda espiritual y conexión con lo trascendente. Este silencio no es vacío, sino pleno de significado, un espacio donde la mente se aquieta y el espíritu se eleva.

Un encuentro con la trascendencia en lo cotidiano

Durante mi estancia, invité a cenar a mi colega, el filósofo Maximiliano Hernández, sin mencionar previamente mi experiencia. Apenas cruzó el umbral, comentó al camarero: "Aquí hay algo que te transporta, te sientes en paz, en armonía". Este reconocimiento mutuo de la atmósfera del lugar señala un punto clave: la paz y la armonía no solo se experimentan, sino que se comparten y comunican de manera tácita entre quienes las perciben.

La rutina en la Hospedería es en sí misma un espectáculo de orden y dedicación. En el comedor, cada detalle es cuidado con esmero, generando una sensación de hogar en cada huésped. José, el camarero principal, lidera a su equipo desde una vocación profunda de servicio. Su frase, "todo trabajo quema si no tienes vocación para ello", encierra una verdad profunda: cuando el trabajo se realiza con amor y dedicación, se convierte en una fuente de realización personal y colectiva.

Liderazgo humanista: ética y trascendencia

Me pregunté quién dirigía este microcosmos de armonía y trabajo impecable. Fue entonces cuando conocí a María Carmen Furelos, la directora de la Hospedería. Su liderazgo, sereno y visionario, ha tejido un equipo diverso y cohesionado, un verdadero ecosistema humano donde conviven personas de diversas latitudes: españoles, brasileños, africanos, etc. Con honestidad y empatía, ella ha forjado un modelo de trabajo que inspira y eleva, demostrando que, desde la fe y la convicción, se puede iluminar y construir algo verdaderamente trascendente.

María Carmen encarna un tipo de liderazgo que, más allá de las habilidades gerenciales, se basa en una comprensión profunda de la dignidad humana y el potencial de cada individuo. Este enfoque recuerda a la ética kantiana, donde la verdadera moralidad se basa en el respeto por los demás como fines en sí mismos. Kant nos enseñó que la ética no es una cuestión de seguir reglas externas, sino de actuar de acuerdo con principios que reconocen y respetan la humanidad. Bajo la dirección de ella, la Hospedería San Martín Pinario no solo funciona como una máquina bien engrasada; se ha convertido en un modelo de cómo las organizaciones pueden ser lugares donde se honra la dignidad humana y se fomenta el crecimiento personal y colectivo.

La cohesión y el bienestar que se perciben en la hospedería no son casuales; son el resultado de un liderazgo que valora a cada miembro del equipo y que busca elevarlos en su humanidad y en su trabajo. María Carmen ha logrado crear un ambiente donde el trabajo no se ve como una carga, sino como una oportunidad para contribuir al bienestar de los demás. Este tipo de liderazgo es raro, pero cuando se encuentra, tiene el poder de transformar no solo una institución, sino también las vidas de aquellos que forman parte de ella. Es un liderazgo que inspira, que nutre, y que nos recuerda que, en última instancia, todos somos responsables de crear un mundo más justo y humano.

Un encuentro con la música y la espiritualidad

Gracias a María Carmen, tuve la oportunidad de conocer a The Sun, un grupo italiano de rock liderado por Francesco Lorenzi (anteriormente conocido como Sun Eats Hours). Este grupo emprendió una peregrinación hacia Santiago de Compostela impulsado por una fe que va más allá de lo meramente material. Al renunciar al éxito convencional en busca de una vida más espiritual, su historia resuena profundamente con las ideas de los filósofos que ven a la humanidad como un fin en sí mismo, abogan por un vínculo universal de empatía y consideran el mundo como un lugar para vivir con sentido y propósito.

La trayectoria de The Sun es un testimonio inspirador de cómo la búsqueda de éxito y reconocimiento puede transformarse en una búsqueda más profunda de significado y autenticidad. Francesco Lorenzi y su banda, al alejarse del éxito comercial, no solo viajaron físicamente a Santiago de Compostela, sino que también realizaron un redescubrimiento de su propósito como músicos y como seres humanos. Este viaje de transformación encarna la idea kantiana de la autonomía moral: la libertad de actuar conforme a principios que surgen no solo de influencias externas, sino también de una comprensión interna de lo que da sentido a nuestras vidas.

La Providencia quiso que nuestros caminos se cruzaran, y estoy profundamente agradecida a cada persona que conocí en esta experiencia. A través de ellos, confirmé lo que la filosofía enseña sobre la importancia de una vida que va más allá de lo material, que nutre el espíritu y lo eleva hacia lo universal. Espiritualidad, trascendencia, honestidad y sentido de vida son los tesoros que me llevé de esta estancia.

Conclusión: Filosofía, Liderazgo y Espiritualidad

La filosofía, muchas veces percibida como una disciplina abstracta y distante, tiene un profundo arraigo en la vida cotidiana y en las experiencias personales que marcan nuestras existencias. Este viaje a Santiago de Compostela, centrado en un congreso dedicado a Kant, se convirtió en algo mucho más significativo y transformador de lo que había anticipado. La experiencia en la Hospedería San Martín Pinario me recordó que la filosofía no es solo un ejercicio intelectual, sino una forma de vivir y de encontrar sentido en cada aspecto de nuestra existencia.

La Hospedería, con su rica historia y su atmósfera espiritual, se erigió como un “espacio donde la filosofía y la espiritualidad se encuentran”. En sus muros, resonaba la búsqueda del conocimiento y la trascendencia que han caracterizado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. La serenidad y paz que encontré en este lugar no solo me proporcionaron un refugio del ajetreo del congreso, sino que también me invitaron a reflexionar sobre las conexiones profundas entre lo que estudiamos y lo que vivimos. La armonía y el orden que presencié en la rutina diaria de la Hospedería me enseñaron que la verdadera paz y bienestar no son estados pasivos, sino el resultado de un esfuerzo constante y consciente por vivir de acuerdo con principios que honran la dignidad humana y la búsqueda de la trascendencia.

Su decisión de seguir un camino más espiritual, renunciando a la gratificación inmediata por algo más profundo y significativo, resuena con las enseñanzas filosóficas sobre la importancia de la autonomía moral y la búsqueda del bien superior.

Al final, lo que me llevé de Santiago de Compostela fue mucho más que las ideas kantianas discutidas en el congreso. Me llevé una experiencia de vida que reafirmó mi creencia en la importancia de buscar la paz interior, de vivir con propósito y de encontrar en cada rincón de nuestras vidas, la posibilidad de conectarnos con lo trascendental. La filosofía, como la vida, no es un conjunto de teorías abstractas, sino una práctica cotidiana que nos guía en la búsqueda de sentido y de conexión con algo más grande que nosotros mismos.

Esta estancia en la Hospedería San Martín Pinario fue un recordatorio de que la verdadera filosofía no solo se encuentra en los textos académicos o en las conferencias, sino en los lugares que visitamos, en las personas que conocemos, y en las experiencias que vivimos de forma cotidiana. En estos momentos, es donde realmente aplicamos y vivimos los principios que estudiamos, y donde descubrimos que la filosofía es, en última instancia, una guía para vivir una vida plena, significativa y en armonía con el universo.

Al regresar a casa, me di cuenta de que el verdadero viaje no fue a Santiago de Compostela, sino a un lugar más profundo dentro de mí misma, donde las enseñanzas de la filosofía y las experiencias de la vida cotidiana se encuentran y se fusionan para crear una comprensión más completa y enriquecedora de la existencia humana. Este viaje me recordó que la filosofía, cuando se vive de manera auténtica, no es solo un camino hacia el conocimiento, sino también un camino hacia la sabiduría y la paz interior que nos abren a la experiencia de una vida plena de sentido.

Referencias:

Conill, Jesús. Ética hermenéutica. Tecnos, Madrid, 2010.

Gómez Caffarena, José. Teísmo moral. Ediciones Cristiandad, Madrid, 1984.

Kant, Immanuel. Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Arial, Barcelona, 1996.

https://www.youtube.com/watch?v=tknjLFG7HHQ

 

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