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Todos hemos escuchado en repetidas ocasiones la frase acuñada por Francisco de Quevedo en el S XVII “Sólo el necio confunde valor y precio”, frase que aparece de nuevo con el número LXVIII en los Cantares y Proverbios de Antonio Machado “Todo necio confunde valor y precio” y que sin embargo, no parece muy al uso en determinados textos aparecidos hace unos meses en la prensa con respecto a la compra de la “Casa Gomis”, edificación racionalista, situada en un parque natural en la Red Natura 2000 y declarada Bien Cultural de Interés Nacional con categoría de Monumento Histórico, por parte del Ministerio de Cultura.
 A propósito de los sesgos y del eclectismo

Otra cuestión interesante que he tenido ocasión de comprobar se refiere, en muchos de los textos, a las afirmaciones que no se ajustan a la realidad y cuya orientación depende del medio que las publica, de los intereses del propio medio de comunicación o de la organización que promueve la publicación de las noticias.

Ello me lleva a insistir una vez más en la necesidad de un rigor periodístico, que no se debe limitar a lo que dicen las redes o quienes facilitan la información, sino en procurar ir a la fuente para conseguir datos fidedignos y generar en el lector una opinión, que aun con sesgos interpretativos esté basada en hechos y datos, además de dominar los términos y el lenguaje.  Sirvan de ejemplo los hechos que relato a continuación. Se ha ha publicado en diversos artículos de prensa, especialmente en los que hacen alusión a la ampliación del aeropuerto del Prat en Barcelona, que la Laguna de La Ricarda, en el Delta del Llobregat es artificial. Sería sencillo contrastarlo recurriendo a los archivos del Prat de Llobregat, a la familia propietaria de la finca que lleva el mismo nombre o a la tesis doctoral de Mª Angeles Marqués Roca sobre “Las formaciones cuaternarias del Delta del Llobregat”, 1974 Universidad de Barcelona y que se puede localizar en internet, por citar algunas fuentes, pero en mis conversaciones con algún periodista implicado, no lo habían hecho y no conocían el lugar.

A continuación, trataré sobre los muchos artículos y noticias aparecidos en la prensa con motivo de la compra de la “Casa Gomis” en los que se ha comentado el precio, que evidentemente es público por tratarse de una compra por parte del Estado y que algunos han considerado excesivo.  La “Casa Gomis”, es un edificio reconocido internacionalmente en el mundo arquitectónico.  Los muebles, texturas y su entorno están catalogados y así aparece en el expediente de declaración de BCIN.  Ello implica una responsabilidad para los propietarios que afecta a la conservación y mantenimiento del inmueble, además de tenerla abierta al público durante un número de fechas previamente fijadas. Durante los últimos años más de treinta y siete mil personas de todo el mundo la han visitado y con motivo de la Bienal Manifesta, el número de visitantes a lo largo de tres meses ha ascendido a más de cuarenta y cinco mil.

En este caso el Ministerio conocía la tasación llevada a cabo por un arquitecto dalf, es decir pericial y forense, que había solicitado una entidad pública con anterioridad.  Tras iniciar las conversaciones, se procedió a una valoración por parte de profesionales del cuerpo de arquitectos de Hacienda Pública. Esta valoración incluía el mobiliario catalogado, resto de mobiliario diseñado por el arquitecto y una deducción por obras pendientes. En este caso es muy probable que los periodistas, críticos con el precio pagado por el Ministerio, desconocían el lugar y fundamentaron su opinión con criterios de precio, quizás inmobiliarios, y no con criterios de valor que son los que han regido para salvar esta obra icónica. Asimismo, muchos de ellos ignoraban que la casa se abría al público y se organizaban visitas, cuestión de obligado cumplimiento para los propietarios de un BCIN – Bien de Interés Cultural Nacional.

Entre otra muchas, esta experiencia me ha provocado una reflexión sobre dos enfoques, para conseguir información lo más ajustada posible a la realidad y poder construir una opinión. En primer lugar, la necesidad de conocer quienes son los propietarios de los medios de comunicación y cuál es su línea editorial y no limitarse a la lectura o escucha de un solo medio o de aquél que nos complace porque es afín a nuestro modo de pensar. En segundo lugar, buscar el conocimiento a través de la lectura, de la investigación y de las conferencias de expertos en distintos foros, como forma de reducir sesgos y hacer una síntesis que nos permita una decisión ajustada a la posición que estamos dispuestos a adoptar y defender.

Será una situación parecida a las de mi etapa universitaria en la que leíamos el periódico local y escuchábamos las emisoras nacionales, pero completábamos la información con emisoras de radio extranjeras y prensa extranjera, que llegaba con algunos días de retraso, así como la observación de algunos movimientos económicos que podían ser indicio de conflictos relevantes.

Quiero insistir desde aquí en que la opinión debe formarse a partir de lo búsqueda y el contraste de la información y hoy en día la tecnología es nuestra gran aliada para ello, puesto que nos facilita el acceso a todo tipo de medios de comunicación tanto nacionales como extranjeros y los traductores simultáneos nos permiten leer textos incluso en idiomas que no dominamos. Es evidente que determinados países, de sobra conocidos por todos, tienen limitaciones a la libertad de expresión e incluso una línea marcada de información contradictoria con la de otros medios. Así y todo, es importante no rechazar esta información porque es una vía para conocer la ideología de esos países totalitarios que cuentan con un peso relevante en la geopolítica actual y nos dan pautas sobre los potenciales riesgos, tales como las posibles guerras comerciales o de otro tipo, sanciones o bloqueos por enumerar algunos de ellos sin la pretensión de ser exhaustivos.

Este totalitarismo de los estados se está extendiendo en muchas ocasiones a los procesos de discusión o debate, o estás conmigo o estás contra mí,  y por ello es ahora importante apelar a la necesidad de tolerancia, a la capacidad de respetar las ideas de otros, aunque no se compartan, a practicar la escucha activa, a tratar de entender otros puntos de vista y establecer un diálogo constructivo, a practicar la empatía cuando hay diferencia de valores, a buscar soluciones creativas y  puntos de encuentro. Aquí quiero recordar al filósofo Raimon Panikkar cuando me comentaba que había que preguntar a nuestros interlocutores sobre los valores en sus culturas para tratar de entenderlos.

Quizás también es importante también considerar el eclectismo y por qué no, recordar las palabras de Karl Popper en su discurso sobre “EL Conocimiento de la ignorancia” con motivo del otorgamiento de Doctor Honoris Causa de la Universidad Complutense de Madrid el 28 de octubre de 1991, en el que menciona el principio ético de la falibilidad: “Quizá yo esté equivocado y quizá Vd. tenga razón, pero desde luego, ambos podemos estar equivocados”.

Y todo ello sin olvidar que, tras la lectura, debemos seguir practicando al igual que Sócrates el diálogo, formulando las preguntas adecuadas, los “prompts” como actualmente denomina la IA Generativa, para conseguir aproximarnos a la verdad. Nihil novum sub sole (Eclesiastés capítulo 1 vs 9).

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