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Quién no ha escuchado la tonada del sainete lírico “La Verbena de la Paloma” que dice: “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad” cuyo libreto de 1894 debemos al dramaturgo Ricardo de la Vega. Y no iban desencaminados Don Hilarión y Don Sebastián dándose réplica uno al otro sobre lo pasado y lo presente, y quién sabe si una perspectiva futura. No solo las ciencias adelantan, también la sociedad.
Una nueva nobleza para el siglo XXI

Y donde antes contábamos con una estructura social que venía marcada por la cuna o la fortuna que cada cual había podido crear, ahora se ha transformado en una estructura política y empresarial que viene a dar forma a un nuevo modelo de sociedad. Y ese nuevo modelo crea clases, y rompe la escalera de crecimiento social, y convierte a la población en parte de un modelo neofeudal donde unos sobreviven para que otros vivan. En este punto, y sin haber puesto punto y aparte al primer párrafo, el lector ya se sentirá leyendo una declama a favor de unos o de otros, y lamento informarle que no será así.

El avance científico (y social) ha traído consigo un pretendido “nuevo conocimiento”. Un avance sobre el pasado que viene a dar pie a un esplendoroso futuro, o al menos eso nos tratan de colegir. Pero ese ejercicio seráfico[1] tiene la mala costumbre de encontrarse con la realidad en su búsqueda de la atención de las masas. Sea pues, que tenemos el anticipado modelo neofeudal, con un nuevo conocimiento y un coro seráfico para mayor loa de los líderes de la cuestión. Y así nos encontramos con un esquema en el que mediante la transformación de la realidad social, o tergiversación si el caso lo permite, el lenguaje y los hechos antes significantes ahora no son más que piezas de un entramado tal que el de una marioneta que maneja hilos aparentemente invisibles para el común de la sociedad. Y, ¿por qué creo importante pararnos sobre este modelo? Pues porque en ese proceso de cientifismo la persona ha queda en segundo plano y la ética, nunca tan citada, no había sido tan maltratada nunca. La parte material de la ética no es un concepto nuevo. Se podría incorporar al imperativo hipotético kantiano que junto con las máximas y los imperativos categóricos conforman las proposiciones morales o normas. Pero esta ética material ya se vio tratada en Sócrates, tomándola por virtud; en Platón, asociándola a la justicia, la belleza y el bien; a Epicuro que la definía como el placer visto como ausencia de dolor; al propio cristianismo que la asoció al bien por la voluntad de Dios; Hume que la vistió de sentimiento de aprobación y a Rousseau que la indicó como amor propio para llegar finalmente a Stuart Mill que la marcó con el sello que hoy nos ocupa, la utilidad.

Pues bien, teniendo ya sobre la mesa nuestros instrumentos de trabajo vamos a poner negro sobre blanco una opinión sobre lo que estamos viviendo.

Tesis: Los mitos sociales han quebrado por el nuevo conocimiento donde las tendencias de las cuales destacare las asociadas al medio ambiente han transformado nuestras principales instituciones: universidad, creencia religiosa y sociedad civil. Y el vehículo para esa transformación han sido los medios de comunicación que han perdido su papel de observadores y relatores de hechos para formar parte del mensaje que transmiten incorporando de buena fe, o sin ella, su opinión a los hechos y transformando con ello la realidad social.

Antítesis: Es necesario reformular los principios y valores de los medios de comunicación para que vuelvan a sus orígenes y sean fuente de conocimiento imparcial para la formación del espíritu crítico social y ayudar a que cada uno, en función de su conocimiento y acerbo intelectual elabore sus propias conclusiones.

Síntesis: Se necesita revisar en profundidad el cimiento de nuestra sociedad para poder reconstruir los principios y valores que nos permitan crecer como sociedad y evolucionar en ese tránsito social.

Recapitulemos entonces:

  • Neofeudalismo
  • Nuevo conocimiento
  • Coro seráfico
  • Revisión del sustrato social

Aquí comenzamos a atisbar el problema y la dificultad de la solución. Quienes forman parte de la neonobleza, no necesariamente adquirida por cualidades personales sino por posición, poder, dinero, influencia política o causas no necesariamente equitativas, al igual que les ocurría a los nobles de la etapa previa a la ilustración, no están dispuestos a permitir que quienes no formen parte de su círculo cambien las reglas del juego que tan beneficiosas les resultan. El nuevo conocimiento está por tanto en sus manos y lo dirigen según sus criterios e intereses no necesariamente de interés general. Y para asegurar que no se rebelen las masas mantienen a sus coristas lanzando mantras de tranquilidad o de agitación para controlar las masas y pensamientos en la línea única de interés para sus mejores intereses. Y no hay interés en que se revise el sustrato social. Lo que existe es un interés mucho más claro y preciso por mantener el control activo y firme sobre ese sustrato social. Argumentando sobre la importancia de la persona se ataca la base de la persona; argumentando la ética del propio comportamiento se alienta la beligerancia dialéctica y se justifica la belicosidad; defendiendo la actuación propia se acude a la ideología como fórmula suprema de control y adherencia a los principios del estado neofeudal; y favoreciendo la degradación del espíritu crítico se garantiza la continuidad de ese nuevo régimen “ad maiorem gloriam[2]”.

Posiblemente el lector estará esperando que ponga nombre y apellidos a los miembros de la nueva nobleza de este estado neofeudal, pero si lo que propongo es el espíritu crítico me permitirá que le devuelva la pregunta y le haga reflexionar sobre quiénes pueden ser. No son de derecha ni de izquierda, ni de arriba ni de abajo. Son partes de ese constructo social en el que nos encontramos y en el que se cumple la máxima de que “todos van a lo suyo… menos yo”. Y claro es que yo voy a lo mío y por eso todos los demás me resultan contrarios en mis intereses más profundos.

El ser humano es inquieto, está siempre dispuesto a explorar y aprender, pero en ocasiones nos encontramos que los seres humanos que cumplen esas características son también menos beligerantes que los que quieren imponer y dominar y eso suele tener efectos catastróficos. El sentido de dominación que es también innato al ser humano, el deseo de ejercer poder sobre los semejantes lleva a un “derecho de pernada” en lo intelectual y humano que no merece otra respuesta que la crítica más ácida, la denuncia más clara y la defensa de la propia esencia de la liberta y el conocimiento. Poco de científico tiene quien no es capaz de debatir y refutar una idea, de valorar el punto de vista del otro desarrollando la empatía y, con todo ello, ser capaz de crecer. Pero, por otro lado, poco de inteligente tiene el pensar que todas las ideas son válidas de principio sin haber argumentado su valía o demostrado su viabilidad. Con ello se pone en cuestión tanto al extremismo como a la dictadura en todas sus formas, pero deja sin resolver la principal cuestión: ¿Y qué podemos hacer?

Creo mi obligación dar una alternativa, de tantas otras posibles. Debemos formarnos, debemos saber crear y escuchar, entender y aprender, formarnos y avanzar, desarrollar espíritu crítico y evolucionar, pero también defender lo que creemos válido y sobre todo y por encima de otra cuestión, debemos tener capacidad de pensar, conocimiento para valorar y espíritu crítico para encontrar aquella vía de desarrollo que nos haga mejores cada día por nosotros mismo y por todos aquellos con los que tenemos la suerte de encontrarnos en nuestro camino.

 

[1] Explico la idea. El coro seráfico es el coro de  los serafines y estos no son otros según nuestra querida RAE que “cada uno de los espíritus celestes que forman su primer coro y, junto con los querubines y los tronos, la primera jerarquía, la cual contempla directamente a Dios y canta su gloria.”

[2] A mayor gloria nuestra.

 

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