Las noticias que nos llegan sobre los comportamientos éticos de nuestros dirigentes políticos, empresariales, institucionales… resultan, en demasiadas ocasiones, negativas: cuando ponen sus intereses personales o de grupo por delante de los de la entidad que representan o del colectivo que ha puesto en ellos su confianza (lo que en el lenguaje de gestión llamamos problema de agencia) y, todavía peor, cuando se vulnera la ley, las normas o los principios éticos elementales.