En los últimos años, la inteligencia artificial (IA) ha tomado cada vez más protagonismo en la vida cotidiana de la mayor parte de las personas. Luego de la crisis de la COVID-19, nuestra dependencia a ella se ha disparado aún más. En el contexto actual, recurrimos a la IA para ayudarnos a limitar las interacciones físicas, predecir la próxima ola de la pandemia, y hasta para hacer la compra. El último informe del Instituto de Investigación Capgemini explica, entre otras cosas, que para que la IA sea confiable, debe ser éticamente sólida y contar con buenas prácticas internas de auditoría.