Hace tiempo que los politólogos y sociólogos nos han informado de la degradación democrática que se percibe en el mundo. Da la impresión de que los políticos actuales, con los medios que disponen de comunicación y propaganda interesada, se sienten autorizados para deformar la realidad en su propio interés, utilizando precisamente nuestro dinero, el aportado con los impuestos. Esta situación descrita ha sido siempre así, aunque ahora es especialmente preocupante por los medios tecnológicos existentes. No se trata de conseguir democracias utópicas, pues Aristóteles y Maquiavelo ya manifestaron que sería imposible, sino corregir los errores cometidos para no degradar la dignidad de las personas y, por supuesto, la naturaleza.