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Estamos viendo en nuestra sociedad que ciudadanos y políticos priorizan intereses personales por encima del bienestar común; la ética de la Res Publica se va apartando de la esfera pública, del mismo modo que el concepto de bien común.

Aristóteles ya nos decía que el ser humano tiene la responsabilidad moral de ser feliz en comunidad y tratar de que otros sean felices; ese es precisamente uno de los planteamientos básicos de la ética, que de diversas formas aún tiene peso en muchos lugares del mundo.

Sin embargo, estamos en una etapa en que nuestra sociedad parece haber olvidado valores elementales. Los ciudadanos imponen sus exigencias sin tener en cuenta qué perjuicios pueden ocasionar a terceros, mientras los gobernantes se centran en conservar sus prebendas por encima de cualquier obstáculo.

Tenemos dos ejemplos muy recientes:

Primer ejemplo: Los trabajadores de Navantia han organizado diferentes manifestaciones para asegurarse la producción de cinco corbetas compradas por Arabia Saudí. El Diario de Cádiz explica que las movilizaciones arrancaron a raíz de que el Ministerio de Defensa se cuestionara la suspensión de la venta de bombas de precisión a Arabia Saudí ante la posibilidad de que sean usadas para atacar Yemen.

Hasta los niños saben que una corbeta no es un barquito de papel para jugar en el estanque, y que los países que las compran no están pensando en jueguecitos infantiles. Todo el mundo sabe también que las bombas de precisión no se utilizan en las verbenas a modo de confeti.

Según el SIPRI (Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz), tres empresas españolas (Airbus Military, Navantia e Indra) se encuentran entre las 100 mayores compañías mundiales del sector de defensa y seguridad. De modo que hace mucho tiempo nuestro país fabrica y vende armamento a gran escala, y los ciudadanos lo ignoramos y / u obviamos porque es más cómodo mirar hacia otro lado que hacer examen de conciencia. ¿Cómo vamos a admitir tranquilamente que nuestro negocio causa dolor y muerte a miles y miles de personas?

Los trabajadores de Navantia, además de exigir garantías respecto a sus puestos de trabajo, han dejado claro que no se plantean en absoluto el terrible mal que están causando a otras personas que, como ellos, tienen derecho a vivir. Y nosotros - el resto de la sociedad - hemos dejado claro que conocemos nuestra condición de potencia armamentística y que lo importante es facturar (se supone que así se aseguran puestos de trabajo).

Segundo ejemplo: En estos momentos tenemos tres políticos acusados de hacer trampas para conseguir un título de Máster o de Doctorado. Aunque todavía no se tienen todas las evidencias deseables, es preocupante que la clase política se vea inmersa en esas oscuras manipulaciones para mejorar su imagen profesional, asegurar su posición en el Parlamento o vaya a saber qué otros objetivos que - en cualquier caso - están lejos de perseguir el bien de la ciudadanía.

Estos políticos dañan a la población de dos formas diferentes: la más importante es que los ciudadanos recelamos por ello de cualquier cosa que digan o hagan, y ello tiene consecuencias en los niveles de bienestar social, la toma de decisiones económicas en las empresas, la intención de voto, etc., etc.

Otra forma de dañar a los ciudadanos es la pérdida de credibilidad que estas trampas generan respecto a la validez de los estudios en cuestión; por ejemplo, Statista nos explica que en España se cursaron casi 185.000 másteres en el curso pasado, y muchos de ellos serán mirados con lupa en procesos de selección y promoción de personal.  Ya corre en las redes una petición en Change.org para que una universidad facilite información sobre másteres cursados por políticos, lo que nos da una idea del nivel de preocupación y de agravio comparativo que están generando estos casos.

De modo que tenemos a ciudadanos y gobernantes que, cada uno desde nuestra posición, procuramos nuestro propio bienestar sin considerar siquiera los posibles perjuicios que podemos causar a otras personas y a la sociedad en su conjunto. ¿Qué se ha hecho de la Res Publica? ¿Cuándo vamos a recuperar las enseñanzas de ética y moral en escuelas, institutos y universidades? ¿Cuándo vamos a organizarnos como ciudadanos para conseguir implantar valores básicos que nos dignifiquen como sociedad?

En este artículo se habla de:
OpiniónPolíticaética

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