Cada vez que escribo de Haití se me hace un nudo en la garganta. Me ocurre desde que conocí ese país, de la mano de Alianza por la Solidaridad-Action Aid, una de las ONG que desde hace muchos años, antes incluso del fatídico 2010, continúa trabajando, con gran parte de su personal haitiano, en buscar recursos para encontrar salidas a un país con enemigos de todo pelaje: políticos, económicos, ambientales, climáticos y también geológicos. Esta semana, que se celebra el Día Mundial de la Solidaridad, ese nudo se aprieta con los rostros que veo en las fotos que me llegan desde Les Cayes, la zona más gravemente afectada el 14 de agosto por un terremoto de 7,4º de magnitud que causó más de 2.200 muertos, más de 12.000 heridos y destruyó total o parcialmente más de 130.000 casas.