El mutualismo es una estrategia evolutiva que hace que las cosas funcionen bien para varias partes implicadas. Según la Revista Science, existen más de 18.000 relaciones mutualistas entre 302 especies de animales con especies vegetales en todo el planeta. Esto implica que más de la mitad de los árboles y los arbustos necesitan que un animal se coma su fruto para poder reproducirse, bien dejando caer sus semillas o bien tragándolas y después expulsándolas, defecando o vomitando. El esquema responde a un sencillo mecanismo de colaboración: yo te doy de comer y tú me plantas más allá.
El mutualismo ejemplifica relaciones de mutuo beneficio para ambas partes. ¿Qué pasa cuando una de ellas desaparece o no hace su trabajo? Pues que el sistema se quiebra. Así está ocurriendo con muchas de estas especies, por ejemplo, la acelerada extinción de los elefantes en África[1] está provocando la desaparición del boko (Balanites wilsoniana), un árbol que domina las alturas de las selvas del centro de África[2].
También con el espino silbante (Acacia drepanolobium), que vive en asociación simbiótica con una colonia de hormigas (las Crematogaster mimosae): estas protegen al árbol de los elefantes y a cambio el árbol las alimenta y da cobijo[3]. Estas hormigas están desapareciendo debido a su exterminio por una especie invasora, las hormigas leonas que, lentamente y pasando desapercibidas, han ido colonizando el espacio ocupado por las primeras. El problema es que estas nuevas hormigas no defienden a las acacias africanas de los elefantes, con lo que estos están acabando con dichos árboles. Como consecuencia, los leones ya no pueden esperar a sus presas, las cebras, escondidos entre estos árboles y se han tenido que buscar otro alimento, los búfalos.
Todo ello ha supuesto una rotura en el ecosistema de la sábana africana, cuyas consecuencias no serán buenas: cualquier alteración en la interacción entre especies que forman parte de una red natural genera cadenas de efectos directos e indirectos que alteran la aptitud de estas especies y ponen patas arriba todo el sistema, como ha demostrado un estudio científico publicado en la Revista Nature[4]. Esto es lo que suele ocurrir cuando se introduce una especie que no forma parte de dicha red natural e invade la misma con comportamientos que rompen el mutualismo[5].
Las interacciones mutualistas explican el buen funcionamiento de las comunidades, cuando se alteran dichas interacciones porque una de las partes desaparece, deja de cumplir su función o se sustituye por otra, que no solo no la cumple sino que la destruye o altera, las comunidades y sus ocupantes sufren y se deterioran.
El mutualismo ejemplifica la importancia de la interacción entre individuos de diferentes especies, en donde ambos se benefician y mejoran su aptitud biológica. En el caso del ser humano también la psicológica. Ambas partes de la relación logran sus propósitos y metas al actuar de forma conjunta, aportando cada una su parte, ejerciendo su función y asumiendo su responsabilidad. Si una deja de hacerlo o desaparece, la otra también y, además, se producen consecuencias para el sistema del que forman parte. De la misma forma que sin avispas no tendríamos higos, sin seniors no tendríamos juniors que aprenden de ellos y se desarrollan mejor y más rápido hasta convertirse en nuevos seniors, y sin juniors no tendríamos seniors, además, de que serían unos seniors desactualizados.
Una empresa socialmente responsable debe pensar y tomar decisiones con enfoque mutualista. Debe tener en cuenta cómo afecta, cada nueva práctica, medida, herramienta,, o proceso de trabajo, que introduce, implanta o modifica, a la relación existente entre las partes afectadas, sea la comunidad externa, la interna, las personas de la organización, el entorno ambiental o cualquier otro stakeholders.
¿La decisión altera la relación e implica romper el mutuo beneficio de las partes? Esa es la gran pregunta. ¿Alguna empresa se ha preguntado como la “gestión algorítmica” afecta al bienestar de los trabajadores? Según las investigaciones de Kellogg y sus colegas[6], si bien los algoritmos pueden mejorar la precisión y objetividad de las decisiones, también pueden afectar las condiciones del bienestar de los colaboradores. El exceso de gestión algorítmica produce apatía, desconfianza, desconexión e impotencia en las personas, que se sienten vulnerables trabajando sometidos a un sistema sobre el que no tienen ningún control (Wood y Lehdonvirta)[7].
El control que la tecnología ejerce sobre los trabajadores está dando lugar a una baja moral y motivación de los empleados, puesto que cuando sienten que son vigilados y monitoreados de forma constante, pierden interés en su trabajo, se desconectan de la empresa, su sentido de pertenencia y su compromiso disminuyen. Así mismo, Kellogg advierte que cuando las personas sienten que están dirigidas por un algoritmo, que perciben como injusto, aumenta su disposición a comportamientos no éticos.
Este es un claro ejemplo de como se rompe el mutualismo en una relación con la introducción de un nuevo factor en la misma, en este caso la tecnología. Una de las partes sale beneficiada, la empresa, pero la otra no, los trabajadores. Además, esta alteración en la relación trabajadores-empresa, acarrea otras consecuencias a nivel de sistema, deterioro del clima laboral, disminución del compromiso, desconexión con el trabajo, aumento de las probabilidades de comportamientos no éticos.
No son las únicas consecuencias que la tecnología está provocando en las personas. La fatiga algorítima, tecnoestrés, déficit de atención, son algunos otros efectos. Nicholas Carr, describe en su libro “Superficiales” como la tecnología está alterando nuestros procesos neuronales y afectando a nuestra mente: pérdida de concentración, pensamiento profundo, reflexión.
Por todo ello cabe preguntarse si la introducción de la tecnología en las empresas se está realizando en términos de cooperación mutualista con el ser humano, o más bien en términos de invasión, colonización y dominación ¿Puede existir una relación de mutualidad entre el ser humano y la tecnología?
El mutualismo, como explica Michael Tomasello[8], es el proceso que explica la cooperación humana, y de esta han surgido las mayores hazañas cognitivas e innovaciones de la historia. Este mismo autor, señala que la clave para lograr metas comunes a través de actividades cooperativas compartidas, está en la motivación y capacidad para prestar atención a los respectivos estados intencionales y poder coordinarse. ¿Es posible este tipo de atención en entornos virtuales? ¿Es posible en entornos de teletrabajo?
Deberíamos plantearnos si la “tecnología” es la nueva especie invasora del ecosistema humano y como está alterando las relaciones entre personas dentro del trabajo (compañeros de trabajo, trabajadores-clientes) y entre éstas y el trabajo en sí. Cuando es un chabot el que atiende a un cliente, la empresa se puede estar ahorrando miles de euros en personal y ahorro de tiempo, pero está erosionando el ecosistema relacional al impedir la interacción persona-persona, trabajador-cliente, sustituyéndola por persona-máquina. Cuando las reuniones entre compañeros de trabajo son virtuales, con una pantalla por el medio, que impide el contacto energético, dificulta la empatía, ¿cómo afecta esto a la relación?
El mutualismo, la cooperación en los humanos evolutivamente ha supuesto la emergencia de un sentido del “nosotros”, que surgen ya en los niños pequeños y parecen no tener otras especies, según Tomasello. Las alteraciones en las relaciones, que la tecnología está provocando, destruyen el mutualismo, la cooperación y pueden acabar con ese sentido del “nosotros”. Sin él es imposible hablar de una verdadera responsabilidad social. Además, el mutualismo es el paso evolutivo previo al altruismo. Destruyendo las relaciones mutualistas, estamos destruyendo mucho más, destruimos la cooperación, el altruismo, la empatía, la solidaridad.
Edgar Morin, advertía estos días en El País sobre sus peligros con un revelador titular “La tecnología progresa, el pensamiento retrocede”. Mientras la tecnología progresa, la humanidad retrocede, porque la tecnología está quebrando muchas relaciones de mutualidad. Quizás la tecnología sea nuestra “hormigas leonas”.
[1] Debido en una gran parte a su caza furtiva para la comercialización ilegal de sus colmillos, compuestos de marfil.
[2] El País “Cuántos menos animales hay, pero les va a las plantas”. Enero. 2022. https://elpais.com/ciencia/2022-01-20/cuantos-menos-animales-hay-peor-le-va-a-las-plantas.html
[3] El País “Las hormigas que derrotaron a los leones”. Enero. 2024. https://elpais.com/ciencia/2024-01-25/las-hormigas-que-derrotaron-a-los-leones.html
[4] Cosmo et al.” Indirect effects shape species fitness in coevolved mutualistic networks”. Nature volume 619, pages 788–792 (2023).
[5] El País “El efecto abeja: un simple cambio en una red biológica puede generar consecuencias catastróficas”. Julio. 2023. https://elpais.com/ciencia/2023-07-20/el-efecto-abeja-un-simple-cambio-en-una-red-biologica-puede-generar-consecuencias-catastroficas.html#?rel=mas
[6] Kellogg, K., Valentine, M. y Christin, A. (2020).Algorithms at work: The new contested terrain of control. Academy of Management Annals, 14(1),366-410.
[7] Wood, A y Lehdonvirta, V. (2021). Platform Precarity: surviving algorithmic insecurity in the gig economy. SSRN.
[8] Tomasello, Michael (2004). ¿Por qué cooperamos? 1º Edición en castellano 2010. Katz Editores. Buenos Aires.