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Los que enseñamos tecnologías – y con más fe, los de tecnologías de la comunicación- llevamos años ya diciendo a nuestros alumnos que la competencia más relevante ha dejado de ser el conocimiento profundo de tal o cual herramienta y ha pasado a ser la adaptación al cambio la que garantiza el éxito, ante la abrumadora seguridad de que las tecnologías evolucionan y mutan exponencialmente, dando la razón al Moore de 1965.

Inteligencia Artificial, Blockchain, Metaverso, Nanotecnología, Realidad Aumentada o Big Data copan todo tipo de literaturas augurando con idéntica contundencia panaceas utópicas y distopías demoledoras.

Fue bautizarlo Zuckerberg y medio planeta alzó las orejas. Metaverso es la palabra que ha hecho que nos pongamos en guardia, que estemos atentos otra vez a lo que viene. Sin embargo, creo conveniente aclarar matices y valorar situaciones.

El Metaverso del creador de Facebook, a pesar de su planteamiento teórico de desarrollo, a día de hoy apenas existe. Plantea, para los menos duchos, una especie de universo alternativo en tres dimensiones al que se debe acceder mediante un sistema de Realidad Virtual: gafas, mando, conexión con el ordenador. El planteamiento macro es recrear el mundo físico y a partir de ahí, que cada usuario interactúe en ese mundo virtual con las ventajas considerables de tener el aspecto que uno desee (incluido género, edad, color de piel, etc) pudiendo jugar, comprar, asistir a conciertos, eventos culturales, es decir, trasladar el ocio al universo virtual.

Por ahora, nada más lejos de la realidad, el Metaverso, como tantas otras tecnologías disruptivas no ha tenido más acogida que el puñado de académicos interesados en estar al tanto de lo que se mueve y la pléyade de “early adopters” y “beta testers” que nutren los diez mil blogs sobre innovación y tecnología.

Las razones de este poco éxito estriban, como casi siempre, en que no mejoran lo anterior. Las gafas de Realidad Virtual no son cómodas, la forma de interacción no es usable, pero sobre todo, no mejoran lo esencial: las relaciones entre las personas. Los que hemos podido dar un garbeo por algunos de esos sitios hemos podido comprobar que tener una reunión de negocios con cara de muñeco (los avatares aún son así), probarte ropa virtual o intentar fingir que lo pasas bien en una piscina de bolas es casi todo lo que puedes experimentar y no merece la pena.

Sin embargo, si que hay una pregunta relevante ¿pero va a llegar ese Metaverso prometido? Me explico, esa promesa plantea un universo hiperrealista con unos sistemas de interacción basados en trasmisión de órdenes a través de electromiografía (gestos hechos con las manos, presiones de puño, contacto entre dedos, etc). Es decir, un espacio virtual absolutamente idéntico al real.

Si la respuesta es que sí, y yo creo que es que sí progresa el desarrollo de las aplicaciones de Inteligencia Artificial como las que están naciendo estos días. Dall-e o Dream Studio generan miles de imágenes a partir de la solicitud mediante una sentencia escrita: “una imagen de un caballo rojo con gafas de sol azules, con la ciudad al fondo en una puesta de sol” click y sale la imagen de este artículo junto con otras cuarenta más que no existían hasta ese momento. ¿Magia? Casi.

El Metaverso “pata negra” permitirá, mediante esa inteligencia entrenada, crear todo tipo de espacios y seres con los que interactuar a medida de manera cómoda y amable. Y en ese momento surgirán las grandes dudas. Bueno en ese momento no, las grandes dudas, ya están aquí. Quizás en ese momento surjan las grandes respuestas. Otra cosa es si estaremos adaptados para encajar esas respuestas, si nos gustarán y cómo las integraremos en nuestro día a día.

Es posible que cuando ese Metaverso o realidad alternativa esté a punto se puedan hacer cosas tan sencillas como interactuar con tu marido fallecido al que mapeamos en 360º cuando aún estaba de buen ver, y como recogimos muestras de su voz y unas cuantas fotografías de su cara, mediante tecnología Deep Fake - la misma usada en el anuncio de Lola Flores a la que se conoció por su acento – tendremos al “difunto” devuelto a la vida y charlando con nosotros de lo mundano, y me temo que dándonos -ahora sí, por fin – la razón en todo. También podremos convertirnos en Brad Pitt y salir en nuestra Harley a recorrer la Route 66 en un día soleado. Entraremos en un Motel de carretera y veremos a Angelina sonriente esperándonos para una cena romántica.

Pero hasta ese momento, no deberíamos bajar la guardia, porque si miramos el bosque desde arriba, deberíamos ser conscientes de que esa gran migración que vendrá, ya ha comenzado. Las redes sociales son en sí mismo un Metaverso encubierto. Un Metaverso no físico ni virtual, sino existencial, al que muchos individuos se están mudando.

Los porqués son sencillos de entender. Los extraigo de una investigación que hemos publicado este mismo año y en la que jóvenes de 15 a 18 años valoraban afirmativamente (en ocasiones con vehemencia) su adhesión a sentencias del tipo: “Me siento más cómoda en las redes sociales que en la vida real”; “Tengo más amigos en las redes sociales que en la vida real”; “Mi yo de las redes sociales me gusta más que mi yo real”; “Me divierto más en las redes sociales que en la vida real”. Estas afirmaciones se veían refrendadas en lo cualitativo con frases como “la última vez que me probé un top en la tienda XX, estaba pensando en la foto que pondría en redes sociales” o “compro zapatillas deportivas para hacer la foto, subirla a las redes y después las devuelvo. Así paso todo el tiempo”.

Ya estamos en ese proceso de migración. Más los jóvenes, lógico. Debemos ser conscientes de que en este tsunami tecnológico, no ha llegado ni siquiera la primera ola. Solo nos está llegando el viento premonitorio. Lo que viene es enorme, demoledor y transformador. Que sea positivo o negativo depende de nosotros, de los usuarios, de las personas, porque una vez más, no deberíamos olvidarnos de dos cosas: Una, el Metaverso, la Inteligencia Artificial, son solo herramientas. Como un papel, como un bolígrafo, como el cuchillo jamonero. Para lo que esas herramientas sirvan, lo diremos nosotros. Yo veo posibilidades inimaginables en educación, en medicina, en comunicación…en ocio, pero también riesgos. Y dos, el hombre, desde que se comunica o desde el fuego, siempre ha considerado su época como el culmen del desarrollo. ¿no deberíamos plantearnos esto? ¿Pensar que por mucho móvil e internet que disfrutemos, no estamos una vez más en los albores del desarrollo tecnológico?

Por último, una reflexión más profunda y un tanto alarmista. Estas herramientas de incuestionable valor van a ser determinantes en la construcción de la personalidad y de la identidad de los seres humanos. Las cuestiones éticas, los marcos de pensamiento asentados y hasta muchas de las creencias más profundas se van a tambalear deslumbradas por universos posibilistas, cortoplacistas y baratos. Es, a mi modo de ver, la educación urgente y permanente (no tanto de los nativos, sino de los que ya nos está molestando el viento) la que debe amoldar ese camino. La brecha entre los nativos digitales y las generaciones pretéritas ya es enorme. Pero la diferencia que va a haber entre las generaciones pujantes de hoy día y sus secuelas va a ser incalculable. La propia esencia del ser humano que tiende en ese contexto a convertirse en un cyborg hibridado entre lo virtual y lo físico, está en juego. Depende de nosotros, ahora mismo, marcar las líneas que conformen el legado de una humanidad a la que están (estamos) arrancando su humanismo.

 

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