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Las empresas son agentes sociales determinantes, pero hoy su eficacia no reside únicamente en la dimensión económica. En el siglo XXI, son cada vez más las empresas comprometidas con la gestión ética y socialmente responsable. Este compromiso nació de un cambio en la teoría de la empresa. La teoría de los grupos de interés modificó la forma de entender la actividad empresarial. Comprender el conjunto de relaciones que conforman un negocio es la clave. Hacer negocios tiene que ver con cómo los clientes, proveedores, empleados, comunidades, financiadores y gestores interactúan y crean valor. Un directivo debe conocer cómo funcionan esas relaciones, administrándolas de la forma más virtuosa posible.

La nueva responsabilidad social de la actividad empresarial ha sido el resultado de una larga historia. Lecturas como Social Responsibilities of the Businessman, de Bowen[i], Strategic Management: a stakeholder approach, de Freeman[ii], Cannibals with Forks: the Triple Bottom Line of 21st Century, de Elkington[iii] o Creating Shared Value: Redefining capitalism and the role of the corporation in society, de Porter y Kramer[iv], fueron fundamentales. Poco a poco, las empresas empezaron a interesarse por los aspectos extrafinancieros de su actividad, apareciendo el enfoque ESG (Environmental, Social & Governance). A partir de entonces, los aspectos sociales y ambientales se convirtieron en imperativos que, junto a los resultados financieros, definieron el esquema tridimensional e interdependiente de los negocios sostenibles[v]. Como resultado, se iniciaron estudios para determinar si, como establece la teoría, las empresas con una alta responsabilidad corporativa —con un modelo de gobierno corporativo distinto al tradicional— superan a las que no adoptan buenas prácticas con sus grupos de interés[vi].

Pero esta comprensión de la actividad económica y empresarial ha sido objeto de fuertes críticas. La primera referencia histórica ineludible fue la definición de propósito empresarial elaborada por Milton Friedman en Capitalism and Freedom[vii]. Friedman creía que el CEO de una empresa, como empleado de los accionistas, debía defender los intereses económicos de estos, es decir, incrementar los beneficios de la empresa en un escenario libre sin fraude ni engaño. Esta, y no otra, es la verdadera responsabilidad empresarial. Establecer otras reglas del juego es un grave error, tan grave como subversivo. Tan influyente fue su comprensión de la actividad empresarial que hoy en día sigue siendo una referencia con muchos seguidores.

En 2019, y en una línea diferente, la Business Roundtable —uno de los principales lobbies empresariales que agrupa empresas como ExxonMobil, JPMorgan, Apple o Walmart— lanzaba un comunicado en la que redefinía el "propósito de la actividad empresarial". El beneficio de los accionistas se convertía en un objetivo más, al mismo nivel que el cuidado del medio ambiente, el fomento de la diversidad o la inclusividad, entre otros criterios.

Pronto se escucharon voces críticas. De hecho, el comunicado no fue firmado ni por banco de inversión Blackstone ni por la multinacional General Electric, entre otras compañías. El Council of Institutional Investors, muy preocupado, respondió que este tipo de rendición de cuentas difuminaba la verdadera responsabilidad empresarial —"accountability to everyone means accountability to no one"— que consiste en, sobre todo, dar beneficios a unos agentes concretos. En consecuencia, este "nuevo capitalismo de stakeholders" podría tener consecuencias negativas para accionistas e inversores. Para lograr valor para los accionistas es fundamental respetar a las partes interesadas, "pero también tener una clara responsabilidad ante los propietarios de la empresa", afirma el Council. Es decir, una vez más, Milton Friedman: no hay que redefinir el propósito empresarial, este consiste principalmente en dar beneficios. El resto de cuestiones no son aspectos estratégicos; no tienen conexión con la generación de valor a largo plazo para los accionistas y son los gobiernos quienes deberían definir los objetivos sociales.

Las críticas arreciaban: ¡es una estrategia de lavado empresarial del nuevo capitalismo corporativo! Se empieza a hablar entonces del capitalismo woke, término introducido por Ross Douthat en 2018 para identificar cómo el capitalismo protegía su propio interés al abrazar causas progresistas. A través de esta nueva estrategia corporativa, las empresas lograrían una menor regulación o una exención en el pago de impuestos. Las corporaciones estarían en correspondencia ideológica con los nuevos valores sociales, incluso algunas se convertirían en agentes líderes del cambio. Hoy, la enemistad con esta nueva doctrina ha llegado hasta tal punto que el cofundador de Paypal e inversor de riesgo, Peter Thiel, ha afirmado recientemente que "la doctrina ESG es el enemigo". Para el multimillonario y propietario de Tesla, Elon Musk, los índices ESG "son una estafa escandalosa".

Es muy difícil reflejar en pocas palabras la complejidad del problema, lleno de aristas y elementos sin pulir. Pero, como conclusión, planteo la siguiente pregunta. Los nuevos millonarios e inversores de riesgo, ¿dan por perdida la existencia habitable en el planeta Tierra y quieren focalizar su mirada —y su dinero— en otras propuestas y proyectos? Pensemos en el intento de Elon Musk de olvidarse de nuestro planeta y colonizar Marte, en la propuesta de Peter Thiel de revertir el envejecimiento —¿para los más pudientes mientras aumenta la pobreza?— o en el proyecto de Sam Altman y Ray Kurzweil de subir mentes a computadoras —desconociendo por completo el problema filosófico de fondo. Como afirma Douglas Rushkoff, todos los representantes de este "capitalismo espectacular" buscan trascender la obsoleta condición humana[viii] y en lugar de ocuparse del peligro real del cambio climático, los grandes flujos migratorios o el agotamiento de los recursos, parecen querer construirse un mundo mejor —véase, construirse un búnker digital o espacial—, protegiéndose del mundo real lleno de seres humanos con el impertinente propósito de satisfacer sus necesidades básicas en un planeta habitable.  

 

[i] Bowen, H. R. (2013). Social responsibilities of the businessman. University of Iowa Press

[ii] Freeman, R.E. (1984). Strategic Management: a stakeholder approach. Boston, MA. Pittman.

[iii] Elkington J. (1997). Cannibals with Forks: the Triple Bottom Line of 21st Century Business. Capstone: Oxford.

[iv] Porter, M. E., & Kramer, M. R. (2011). Creating shared value: Redefining capitalism and the role of the corporation in society. Harvard Business Review, 89(1/2), 62-77.

[v] Fernández Mateo, J., & Jambrina Rodríguez, J. (2022). Sostenibilidad Corporativa y Objetivos de Desarrollo Sostenible: innovación para luchar contra la corrupción. Revista Internacional de Comunicación y Desarrollo (RICD), 4(15), 1-18. https://doi.org/10.15304/ricd.4.15.8212

[vi] Eccles, R. G., Ioannou, I., & Serafeim, G. (2014). The impact of corporate sustainability on

organizational processes and performance. Management Science, 60(11), 2835-2857.

https://doi.org/10.3386/w17950

[vii] Friedman, M. (1962). Capitalism and Freedom. University of Chicago Press.

[viii] Fernández Mateo, J. (2021). La técnica es el nuevo sujeto de la historia: posthumanismo tecnológico y el crepúsculo de lo humano. Revista Iberoamericana De Bioética, (16), 01-15. https://doi.org/10.14422/rib.i16.y2021.004

 

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