Hablar de sostenibilidad se está convirtiendo en estos tiempos en una obligación. No solo por las consecuencias de las crisis provocadas por la pandemia, que necesitan que los gobiernos y organismos supranacionales centren sus esfuerzos en financiar una recuperación sostenible, sino porque la responsabilidad individual va a ser llamada a la acción. Hasta ahora, el principal movimiento de flujos hacia bonos verdes o sociales, o hacia compañías cotizadas que son líderes en sostenibilidad, parecía que provenía solamente de fuentes institucionales, algo casi fuera del alcance del inversor y el ahorro particular. Pero desde la irrupción estelar de los fondos de inversión (y de pensiones) sostenibles en el mercado español, que se ha hecho más visible que nunca en 2020, es evidente que la concienciación individual hacia la necesidad de participar en esta revolución del futuro es ya imparable.