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Según el último Informe sobre la Evolución de Delitos de Odio en España, la discriminación por razón de orientación sexual e identidad de género en 2021 aumentó un 67% respecto al año anterior, tratándose del tipo de discriminación más elevada después del racismo y la xenofobia. En las redes sociales, los delitos de odio hacia el colectivo LGTBIQ+ aumentan a un 87% respecto al año anterior.[1] Está comprobado que de los discursos de odio a la agresión física solo hay un paso: la violencia física y el genocidio se construye a partir de la aceptación de prejuicios, de opiniones que aceptan el estereotipo, no cuentan con el lenguaje inclusivo o se fundamentan en la desinformación.[2]
La empatía en la era digital

He aquí la importancia del lenguaje. Y, si continuamos con el mismo colectivo, no casualmente en un contexto de discursos de odio en aumento en redes sociales, el Observatori contra la Homofòbia de Catalunya registró un aumento del 70% de agresiones físicas contra el colectivo LGTBIQ+ en 2022 respecto al año precedente.[3] ¿Las víctimas denuncian más? Es posible y, de ser así, sería motivo de celebración. Pero las estadísticas –prometo que será la última– estiman que solo el 20% de las víctimas denuncian.

Curiosamente, en España, la proliferación de los discursos de odio se ha dado en un contexto de reivindicación y conquista de derechos sin precedentes: me refiero a la ola de feminismo que hemos vivido en los últimos años, también a la conquista de derechos por parte del colectivo LGTBIQ+ –no olvidemos todo lo que queda por hacer, empezando por los 67 países donde la homosexualidad sigue estando penalizada. El “otro”, históricamente relegado al margen, ha empezado a visibilizarse, a ocupar espacios y lugares de poder y habrá quien dirá que justamente por este avance en derechos surgen cada vez más discursos de odio desde posturas extremistas. ¿Han contribuido internet y las redes sociales a ello? Probablemente. Twitter es, sin lugar a dudas, un espacio de difusión y validación de idearios políticos que atentan contra los derechos humanos. Según Teun A. Van Dijk, uno de los fundadores del análisis crítico del discurso, el periodismo y la política son dos de los tres pilares de los “discursos de dominación”.[4] ¿Qué ocurre cuando los discursos de dominación se elaboran, fundamentalmente, mediante redes como Twitter? Que caen en manos de un poderoso e imparable algoritmo que ya sabemos cómo funciona: construyendo canales nicho para cada usuario y acomodando a estos usuarios en lo que algunos han denominado un proceso de “bunquerización”.[5]

Todo esto sin olvidar un problema más estructural, que se señala menos y que tiene que ver con la idea del “otro” a la que nos referíamos más arriba. Escribe Emmanuel Levinas: “el Otro se encarga conmigo y me pone en cuestión y me obliga por su esencia de infinito”, y continúa: “la esencia del lenguaje es la relación con el otro”.[6] Levinas era judío, su pensamiento nació como reacción al nazismo y por ello abogaba por un tipo de discurso que arrancara en la espera del otro y tomaba a ese otro como significante, como infinito en sí mismo. El colectivo LGTBIQ+ nos sirve de ejemplo para ver lo mal que se han hecho las cosas: desde la posición del privilegio (del discurso de un “yo” que no se contempla desde el “otro”) se piensa en su aceptación, en el “respeto”, en la “tolerancia” del otro, y esto implica pensar al otro como algo ajeno a mí. Concebir un lenguaje fundado en la espera o la llegada del otro, como dice Levinas, a día de hoy, es algo impensado, es ciencia ficción. Y no lo digo porque vivamos en una sociedad donde nuestra relación con el mundo esté marcada por un desmesurado narcisismo, que también; no lo digo por la impaciencia por comprender más allá de la opinión que queremos escuchar, que también. Lo digo, sobre todo, porque en un mundo de pantallas, “nuestros cuerpos están en retirada”.[7] José María Lasalle se refiere a esta expresión para argumentar que en un contexto relacional como el de hoy, los cuerpos desaparecen y se produce un deterioro de la empatía. Es innegable que aquí hay una de las claves de los discursos de odio: como ya no vemos al otro, el principio de la otredad ha desaparecido. Y con él, la espera a la que se refería Levinas, necesaria para el surgimiento del lenguaje.

Quizás antes de cuestionar cómo luchar contra los discursos de odio en redes, preguntémonos cómo podemos recuperar la empatía en la era digital. Hacia el final de su libro, Lasalle apunta alguna solución: “reforzar el conocimiento de las humanidades”. Y continúa: “[las humanidades] deben ser el fundamento formativo de nuestros hijos y han de estar vinculadas tanto a las habilidades de análisis crítico como al cultivo de la empatía que transmiten las bellas artes”.[8] Según Van Dijk, el tercer pilar del discurso de dominación, junto con los periodistas y los políticos, corresponde a una tercera P: la de los profesores. Los docentes tenemos una responsabilidad que no radica en formar sobre redes sociales ni en intentar luchar contra el algoritmo, sino en dar herramientas de aprendizaje para recuperar la empatía estimulando la creatividad, la imaginación y el pensamiento crítico.

 

[1] Ministerio del Interior (2021). Informe sobre la evolución de los delitos de odio en España. https://www.interior.gob.es/opencms/pdf/servicios-al-ciudadano/delitos-de-odio/estadisticas/INFORME-EVOLUCION-DELITOS-DE-ODIO-VDEF.pdf

[2] Véase la “pirámide de odio” de Anti-Bias Education (2021). https://www.adl.org/sites/default/files/pyramid-of-hate-web-spanish_2.pdf

[3] Observatori contra la Homofòbia (2022). https://och.cat/wp-content/uploads/2023/05/Memo%CC%80ria-OCH-2022.pdf

[4] Van Dijk, Teun A. (2004). “Discurso y dominación”. Grandes Conferencias en la Facultad de Ciencias Humanas, Nº 4.

[5] Proyecto Una (2023). Internet i el negoci de l’odi. Una guia per identificar i frenar el discurs d’odi a les xarxes socials. Òmnium, p. 11.

[6] Levinas, Emmanuel (2012). Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad. Salamanca: Sígueme, p. 231.

[7] Lasalle, José María (2019). Ciberleviatán. El colapso de la democracia liberal frente a la revolución digital. Barcelona: Arpa, p. 54

[8] Ibidem, p. 148.

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Opiniónera digitalDelitos de Odio

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