
La creciente demanda por regulaciones que aseguren un equilibrio entre las dimensiones económicas, sociales y ambientales en el ámbito empresarial está en auge. Sin embargo, la pregunta clave es si una mayor intervención normativa garantiza realmente mejores prácticas. A medida que se intensifican los llamados a endurecer las reglas, surgen dudas sobre la capacidad de los Estados y organismos privados para fiscalizar eficazmente, y si estas medidas terminarán siendo solo trámites burocráticos que aumenten costos sin mejorar el impacto. ¿Es más regulación el camino hacia una sostenibilidad empresarial genuina o una simple traba al desarrollo económico?

Las marcas buenas son aquellas que responden a planteamientos empresariales responsables y consecuentes con hacer de este mundo un lugar mejor. Las buenas marcas son aquellas preferidas por los clientes y más valiosas para sus propietarios. Tener una buena marca es la aspiración de cualquier empresario. Afortunadamente, el mejor camino para ser una buena marca, es ser una marca buena.

En un contexto empresarial cada vez más influido por las demandas sociales y medioambientales, la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) y la Sostenibilidad se han convertido en elementos estratégicos para las organizaciones. Ya no se trata de simples iniciativas aisladas, sino de aspectos esenciales que deben ser gestionados de manera adecuada. La creciente complejidad regulatoria y las expectativas de los grupos de interés están impulsando la demanda de profesionales capacitados.

La energía está por todas partes: en la luz que encendemos para alumbrarnos; en los enchufes que cargan nuestros numerosos -igual demasiados- aparatos electrónicos; en la calefacción y el aire acondicionado -si nos los podemos permitir; en la vitrocerámica que usamos para cocinar, y en tantas otras cosas más. La energía está por todas partes, pero ¿hablamos suficiente de ella?

La cultura europea enfrenta el reto de preservar su herencia frente a la influencia de culturas externas que desafían sus valores tradicionales. Este debate abarca tanto la reafirmación de su identidad como el acceso a la cultura, especialmente entre las y los jóvenes. Iniciativas como el programa CREA buscan fomentar un cosmopolitismo inclusivo y asegurar que la riqueza cultural de Europa siga siendo accesible para las futuras generaciones.

El pasado lunes 7 de octubre, se celebró el Día Mundial del Hábitat y su lema este año es “Involucrar a los jóvenes para crear un futuro urbano mejor”. Una perfecta invitación para que pensemos sobre los papeles que estamos teniendo los jóvenes en la sociedad y cómo podemos involucrarnos en la planificación de nuestro presente y futuro urbano.

La gestión de residuos suele considerarse parte de la responsabilidad social de las empresas: una acción positiva para proteger el medio ambiente y contribuir a la sociedad. Sin embargo, esta perspectiva pasa por alto los importantes beneficios empresariales que puede ofrecer una gestión eficaz de los residuos. Más allá del cumplimiento de los deberes éticos, un programa de gestión de residuos bien diseñado puede mejorar directamente los resultados financieros y la eficiencia operativa de una empresa.

El 7 de octubre se celebra el Día Mundial del Hábitat bajo el lema "Involucrar a los jóvenes para crear un futuro urbano mejor". Este evento pone de relieve la importancia de incluir a las nuevas generaciones en la planificación y desarrollo de ciudades sostenibles. En un mundo que se urbaniza rápidamente, las nuevas generaciones se posicionan como protagonistas indispensables para garantizar un futuro equitativo y resiliente.

La sostenibilidad se ha convertido en un pilar fundamental para el futuro empresarial. Integrar criterios ESG en la estructura de gobernanza corporativa es clave, no solo para cumplir con regulaciones emergentes, sino también para asegurar la viabilidad y competitividad a largo plazo en un mercado cada vez más consciente de la sostenibilidad.

Vivimos en una sociedad en la que, afortunadamente y cada vez más, la diversidad es entendida como una característica inherente al ser humano y un elemento enriquecedor sea cual sea el ámbito del que hablemos. Nuestra sociedad ha aprendido a aceptar la diferencia y es ahora infinitamente mejor que aquella sociedad, tiempo atrás, en la que lo diverso era visto incluso como una amenaza.