En los últimos años, hemos presenciado un cambio significativo en cómo las personas planifican sus viajes. Cada vez más, los turistas ya no buscan solo un lugar para descansar y desconectar, sino que valoran experiencias auténticas que respeten el entorno, promuevan la cultura local y contribuyan al desarrollo sostenible. Este cambio no es una moda pasajera, sino una necesidad que refleja la creciente conciencia global sobre la importancia de proteger nuestro planeta.
Hace 70 años Herbert Marcuse se preguntó por los muertos que deja el progreso, por los cadáveres olvidados del progreso, que rápidamente se entierran para que nadie los vea y nadie hable de ellos, para que nadie cuestione las bondades del progreso.
El año 2024 ha llegado a su fin y, como todos los años por estas fechas, miramos al nuevo año con el deseo que nos traiga mucho bueno y nos permita dejar atrás todo lo malo vivido en el año que termina. Se va un año que, sin lugar a duda, ha estado marcado muy especialmente por un enorme desarrollo y protagonismo de las herramientas y aplicaciones de Inteligencia Artificial (a partir de ahora, IA).
Se habla de construir un mundo más sostenible a través de la economía de impacto, la cual
se refiere a maximizar la triple rentabilidad: generar beneficios sociales, económicos y ambientales positivos. Pero la economía de impacto también guarda relación con abordar problemas que producen un impacto negativo desde hace tiempo y conseguir darles la vuelta.
En una época en la que los famosos criterios Ambientales Sociales y de Gobernanza ( o ESG por sus siglas en inglés) están en decadencia en Estados Unidos, dado el nuevo contexto, se destaca como el desarrollo sostenible es independiente de ello, dado que ha llegado para quedarse, independientemente de las ideologías vigentes.
Con el final del año llegan las promesas. Las hacemos casi de manera automática, impulsados por las emociones que despiertan las fiestas navideñas: la gratitud, el arrepentimiento, la nostalgia de lo vivido y la esperanza de lo que vendrá. Promesas personales, familiares y también sociales. Nos juramos empezar una dieta, retomar el gimnasio, dedicar más tiempo a nuestra familia y, muchas veces, comprometernos con alguna causa solidaria.
En la era de la transformación digital, la adopción de nuevas tecnologías como la inteligencia artificial (IA) está revolucionando todos los aspectos del entorno laboral. Mientras las empresas buscan mantenerse competitivas e innovadoras, la formación y el desarrollo de competencias digitales se han convertido en factores esenciales para adaptarse a este nuevo panorama.
¿Cómo ciertos momentos de nuestra vida cotidiana pueden adquirir un carácter trascendental y nos conducen a reflexiones más profundas?
Esta pregunta, que se han realizados algunos filósofos durante siglos, es el punto de partida de este artículo. Desde nuestra rutina diaria hasta experiencias aparentemente insignificantes, a veces nos encontramos con vivencias que parecen transportarnos a un lugar más elevado, a un espacio donde lo ordinario adquiere un sentido extraordinario.
En el ámbito de la gobernanza climática, el liderazgo juega un papel crucial en la implementación efectiva de prácticas sostenibles. Este desafío es especialmente relevante en las empresas familiares, donde los valores y la cultura organizacional son fundamentales. Los líderes tienen la capacidad de guiar a sus organizaciones hacia un futuro más sostenible mediante acciones concretas y una visión clara.
Cada 5 de diciembre, el mundo celebra el Día Internacional del Voluntariado, una fecha que no solo honra el trabajo desinteresado de millones de personas, sino que también nos invita a reflexionar sobre el impacto transformador del voluntariado en nuestras comunidades y en el mundo entero.