
La primera consiste en que, a mi entender, resulta preferible hablar de líder ético antes que de liderazgo ético, pues cada líder se revela como irrepetible y distinto. Ahora bien, lo que está claro es que lo que hacen los líderes de verdad o es ético o no es liderar. El liderazgo es ético o no es. Así, mientras se prodigan los jefes con poder material, en cambio escasean los líderes auténticos dotados de influencia positiva. Entonces ¿qué es liderar?
Liderar consiste en guiar y mover hacia el bien en sus variadas formas. El líder no empuja, sino que te impulsa desde la libertad, pues respeta tu dignidad y sabe orientarte y alentarte mediante su testimonio[1]. El miedo solo nos motiva en parte y mientras persiste la amenaza o su memoria, y el intercambio transaccional tiende al cálculo; el liderazgo transcendente sin embargo transforma integralmente. Sin ética y valores nadie guía hacia el bien, sino hacia su propio interés, tal como ilustra la conducta actual de tantos dirigentes políticos. El líder ha de servir al ideal, no servirse de él. No es un narcisista ni un tirano. Por eso, todo jefe de una sumisa y acrítica secta se revela egocéntrico, pero el líder de un grupo, por el contrario, es humilde, no busca idolatrías sino una unión fértil desde el respeto a la diferencia.
Otro rasgo del líder ético consiste en que presta verdadera atención a las personas (Marías tenía la atención por el mejor signo de inteligencia[2]). Quien lidera alcanza a estar atento a cada persona y a sus talentos a fin de potenciarlos, no masifica ni reduce los sujetos a mero medio para sus fines, busca relacionarse fructíferamente con los otros puesto que los valora. Hoy, pocos cultivan este arte de la atención con el prójimo a causa de la obsesión por las pantallas. Lo anterior no equivale a negar toda jerarquía o nivel de responsabilidad; en la formación siempre deben darse autoridad y respeto. Sin embargo, el líder ético, o el líder a secas, no impone sus principios, sino que persuade y convence, mostrándolos vivencialmente con su ejemplo, y edifica sobre aquellos valores que descubre comunes. Aunque nadie es coherente por completo, hay grados de inconsistencia que desacreditan a cualquier dirigente.
El arte del liderazgo no es un don esotérico para algunos raros iniciados. Todos podemos y debemos ser líderes de otros en algún aspecto, participar en la tarea de liderar. Por esto, no hay formación en liderazgo eficaz sin recurrir a modelos -no moldes- concretos y cercanos. En mi propio caso, en la escuela de líderes de López Quintás aprendí a distinguir entre manipuladores y líderes reales[3] (los que te ayudan a crecer sumando a la “potestas” la “auctoritas”, el aumentar o elevar al otro). De esta experiencia he extraído claves que han guiado mi vida. Pero mi propio granito de arena en esto estriba en la convicción de que líder es quien colabora contigo a desarrollar la vocación a la que estás llamado[4]. El líder aprecia tu originalidad personal y fomenta la creatividad, individual y de grupo, pues cada persona y equipo son irrepetibles.
Emular los valores que manifiesta el líder contribuye a arraigarlos en ti, a través de su repetición en forma de hábitos operativos. Así madura tu propio carácter ético (ética, en griego, equivale a carácter). Esta creatividad ética (J. A. Marina[5]), la de tu personalidad moral, condiciona tu futuro, pues vas fraguando libremente unas virtudes con las que engendras encuentros fecundos con los demás. Lévinas[6] enseñó que la ética nos llama a responder a la honda apelación que resuena desde el rostro vulnerable de los otros.
Este desarrollo interior, que se ve activado por el trato con el líder, siempre resulta distinto, pues no hay dos líderes idénticos ni dos formas semejantes de liderar. Los líderes son todos ejemplares, por cuanto dan ejemplo de lo que predican, pero a la par únicos, ya que cada líder tiene su propio estilo, su originalidad personal. Esta originalidad constituye su principal y más genuina fortaleza. He conocido líderes que se han distinguido por unos u otros rasgos: a L. Hernando de Larramendi con su integración entre lo ético y lo estético[7], a J. M. Méndez y su magisterio en el valor de la verdad[8], a F. Fernández con su tejer la hermosa tela de la amistad[9], a J. L. Fernández con la agudeza y la gracia naturales entrelazadas a la generosidad[10]. Cada líder te inspira a su peculiar manera y hace nacer en ti una versión mejor, como Sócrates en sus alumnos mediante la mayéutica, el arte de ayudar a nacer a otro.
Hoy se reivindica, con razón, el liderazgo de la mujer. Testimonio preclaro del mismo lo ofrece nuestra Teresa de Cepeda, fundadora y mística, con su “humildad es andar en verdad” y su emblemático consejo: <<Nada te turbe,/Nada te espante,/Todo se pasa,/Dios no se muda,/…>>. Y un libro recomendable es Ciudadela de A. de Saint-Exupéry[11], que expone un liderazgo fundado antropológicamente, o sea desde el conocimiento profundo de los humanos. Entre sus páginas, un rey experto enseña a su hijo que la clave para gobernar consiste en ayudar a los hombres a descubrir aquello que los moviliza con ardor: un sentido fecundo para sus vidas y esfuerzos. He aquí el secreto de este manual de liderazgo, que convendría interioricen nuestros líderes: no hay que facilitar a los liderados directamente las cosas que precisan, y por las que se pelean, sino evocar ante ellos un propósito hermoso, una meta ilusionante que les haga crecer y unirse con fruto.
-Bibliografía:
AA.VV. (2013). Ferdinandi liber amicorum: homenaje a Fernando Fernández Rodríguez, J. Andrés-Gallego ed.
Barraca, J. (2021). Trabajo, deber y vocación: El arte de madurar en la responsabilidad profesional, Ygriega.
Fernández, J. L. (1996). Ética para empresarios y directivos, Esic.
Hernando de Larramendi, L. (2018). “Prólogo”, en La estética de las organizaciones y de sus dirigentes, Javier Barraca, Schedas.
Lévinas, E. (2002). Totalidad e infinito. Sígueme.
López Quintás, A. (1993), El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa, APCH.
López Quintás, A. (2004). Liderazgo creativo, Ediciones Nobel.
Marías, J. (1997). Persona, Alianza.
Marina, J. A. (1995). Ética para naúfragos, Anagrama.
Méndez, J.M. (2024). Curso completo de valores humanos, Innovaética.
Saint-Exupéry, de, A. (2016). Ciudadela, Ed. Alba.
[1] López Quintás, A. (1993). El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa, APCH.
[2] Marías, J. (1997). Persona, Alianza.
[3] López Quintás, A. (2004). Liderazgo creativo, Ediciones Nobel.
[4] Barraca, J. (2021). Trabajo, deber y vocación: El arte de madurar en la responsabilidad profesional, Ygriega.
[5] Marina, J. A. (1995). Ética para naúfragos, Anagrama.
[6] Lévinas, E. (2002). Totalidad e infinito. Sígueme.
López Quintás, A. (1993). El arte de pensar con rigor y vivir de forma creativa, Madrid: APCH.
[7] Hernando de Larramendi, L. (2018). “Prólogo”, en La estética de las organizaciones y de sus dirigentes, Javier Barraca, Schedas.
[8] Méndez, J.M. (2024). Curso completo de valores humanos, Innovaética.
[9] AA.VV. (2013). Ferdinandi liber amicorum: homenaje a Fernando Fernández Rodríguez, J. Andrés-Gallego ed.
[10] Fernández, J. L. (1996). Ética para empresarios y directivos, Esic.
[11] Saint-Exupéry, de, A. (2016). Ciudadela, Ed. Alba.