A nadie le resulta peculiar encontrar en nuestras ciudades todo tipo de elementos que ayudan a que las personas con algún tipo de discapacidad puedan desenvolverse de una manera independiente. Semáforos con sonido, texturas especiales en el pavimento, rebajes en aceras, pasos de peatones elevados, ascensores con los pisos escritos en braille. Todos estos elementos forman parte de nuestro día a día y son claves para que dichas personas puedan acceder a espacios que antes les estaban vetados por temas arquitectónicos o sensoriales. Casi nadie, a día de hoy, discute la necesidad de incluir la accesibilidad a la hora de realizar una obra o un desarrollo urbanístico.