La reforma del Código de Buen Gobierno de Sociedades Cotizadas de la CNMV abandona el concepto de Responsabilidad Social Corporativa y lo sustituye por el de Sostenibilidad, ser por más amplio y utilizado actualmente, al referirse a aspectos medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG).
El 26 de junio, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) aprobaba la revisión parcial del Código de Buen Gobierno de Sociedades Cotizadas de 2015. Y saltaba la sorpresa al referirse a las modificaciones introducidas en las recomendaciones 53, 54 y 55 relacionadas con la Responsabilidad Social Corporativa. En concreto, la nota de prensa del organismo regulador dice que “se realizan algunos ajustes técnicos y se sustituye el término responsabilidad social corporativa por el más amplio y utilizado actualmente de sostenibilidad en relación con aspectos medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ESG)”.
O sea: la RSC deja de ser una figura relevante para el regulador y se sustituye por la expresión sostenibilidad. En otras palabras: la RSC ha muerto; ¡Viva la Sostenibilidad!
Ante esta eliminación, podríamos preguntarnos si estamos ante una decisión equivocada o, por el contrario, la CNMV y el nuevo Código avanzan en la buena dirección. Y desde ya diré que, en mi opinión, es una buena decisión.
Y no lo digo hoy. En 2011 lo escribimos José Luis Fernandez Fernandez director de la Cátedra de Etica Económica y Empresarial de la Universidad Pontificia de Comillas / ICADE y yo en un artículo publicado en la revista Harvard Deusto Business Review bajo el título “De la RSC a la Sostenibilidad: La evolución necesaria para crear valor” (que, por cierto, acumula 128 citas en Google Scholar).
El propósito de aquel artículo era abrir una vía de reflexión sobre la necesidad de evolucionar el concepto de “Responsabilidad Social Corporativa” (RSC) hacia la idea de “Sostenibilidad Corporativa”, porque en nuestra opinión, la filantropía empresarial “le había ganado la batalla a la RSC”. Decíamos entonces que “no hay mías que preguntar al gran público, (no a los padres de los principales instrumentos globales relacionados con esta materia) para ver que la RSC hoy se vincula más con programas sociales no necesariamente vinculados a la actividad de la empresa que con, por ejemplo, la gestión integra y ética de las multinacionales en el proceso de globalización, la identificación de nuevas oportunidades de mercado con impacto positivo en la sociedad, o la gestión de riesgos derivados del negocio en aspectos sociales, económicos o ambientales”.
Decíamos también que “doce años después de lanzarse el Pacto Mundial, los medios de comunicación, las empresas y la opinión publica perciben que la RSC está vinculada básicamente a la filantropía como palanca de construcción y mejora de imagen, y existen serias dudas de que este concepto pueda abandonar ese efecto halo e incorporarse como una palanca de creación de valor en el “core business” de las empresas”. Y afirmábamos rotundos que en torno a la RSC se había generado un “efecto halo” asociado a los programas sociales y a la filantropía empresarial, efecto que había “secuestrado su verdadera naturaleza”.
Por eso, en aquel entonces, en 2011, nos parecía que “con el fin de crear valor y aproximarse al negocio, es necesario cambiar”. Y nos parecía también que “en términos de naming y de posicionamiento, será más difícil desprender a la RSC de su efecto halo vinculado a lo social, que darle nuevos contenidos al concepto de Sostenibilidad Corporativa, aun cuando esta figura pudiera estar inicialmente más vinculada a lo medioambiental”. Y terminábamos afirmando que “La RSC no va de cuánto se dona, sino de cómo se ingresa”.
Pues bien. La sostenibilidad ya está aquí y ha desplazado a la RSC. ¿Y ahora... qué? Pues ahora, mi esperanza es que podamos dar a la Sostenibilidad más contenidos que lo meramente ambiental y la lucha contra el cambio climático. Corremos el riesgo de que pongamos énfasis en la E (environmental) y dejemos de lado la S (de lo Social) y la G (de Gobierno Corporativo o, lo que es lo mismo, el proceso de tomas de decisiones de la empresa).
Ese riesgo, sin embargo, con la crisis del COVID 19 hoy es lo de menos, porque todas las prioridades de la sociedad han cambiado y nos han puesto a todos ante la realidad. Según el informe “Impacto del COVID-19 en las prioridades de la RSC/Sostenibilidad y en el rol de sus profesionales”, realizado por EY y la Asociación de Directivos de RSC (DIRSE), todos los ámbitos de la sostenibilidad aumentarán de relevancia, aunque cambian su peso relativo. En este sentido, mientras que antes del COVID19, en el top 7 de temas relevantes, la mitigación del cambio climático y la eficiencia energética ocupaban los puestos 4 y 7, respectivamente, tras el COVID19, ningún tema relacionado con el medioambiente figura en ese top 7, que es liderado por los temas de seguridad y salud de los empleados (que crece un 42%) y de los clientes (+41%).
Pero este tema será objeto de otros artículos. Hoy creo que hay que felicitarse por el paso que ha dado el regulador, quien además de modificar pasar conceptualmente de la RSC a la Sostenibilidad, ha modificado el Cósigo en cuatro ejes: (1) fomentar la presencia de mujeres en los consejos de administración; (2) dar mayor relevancia de la información no financiera y la sostenibilidad; (3) prestar más atención a los riesgos reputacionales y en general no financieros; y (4) clarificar los aspectos relativos a la remuneración de consejeros.
Definitivamente el regulador se sitúa en el mismo plano que la academia y que algunas empresas punteras. Ahora hace falta que el resto de las compañías terminen por entender de una vez que la RSC nunca tuvo que ver con cuánto de donaba, sino con cómo se ingresaba.