La suspensión de la ayuda exterior por parte de la administración estadounidense, iniciada en enero y prorrogada este mes, ha comenzado a mostrar sus consecuencias más alarmantes: cierres de clínicas, interrupciones de campañas de vacunación y servicios de salud sexual y reproductiva en decenas de países. Médicos Sin Fronteras (MSF) denuncia que esta decisión unilateral deja sin cobertura sanitaria esencial a millones de personas en situación de extrema vulnerabilidad.
Según informa MSF en un comunicado, los recortes afectan tanto a programas financiados directamente por Estados Unidos como a aquellos gestionados por organizaciones internacionales que dependen en gran medida de su respaldo económico. Las regiones más afectadas se localizan en África, Asia y América Latina, donde ya se reportan interrupciones críticas en servicios de salud materno-infantil, atención a pacientes con VIH y distribución de agua potable.
Desde que la Casa Blanca congeló todos los fondos de cooperación en enero de este año bajo el argumento de “revisar” sus políticas de ayuda exterior, gran parte del presupuesto destinado a asistencia internacional ha sido eliminado. Esto incluye la desarticulación de la estructura federal encargada de coordinar estos programas y el despido de personal clave en su implementación.
MSF ha calificado esta decisión como un “desastre fabricado” que pone en peligro a poblaciones ya castigadas por conflictos armados, desplazamientos forzados y epidemias. Aunque la organización no acepta fondos gubernamentales estadounidenses, sí depende de la coordinación y sinergia con otras entidades ahora paralizadas. “Nunca habíamos presenciado una interrupción tan abrupta y masiva de la respuesta humanitaria global”, afirmó Avril Benoît, directora ejecutiva de MSF en EE. UU. “Este abandono amenaza con generar más muertes evitables y sufrimiento incalculable en los próximos meses”.
Los datos son contundentes. En Sudáfrica y Uganda, la interrupción del programa PEPFAR ha paralizado servicios esenciales para personas con VIH. En zonas de Somalia afectadas por la sequía, cientos de niños han quedado sin acceso a nutrición terapéutica. Y en Sudán del Sur, un brote de cólera avanza sin control tras la retirada de organizaciones que ofrecían atención móvil.
La situación se agrava aún más en contextos de emergencia como Yemen y Afganistán, donde más de la mitad de la población depende de la ayuda exterior para sobrevivir. La cancelación de programas humanitarios allí compromete la asistencia sanitaria, el acceso al agua y la seguridad alimentaria de millones.
En Cox’s Bazar, uno de los mayores campos de refugiados del mundo, las interrupciones afectan especialmente a mujeres embarazadas que han perdido acceso a partos seguros y anticonceptivos básicos. En el continente americano, MSF denuncia la desaparición de redes de derivación para migrantes que requieren apoyo legal, psicosocial o alojamiento.
Organizaciones como Gavi, la Alianza para las Vacunas, alertan de que la reducción de financiación podría impedir la inmunización de más de 75 millones de niños en los próximos cinco años, lo que supondría hasta 1,2 millones de muertes evitables. La falta de apoyo estadounidense deja a los ministerios de salud locales sin recursos suficientes para continuar con programas vitales.
“Instamos al Gobierno de EE. UU. y al Congreso a rectificar esta postura. La salud global no puede quedar atrapada en decisiones políticas unilaterales”, sostuvo Benoît. Mientras tanto, MSF y otras ONG intentan mantener sus operaciones con recursos limitados y una red de aliados cada vez más fragmentada. La presión crece para que otros donantes internacionales aumenten su compromiso y eviten un colapso mayor de la ayuda humanitaria mundial.
Claves del retroceso humanitario global: