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Mucho se ha dicho sobre los efectos de la pandemia sobre el planeta. Desde los informes más optimistas que afirman que el confinamiento ha logrado disminuir el consumo, hasta los más pesimistas que sostienen que nada positivo puede emerger de esta situación. Un reciente informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) propone una mirada más equilibrada, en la cual subraya que ha habido consecuencias negativas como el aumento de la utilización de plásticos de un solo uso, pero también positivas como algunas mejoras temporales en la calidad del aire.

Es claro que la pandemia ha sido devastadora para el mundo entero. La cantidad de muertes y la crisis económica y social que ha dejado hacen de la llegada de la pandemia, uno de los eventos más trágicos de los últimos años a nivel global. Al observar el impacto medioambiental de la covid sobre el medioambiente hay opiniones encontradas.  Un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) publicado el día de ayer, 5 de noviembre, propone una más intermedia, afirmando que los efectos de la pandemia han sido mixtos.

Según el informe de la AEMA "COVID-19 y el medio ambiente de Europa: impactos de una pandemia mundial", la crisis de la COVID ha puesto de relieve la urgente necesidad de abordar los desafíos ambientales que afronta Europa. Esto no sólo beneficiará al medio ambiente, sino también a la salud y el bienestar de nuestra sociedad. El informe, compilado a partir de la investigación inicial realizada por expertos externos y de la AEMA, ofrece una visión preliminar de lo que la pandemia y las consiguientes medidas gubernamentales para combatirla, han significado tanto para nuestro medio ambiente directamente, como para los esfuerzos de la UE por pasar a un modelo nuevo con bajas emisiones de carbono. Los expertos que formaron parte de la investigación han analizado lo que podemos aprender de estos efectos, y cómo podrían ayudar a conformar la toma de decisiones en el futuro.

Las principales conclusiones de la investigación fueron las siguientes:

  • La pandemia de la COVID-19 pone de relieve las interrelaciones entre nuestros sistemas naturales y sociales: la resistencia de la sociedad depende de un sistema de apoyo ambiental resistente.
  • La pérdida de biodiversidad y los sistemas alimentarios intensivos aumentan las probabilidades de que se produzcan enfermedades zoonóticas. Las pruebas apuntan a que la COVID-19 es una enfermedad zoonótica, es decir, una que saltó de los animales a los humanos
  • A menudo relacionados con las desigualdades sociales, los factores ambientales como la calidad del aire parecen influir en los efectos que provoca la COVID-19 en las personas.
  • La mayor dependencia de los plásticos de un solo uso y los bajos precios del petróleo resultantes de los cierres tienen consecuencias negativas.
  • Los cierres provocados por los confinamientos durante la pandemia pueden tener algunos impactos positivos directos y a corto plazo en nuestro medio ambiente, especialmente en lo que respecta a las emisiones y la calidad del aire, aunque es probable que sean temporales.

Uno de los principales hallazgos afirma que alrededor del 60% de las enfermedades infecciosas humanas son de origen animal, mientras que las tres cuartas partes de las enfermedades infecciosas nuevas y emergentes se transmiten a los seres humanos a través de los animales. Entre ellas figuran los virus responsables de una importante mortalidad mundial. Los nuevos virus han surgido de sistemas intensivos de cría de ganado doméstico. La producción intensiva de proteína animal implica la cría de poblaciones concentradas de animales genéticamente similares en estrecha proximidad, a menudo en condiciones deficientes, lo que fomenta la vulnerabilidad a la infección explica el informe.

Por otro lado, la investigación aborda la problemática de las emisiones de gases de efecto invernadero y sostiene que ha habido beneficios a corto plazo.  Además de afectar a la vida de las personas, la crisis de la COVID está teniendo un impacto directo en el uso de la energía y las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) tanto a nivel mundial como de la UE. La previsión de la Comisión Europea para el año 2020 estima una contracción del 7,6% del PIB para la UE en su conjunto. Debido al efecto de la COVID-19 en la economía, en 2020 podemos esperar una reducción sin precedentes de las emisiones de GEI en la UE en comparación con 2019.

La investigación asevera que el sector del transporte, una fuente clave de GEI, se ha visto particularmente afectado por la crisis. La demanda de transporte de pasajeros ha disminuido como resultado de las restricciones a los viajes internacionales y la reducción de los desplazamientos al trabajo, el turismo y los viajes de negocios. La Unión Internacional de Transportes por Carretera (IRU) prevé una disminución del 57% del volumen de negocios de la actividad de transporte de pasajeros por carretera en Europa para 2020 en comparación con el año anterior. En cuanto al transporte aéreo, las cifras de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) muestran un descenso del 65,2% en los kilómetros recorridos por los pasajeros aéreos en Europa durante el año que termina en julio, en comparación con el mismo período en 2019. Estas cifras apuntan a una disminución significativa de las emisiones de GEI procedentes del transporte en 2020.

En este sentido, según las primeras evaluaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la demanda mundial de energía en 2020 podría disminuir alrededor de un 6%. Por lo tanto, la fuerte contracción del PIB y del uso de la energía podría contribuir a que la UE alcanzara su objetivo del 20% de energías renovables y su objetivo de mejorar la eficiencia energética en un 20% en 2020, además de los efectos de las políticas dedicadas a alcanzar esos objetivos.

Si bien las reducciones a corto plazo del uso de energía y las emisiones pueden hacer que los objetivos de 2020 sean alcanzables, cualquier objetivo a más largo plazo requerirá decisiones políticas que den prioridad a las medidas de recuperación que contribuyan significativamente a la mitigación del cambio climático. Es evidente que la transición de los sistemas de energía y movilidad debe acelerarse si queremos lograr la neutralidad climática para 2050.

Otro aspecto relevante que aborda la investigación es el consumo. Sobre esto, el informe apunta que la pandemia ha causado cambios significativos en la producción y el consumo de plásticos, y en los residuos plásticos. La pandemia condujo a un repentino aumento de la demanda mundial de equipos de protección personal (EPP), como máscaras, guantes, batas, desinfectante de manos embotellado, etc. Además, dado que la mayoría de los restaurantes de Europa estaban cerrados para cenar en el lugar, muchos pasaron a ofrecer servicios de comida para llevar y de entrega utilizando contenedores de plástico de un solo uso. Varios grandes minoristas de café dejaron de permitir que los clientes trajeran envases rellenables, usando tazas desechables en su lugar. Mientras tanto, los puntos de venta en línea han visto un aumento de la demanda, con muchos productos envasados en plástico de un solo uso.

Si bien los productos de plástico desechables han desempeñado un papel importante en la prevención de la propagación de COVID-19, a corto plazo, el aumento de la demanda de estos artículos puede poner en peligro los esfuerzos de la Unión Europea por reducir la contaminación del plástico y avanzar hacia un sistema de plásticos más sostenible y de economía circular. La producción, el consumo y la eliminación de más plásticos de un solo uso habrán tenido un mayor impacto en el medio ambiente y el clima, como el aumento de las emisiones de iones de contaminación atmosférica y de gases de efecto invernadero, la generación de desechos y el riesgo de que se ensucien.

Finalmente, la investigación también hace hincapié en el aspecto social, poniendo a las desigualdades sociales en el punto de mira. En este sentido, la investigación afirma que ha quedado claro que la COVID no está afectando a todos los grupos socioeconómicos por igual. Varios factores pueden haber aumentado la vulnerabilidad de las personas de baja condición socioeconómica. Las personas menos favorecidas tienen más probabilidades de vivir en viviendas de mala calidad y hacinados, lo que pone en peligro el cumplimiento de las recomendaciones de distanciamiento social y aumenta el riesgo de transmisión de la infección. También es más probable que tengan trabajos que no se puedan realizar desde su casa, como el trabajo en el sector de la atención de la salud, los centros de asistencia, los supermercados, las fábricas, los almacenes y el transporte público. Además, es más probable que las personas con un nivel socioeconómico más bajo soporten condiciones de trabajo inestables y se enfrenten a la incertidumbre financiera debido a las repercusiones económicas. Esas personas se ven sometidas a una importante presión para seguir trabajando incluso cuando caen enfermas, a fin de salvaguardar los ingresos de los hogares.

Las principales conclusiones del estudio proponen que, aunque se ha reanudado cierta actividad económica desde los cierres europeos de la primavera de 2020, las economías siguen viéndose afectadas por las restricciones relacionadas con el virus. A medida que los gobiernos tratan de trazar los rumbos de la pandemia, es vital centrarse en la reconfiguración de nuestros sistemas de producción y consumo insostenibles. La pandemia está poniendo de relieve, una vez más, la naturaleza interconectada de nuestros sistemas planetarios, desde los orígenes zoonóticos de la enfermedad y su relación con nuestro medio ambiente natural y los sistemas alimentarios, hasta la mayor vulnerabilidad a la enfermedad resultante de la desigualdad social, la mala calidad del aire, la contaminación y otros factores ambientales.

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