
Esta es la paradoja del progreso: nunca hemos tenido herramientas tecnológicas tan poderosas, pero nunca habíamos estado tan lejos de alcanzar los objetivos de desarrollo que nos propusimos como humanidad.
El Informe sobre Desarrollo Humano 2025 de la ONU revela una realidad incómoda: el Índice de Desarrollo Humano (IDH) muestra un estancamiento sin precedentes en todas las regiones del planeta. Lo que hace cuatro años prometía ser un camino hacia "un mundo de desarrollo humano muy alto para 2030" se ha convertido en una amenaza real de décadas de estancamiento. Y lo más alarmante: por cuarto año consecutivo aumenta la desigualdad entre países ricos y pobres, revirtiendo una tendencia positiva de décadas.
¿Cómo es posible que en la era de la revolución tecnológica más profunda de la historia, estemos retrocediendo en desarrollo humano?
El espejismo del solucionismo tecnológico
Existe una creencia profundamente arraigada en nuestras sociedades: la tecnología resolverá todos nuestros problemas. Es lo que Evgeny Morozov bautizó como "solucionismo tecnológico": la ideología que presenta a la tecnología como una respuesta universal, neutral y eficiente a desafíos que son fundamentalmente políticos, sociales y económicos.
Esta visión nos lleva a escenarios absurdos: ¿necesitamos realmente una papelera con sensores, cámara y acceso a internet para resolver el problema del reciclaje? ¿O el problema real es un modelo económico que produce desechos insostenibles? ¿Ayuda una tetera con wifi a quien no tiene acceso a agua potable?
El solucionismo tecnológico es atractivo porque convierte problemas complejos en desafíos técnicos aparentemente resolubles.
Los límites del mapa tecnológico
Todo modelo es una representación, y toda representación tiene límites. Una fotografía frontal no captura la espalda de una persona. De la misma manera, los algoritmos de IA quedan irremediablemente limitados por los modelos y lenguajes que utilizan. Como explican investigadores de la UOC: los límites de lo que el lenguaje tecnológico puede representar marcan la frontera de lo que la IA podrá tener en cuenta y, por tanto, solucionar.
Durante la pandemia vimos este problema claramente: los modelos sanitarios recomendaban medidas que contradecían las propuestas por los modelos económicos. ¿Qué se debe priorizar? ¿Qué modelo seguir? Mientras ese "mapa tecnológico" incompleto e imperfecto se utiliza para automatizar decisiones, estas tienen efectos reales sobre personas de carne y hueso. Decisiones que con frecuencia se justifican con la frase: "no hay constancia de eso en el sistema".
El derecho emergente a una IA Ética
Frente a esta realidad, emerge con urgencia un nuevo derecho humano fundamental: el derecho a una inteligencia artificial ética. No se trata de crear derechos nuevos, sino de garantizar que los derechos humanos fundamentales —dignidad, privacidad, no discriminación, debido proceso— se respeten también en el entorno digital y algorítmico que permea cada vez más nuestras vidas.
Un aspecto crítico que emerge de los nuevos marcos es el derecho a participar en las decisiones sobre IA. Como señalan desde TEDIC en Paraguay: "Es fundamental que este proceso incluya un enfoque basado en derechos humanos, transparencia y participación ciudadana, asegurando que las políticas tecnológicas respondan a las necesidades de la sociedad."
Actualmente, 118 países —la mayoría del Sur Global— están ausentes de los principales debates sobre gobernanza de IA. Como advierte la UNCTAD: "A medida que se configuran los marcos éticos y de regulación, los países en desarrollo deben tener un lugar en la mesa para garantizar que la IA sirva al progreso global."
Llamado a múltiples actores
Gobiernos: Deben implementar marcos regulatorios robustos que incluyan perspectivas de derechos humanos, igualdad y sostenibilidad.
Empresas tecnológicas: Debemos seguir trabajando por desarrollar una IA sostenible y ética, incluyendo desarrollo de IA con sesgo reducido, mayor transparencia en el entrenamiento de modelos y colaboración con organismos reguladores.
Academia: deben liderar el compromiso de formar profesionales en derecho digital e IA, como reconoce la Universidad de Barcelona: "El jurista del siglo XXI necesita formación especializada para afrontar la protección de los nuevos derechos y libertades que la transformación digital plantea."
Sociedad civil: Es responsable de ejercer esa vigilancia ciudadana y exigir rendición de cuentas.
Ciudadanía: Debe formarse en IA para tomar decisiones informadas.
Reescribir el contrato social digital
El derecho a una IA ética no es un lujo para sociedades desarrolladas, sino una necesidad para garantizar la dignidad humana en el siglo XXI.
La paradoja del progreso nos enfrenta a una elección fundamental: ¿aceptamos pasivamente un futuro donde la tecnología más avanzada coexiste con desigualdades crecientes, o construimos activamente un presente donde el progreso tecnológico sirva al progreso humano?
El derecho a una IA ética no es solo un conjunto de normas legales. Es una declaración de principios sobre qué tipo de sociedad queremos construir. Es el reconocimiento de que avanzar tecnológicamente sin avanzar éticamente no es progreso: es un espejismo que nos deja más atrás mientras creemos estar más adelante.