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En los últimos años, la igualdad de género ha dejado de ser una aspiración para convertirse en un imperativo estratégico. No solo porque es lo justo, sino porque las empresas que integran el talento femenino avanzan más rápido, innovan mejor y resisten mejor las crisis.
El poder transformador de la educación: cómo la formación de posgrado impulsa el liderazgo femenino en la alta dirección

En este contexto, el reciente estudio elaborado por EJE&CON y ATREVIA sobre “El impacto de la formación de posgrado en el acceso de las mujeres a la alta dirección” llega como una bocanada de aire fresco: ofrece evidencia, rumbo y, sobre todo, una invitación a rediseñar lo que ya no funciona.

El informe parte de una base de datos robusta —el SIIU, la Secretaría General de Universidades y el análisis de la composición actual de los órganos de gobierno— para cruzar trayectorias educativas con la presencia de mujeres en los puestos donde se deciden las grandes estrategias empresariales. El objetivo es claro: identificar qué perfiles formativos abrirán de verdad las puertas de la alta dirección a las mujeres en la próxima década.

El diagnóstico ilumina un camino que ya intuíamos. Aunque las mujeres han ganado terreno en estudios que antes eran territorio ajeno, su presencia en carreras STEM sigue siendo inferior. Y mientras tanto, los consejos de administración continúan poblados por perfiles tradicionales —ADE, Derecho, Economía—, imprescindibles, sí, pero insuficientes para liderar un ecosistema empresarial que cambia a la velocidad de la disrupción tecnológica, la inteligencia artificial, la sostenibilidad y la economía circular. El riesgo es evidente: sin una presencia femenina robusta en las disciplinas que impulsan el futuro económico, el antiguo techo de cristal se transforma en un laberinto más sofisticado.

Por eso este estudio no es solo un diagnóstico; es un aldabonazo. Nos recuerda que la formación de posgrado es una palanca de ascenso indiscutible, pero también que no basta. Podemos tener a miles de mujeres cursando másteres —y las cifras lo confirman: en el 69 % de la oferta de posgrado ellas ya son mayoría—, pero si los procesos de promoción no son transparentes, si las oportunidades siguen moviéndose entre círculos masculinos cerrados o si la maternidad continúa penalizando, el mérito choca una y otra vez contra el mismo límite invisible.

La paradoja está ahí: España es el quinto país de la UE en presencia de mujeres en los consejos (39,4 %), pero solo el 19,1 % de los puestos directivos está ocupado por ellas. La formación prepara, la experiencia consolida… pero el acceso al poder real depende todavía de estructuras que no se han actualizado al ritmo del talento.

¿Qué debemos cambiar, entonces? Casi todo lo que todavía funciona por inercia.

Hace falta acelerar la presencia de mujeres en STEM y, sobre todo, repensar los perfiles que serán clave en la dirección del futuro. Empresa y universidad deben trabajar juntas para anticipar competencias, diseñar itinerarios accesibles y garantizar becas, conciliación, referentes femeninos y programas ejecutivos donde las mujeres no solo entren, sino que permanezcan y lideren.

Pero hay un elemento que la presentación del estudio subraya con especial lucidez: las competencias humanas. La crisis climática, la digitalización y la incertidumbre global exigen líderes capaces de integrar ética, empatía, visión sistémica y criterio. No solo importa lo que se estudia, sino cómo se ejerce el liderazgo. El posgrado tiene que ser también una escuela de responsabilidad y propósito.

Las universidades deben trabajar en red con las empresas para dar visibilidad a estas mujeres formadas y conectar sus capacidades con oportunidades reales. Porque esto no es solo una cuestión de igualdad, es, sobre todo, un desafío de competitividad. Y aquí aparece otro protagonista imprescindible: las asociaciones como EJE&CON., que no solo generan estudios rigurosos, sino que ejercen de puente, mentoría, comunidad profesional y altavoz del talento femenino. Son, en muchos casos, la diferencia entre una carrera sólida y una oportunidad concreta de liderazgo.

El reto que plantea el estudio no es si las mujeres están preparadas. Lo están desde hace tiempo. La pregunta es si las estructuras empresariales, institucionales y académicas serán capaces de situarse a la altura de ese talento. Y eso implica datos, objetivos, responsables claramente identificados y una cultura de rendición de cuentas. Todo lo demás son declaraciones amables sin consecuencias.

El día en que la foto del aula y la del consejo empiecen a parecerse, habremos dado un paso decisivo. No solo hacia la igualdad, sino hacia empresas más inteligentes, más sostenibles y mejor dirigidas. Ese día llegará antes si asumimos, desde hoy, que la formación es la llave, pero que el verdadero cambio exige decisión, valentía y un rediseño profundo de lo que todavía mantiene las puertas entornadas.

Mercedes Hernández, VP del Observatorio de Diversidad y Tendencias de EJE&CON y Beatriz Becerra, Vocal del Observatorio de Diversidad y Tendencias de EJE&CON.

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