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La pandemia ha impacto de forma imprevisible e incierta en nuestras vidas y en nuestras organizaciones. El cambio ha sido rápido, pasando de un mundo sólido y predecible, a un mundo líquido, recordemos la expresión de Zygmunt Bauman que nos viene a decir, que las estructuras sociales ya no perduran en el tiempo para hacerse solidas. Un ejemplo de ello es el cambio impulsado por la Covid-19, en la innovación tecnología, en los procesos, y también, en nuestra forma de relacionarnos.

En estos últimos meses, la mayoría de empresarios y directivos se han centrado más en la supervivencia de las amenazas del día a día, que en la estrategia de la organización. Las preguntas que nos hacemos cada día son: ¿Cómo podemos afrontar y formular una estrategia ante esta incertidumbre? ¿Cómo planificar la estrategia cuando la situación cambia tan rápida e inesperadamente?

En marzo llego la pandemia y estuvimos unos meses en estado de alarma, confinados en casa, esperábamos un repunte en septiembre-octubre, pero se ha adelantado y apareció en julio y ha ido creciendo de forma acelerada en agosto y lo que llevamos de septiembre. La incertidumbre, está inherente en cada uno de nosotros, no tenemos un conocimiento claro y seguro sobre cómo evolucionará la enfermedad (Covid-19), ni cuándo podremos disponer de una vacuna, ni cómo se va a distribuir.

Como vemos aún tenemos muchos interrogantes por resolver. Incluso los expertos en Salud Pública y los investigadores, no se atreven a predecir los acontecimientos. Vivimos en una sensación constante de falta de predictibilidad, y avanzamos esperando lo inesperado. Es cierto, que una vez han sucedido los hechos es fácil explicar, pero muy pocos supieron ver venir la pandemia. Ahora hay urgencia por acumular cuanta más información mejor, aunque nunca hay suficiente para entender la situación y el contexto tan complejo que estamos viviendo. Es difícil comparar lo que está pasando en la actualidad con otras épocas (la gripe del 18) y predecir el impacto y las implicaciones que va a tener.

La situación es de gran complejidad porque incluye diferentes variables y factores que afectan unos a otros. La relación causa-efecto no es clara, igual que no lo es la forma en la que diferentes factores interactúan entre sí. Sin embargo, no debemos confundir lo complejo con lo complicado. Lo complicado puede tener muchas más variables, pero esas variables se pueden resolver con fórmulas estadísticas y algoritmos.  La situación de la pandemia está generando graves problemas a todos los niveles, en unos días empieza el curso escolar y la campaña de la vacuna de la gripe y seguimos preguntándonos. ¿Qué pasará en las escuelas?,¿Qué pasará con las personas más vulnerables cuando llegue el invierno? ¿Y qué pasará con los enfermos de otras patologías que llevan meses esperando una prueba o una visita médica?

Cada vez son más las preguntas sin respuesta.  Se manifiesta una falta de claridad y una dificultad importante para entender exactamente como solucionar esta situación.

Los políticos, los empresarios y los directivos tienen acceso a toda la   información, aunque en muchas ocasiones es contradictoria, lo que ha dado   lugar a entender y tener conclusiones poco claras.  Además, la situación cada vez es más compleja e impredecible, a veces tratamos de simplificar la complejidad, o de fragmentar la realidad incierta y ambigua, y en ocasiones incluso evitamos posicionarnos. Esta situación nos está llevando al límite, ya que las personas por naturaleza deseamos lo estable y lo seguro.

No quiero dar un mensaje negativo, ni pesimista, al contrario, creo que ahora más que nunca, es necesario trabajar estratégicamente para abordar los nuevos retos, esta situación no tiene por qué paralizarnos, ni paralizar las organizaciones. Es hora de analizar qué está pasando y hacia dónde queremos ir y pensar en diferentes alternativas de futuro. El sentido común nos dice que, cuanto más nos alejemos en el tiempo, más aumentará la incertidumbre y el desconocimiento sobre lo que nos podemos encontrar, y más difícil es hacer predicciones que nos ayuden a decidir. No es lo mismo entender cómo será la vida de nuestras organizaciones dentro de unos meses que dentro de unos años. Ese es el espacio temporal donde los acontecimientos no son predecibles, pero tampoco podemos afirmar que vayan a ser completamente desconocidos.

El problema con el que nos encontramos es la manera con la que los políticos, empresarios y directivos tienden a responder a cada una de las preguntas, ya que los patrones y estructuras mentales siguen siendo los mismos, y estos no sirven para avanzar hacia el futuro. Durante años hemos evolucionado en un entorno en el que creíamos que todo era predecible. Sin embargo, para superar los retos, necesitamos trabajar en un cambio de mentalidad, donde nos debemos focalizar en lo que es posible que pase sin saber si terminará pasando o no.

Una de las preguntas que nos hacemos muchos de nosotros es ¿Cómo podemos innovar y transformar las organizaciones en un momento tan inestable, incierto y complejo?

No hace mucho leí en el World Economic Forum que, aunque es cierto que estamos viviendo una época de cambio acelerado, no es ni la primera vez, ni representa lo que ha sucedido anteriormente en nuestra historia. Pero sí que reconoce que el cambio es una realidad y que la velocidad del cambio puede tener consecuencias negativas como miedo, parálisis o no tomar decisiones. La realidad es que no disponemos de  métricas objetivas para medir, la incertidumbre, la complejidad, ni la ambigüedad en una situación como esta. Por ello, es importante, pensar a medio plazo, salir del día a día y dedicar más tiempo a repensar la estrategia de nuestras organizaciones y tomar las mejores decisiones para impulsar la organización hacia el futuro.

Hoy en día, con la cantidad de datos que utilizamos, con el aumento de la inteligencia artificial y los niveles de conectividad (más de 4 mil millones de personas están usando Internet), podemos entender por qué el término "disrupción" se ha convertido en el favorito entre los empresarios y los directivos. Estamos en la era de la información, internet ha cambiado nuestra forma de trabajar, de pensar y de colaborar.

Esta pandemia, nos ha traído cambios importantes a nivel económico, ambiental y social y ha generado una situación difícil que tendremos que afrontar. Ahora más que nunca, tenemos que ayudar a las personas, confiar en los equipos y ser más responsables. Tenemos que identificar nuevas tendencias que nos ayuden a definir un cambio de modelo de negocio y repensar nuevas estrategias.  Uno de los principales retos que tienen los directivos es definir el propósito de su organización, para trabajar y gestionar los valores que más tarde trasladarán a la cultura a nivel interno y externo.

Nuestro discurso tiene que cambiar, tenemos que hablar más de corresponsabilidad, de conciliación, de gestión de residuos, de movilidad, de preservar el medio ambiente y de trabajar por el bien común. Solo así, podremos garantizar la sostenibilidad económica, ambiental y social, y podremos dejar atrás esta pandemia que tanto daño nos está haciendo.

Quiero acabar este escrito con un poema de la escritora Kitty O’Meara:

 

“Y la gente se quedó en casa. Y leyó libros y escuchó. Y descansó y se ejercitó. E hizo arte y jugó.

Y aprendió nuevas formas de ser. Y se detuvo. Y escuchó más profundamente. Alguno meditaba.

Alguno rezaba. Alguno bailaba. Alguno se encontró con su propia sombra. Y la gente empezó a pensar de forma diferente”.

 

 

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