A continuación, planteo otra humilde reflexión de esta serie en Diario Responsable sobre los requisitos para ser de verdad un líder del Siglo XXI. Y, a mi modo de ver, el cuidado que ha de ponerse en todo lo relacionado con su equipo, con toda su plantilla, es fundamental. Y no solo desde el punto de vista del salario, también de las condiciones laborales. Tanto como lo expuesto en otros artículos anteriores, donde me referí a la conciliación e igualdad, la integridad, el respeto, la educación, la delegación, la innovación y la lealtad y el compromiso.
Pareciera como si, por arte de magia, esta Sociedad líquida hubiera confundido progreso con velocidad y, en la búsqueda de atajos para alcanzar fines espurios, nos hubiéramos perdido el respeto a nosotros mismos y, en consecuencia, olvidado de cumplir nuestros compromisos, una exigencia que siempre va unida a la responsabilidad.
Hay que repudiar a esos dirigentes que siempre se creen en permanente posesión de la verdad, cobran sueldos indecentes, solo se miran al ombligo y padecen ceguera periférica, olvidando y despreciando lo que ocurre alrededor; y a aquellos directivos que, por fatuos e incompetentes, hacen sonrojar a sus colaboradores, a los que habitualmente engañan tanto como perjudican a la empresa o institución para la que trabajan. Y, también, como nos avisa el Prof. Meana, hay que rechazar para siempre a las empresas que transubstancian mal.
Las buenas empresas transubstancian bien, crean buena cultura: los vicios individuales se convierten en bienes colectivos, el propósito en acción, la debilidad en fuerza, las palabras en hechos y no en retórica.
En la deseable "paideia" del dirigente moderno, deberían reunirse la cultura, la educación, la tradición, los valores, aspectos todos que son parte de un concepto más general y profundo que también sirve para las empresas e instituciones: el desarrollo integral de la persona con el adobo de un actuar ético, solidario y cabal.