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No basta con el mero cumplimiento de las leyes. Hay que contribuir a liderar un cambio cultural en el que se implique a toda la organización, velando para que la desigualdad no se instale en su seno.

Aquí sigo explicando a través de Diario Responsable mi concepto de lo que es, o debe ser, un líder del Siglo XXI. Naturalmente, las dos palabras que dan título a este post, están forzosamente relacionadas con ello. Nada mejor para demostrar la importancia del capital humano en una organización que tratar sin distinción a hombres y mujeres y eso incluye favorecer la conciliación. Querido lector, me permito recordarte mis anteriores contribuciones acerca de las características que han de acompañar a un dirigente si de verdad quiere ser ético: la integridadel respetola educaciónla delegación y la innovación.

El talón de Aquiles de la economía y de la propia empresa o de cualquier organización moderna es la desigualdad. Probablemente siempre lo fue, aunque no lo supiéramos; o sabiéndolo no le dimos importancia, ocupados como estábamos en asegurar nuestros privilegios, sobre todo los varones.

Es necesario que aprendamos a democratizar el conocimiento en el seno de las organizaciones: los dirigentes tienen tendencia a monopolizarlo creyendo que, al retenerlo, se hacen más importantes, incluso más jefes. Aceptar, primero, y promover después el respeto a la diversidad y a la igualdad de género es todavía una asignatura pendiente en muchas organizaciones.

Hegel decía que "toda nueva tecnología es una nueva filosofía", y por eso es tan importante formar en las nuevas tecnologías -y en lo que representan- a toda la organización, hombres y mujeres, aplicando al trabajo sus ventajas y sus inmensas posibilidades creativas.

En pleno siglo XXI, buena parte de los saberes -el llamado conocimiento explícito- ya está, vía Red, al alcance de todos. Estamos en la Era digital. Debemos extender, compartir y democratizar el conocimiento implícito, aquel que no cabe en una página web; el saber de la organización, los principios, los valores y, sobre todo, la llamada -y casi olvidada- cultura de empresa.

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