Más de 4,8 millones de personas se han visto obligadas a abandonar Siria tras cinco años de Guerra civil. Muchas de estas personas han cruzado las fronteras refugiándose en el Líbano, un país con 4.400.000 habitantes, de los cuales el 30% son ahora refugiados. Este número tan elevado provoca un efecto devastador para las infraestructuras y servicios sociales del Líbano, pues resultan insuficientes.
Uno de los problemas más graves a los que se enfrentan es la falta de agua potable. La población bebe el agua no potable destinada para lavar y cocinar. Además, las madres la mezclan con la leche en polvo que reciben como parte de la ayuda humanitaria para la alimentación de los niños. Estos hechos provocan un aumento de enfermedades, donde los más afectados son los más pequeños.
450.000 refugiados viven en el Valle de la Beka´a, un tercio del total de los refugiados asentados en Líbano. Dos de estos asentamientos son los campos de refugiados de Al-Farah y Ale Askar en los que hay más de 140 familias en condiciones de pobreza.
Las estructuras de las viviendas son muy precarias, lo que hace que los alojamientos sean muy calientes en verano y muy fríos en invierno. No tienen ni luz ni agua corriente de forma generalizada y la privacidad que las familias pueden llegar a tener es mínima. La electricidad proviene de unas líneas de cableado general al que algunas familias se conectan de forma rudimentaria y a menudo peligrosa.
La Fundación Mapfre ha informado de que garantizará la realización del proyecto con independencia de la cantidad que se logre recaudar, es decir, aportará al proyecto la cantidad que se necesite para poder llevarlo a cabo, y garantiza a los donantes que el 100 por ciento de las cantidades aportadas se destinará a los beneficiarios.
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