Este Panamá, regalo de una alumna a quien dirigí su proyecto fin de grado, me recuerda el esfuerzo de tantos graduados que dedican su tiempo a servirnos cafés, acercarnos una americana al probador, vendernos la entrada del cine o llamarnos a cualquier hora del día para recordarnos las ventajas de una tarjeta de crédito. Ante todos ellos me quito el sombrero por saber sobrevivir en esta hoguera de las ilusiones.