La sostenibilidad era un accesorio, algo que costaba esfuerzo y dinero y cuya interacción con el corazón de la organización era, como mucho, escasa. Ahora, retos de primer orden como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la desigualdad o el agotamiento de recursos requieren una transformación estructural que solo se logra con decisiones valientes que impliquen al modelo de negocio. Lo sé por experiencia, porque nosotros estamos realizando una apuesta integral que pone la sostenibilidad en el centro de la estrategia, con un ejercicio previo de cuestionamiento, de plantearnos nuestras estructuras, abrirnos a nuevas formas de colaborar e incorporar esta visión en todos los niveles.
La sostenibilidad ya no es una tendencia ni un complemento, se ha convertido en una dimensión clave del liderazgo moderno. La cuestión implica una transformación de 360 grados en la economía y en la sociedad: ¿cómo queremos que evolucione nuestra forma de vivir, producir y convivir? No se trata solo de reducir impactos, sino de redefinir el propósito de las organizaciones. En un mundo en el que los desafíos sociales, ambientales y económicos se entrelazan, las decisiones empresariales adquieren un nuevo peso. Hoy, más que nunca, liderar significa asumir la responsabilidad de la manera en que se produce y se alcanzan los resultados.
Integrar la sostenibilidad como un eje estratégico no implica tener todas las respuestas, significa estar dispuesto a hacerse nuevas preguntas. ¿Qué impacto genera nuestra actividad, más allá de la rentabilidad? ¿Qué rol queremos asumir en la transición energética, en la innovación social, en la justicia intergeneracional?
A menudo, asociamos innovar con avanzar tecnológicamente. Pero en sostenibilidad, innovar también significa cambiar la manera en que pensamos. Significa diseñar soluciones, no solo más eficientes, sino más justas. Apostar por la economía circular, por modelos regenerativos, por energías limpias o por fórmulas de gobernanza más abiertas no es solo una respuesta técnica: es una postura ética. Significa aceptar que no es viable seguir creciendo a costa del entorno o de las personas. Que el progreso real es el que se distribuye y se sostiene en el tiempo.
Uno de los grandes aprendizajes en este camino es que no se puede avanzar solo. Las empresas que entienden esto no compiten sin un ecosistema que les ayude a sumar fuerzas. Las alianzas con universidades, startups, centros tecnológicos, ONGs o instituciones públicas son esenciales para desbloquear soluciones. La inteligencia colectiva, la diversidad de miradas y la colaboración intersectorial se transforman en activos estratégicos. Porque los desafíos de hoy son demasiado complejos como para resolverlos desde una sola perspectiva.
La narrativa es otro punto clave. No basta con hacer las cosas bien, hay que saber contarlas, dejando a un lado el tecnicismo y apostando por la empatía. Las personas no conectan con porcentajes o con hojas de ruta, sino con historias y con ejemplos concretos que muestran cómo una decisión puede mejorar la vida de una comunidad, regenerar un ecosistema o abrir nuevas oportunidades. Eso no significa maquillar la realidad, al contrario, significa comunicar con honestidad, compartir los avances y también reconocer los desafíos. La credibilidad se construye con hechos, pero también con la capacidad de reconocer que no todo está resuelto y que nos encontramos envueltos en una transición en la que hay contradicciones, tensiones y pasos hacia atrás, pero también una voluntad firme de seguir avanzando.
El futuro exige un liderazgo distinto. Un liderazgo que combine visión con humildad y que esté dispuesto a construir a largo plazo, aunque los resultados no sean inmediatos. Esta nueva concepción de líderes debe saber renunciar a fórmulas del pasado para abrir espacio a soluciones nuevas y guiarse por la convicción de que la sostenibilidad no es una moda ni una obligación, sino una enorme oportunidad de hacer las cosas mejor.
En un mundo que cambia a gran velocidad, donde las personas reclaman coherencia y propósito, la sostenibilidad se presenta como un terreno fértil para impulsar cambios reales. Las empresas que lo comprendan a tiempo no solo estarán mejor preparadas para afrontar los desafíos, sino que también podrán inspirar a otros. Porque el liderazgo verdadero no se impone: se ejerce. Y cuando se ejerce con sentido, deja huella. No se trata de esperar a que las condiciones sean perfectas. Se trata de actuar con lo que tenemos, desde donde estamos, con una mirada amplia y una voluntad firme.
La sostenibilidad no es un destino al que llegaremos algún día. Es el camino que decidimos recorrer hoy.
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