La prensa ha publicado recientemente que se observa un 2% de incremento de los ingresos en la unidad familiar como consecuencia de los ERTES. Vista la actualidad desde otro ángulo, el 54% de las empresas creen que los presupuestos generales del Estado (PGE) aprobados el 21 de diciembre empeorarán la maltrecha economía, un 25% de la mejorarán "ligeramente" y un 18% los consideran neutros (Barómetro de Empresas de Deloitte).
Finalmente, el estudio Global Risk 2020 del World Economic Forum revela que 85 millones de puestos de trabajo serán desplazados por los robots frente a los 97 millones de nuevos empleos relacionados con la economía digital, pero avisa de que el 40% de las competencias básicas habrán cambiado en los próximos cinco años.
De modo que podríamos decir que:
En España tenemos unos 19 millones de personas empleadas, según Statista, y sabemos además que los trabajadores españoles son los terceros menos cualificados de la UE, solo por detrás de Grecia e Italia, de acuerdo con los datos de Cedefop.
Con todos estos inputs no podemos vislumbrar un próximo futuro prometedor: todo apunta a que un enorme colectivo habrá de enfrentarse a situaciones frustrantes y muy difíciles de superar. ¿Qué podemos hacer como sociedad responsable para enderezar el rumbo?
Pueden buscarse diversas alternativas, una de las cuales es dar más protagonismo al sector industrial para compensar el pinchazo en Comercio y Turismo. En este sentido, Mariya Gabriel señala en el informe de Bruselas sobre la industria 5.0 el poder de la industria para lograr objetivos sociales más allá del empleo y el crecimiento, para convertirse en un proveedor resiliente de prosperidad, haciendo que la producción respete los límites de nuestro planeta y colocando el bienestar del trabajador de la industria en el centro del proceso de producción.
Todo eso se puede conseguir si se pone el foco en respetar al planeta, diseñando por ejemplo procesos circulares.
La economía circular está, pues, en un momento óptimo para desarrollarse y tomar carta de naturaleza. No es la mejor de las soluciones porque no deja de ser un planteamiento antropocéntrico, pero puede ayudar en gran medida a que nuestra sociedad vaya abandonando la idea de derroche que desafortunadamente - y con las consabidas excepciones - se da en los ámbitos de comercio y turismo para ir sustituyéndola por otra más organizada, sistémica y respetuosa con los recursos. Y en este enfoque la industria lleva delantera desde la primera mitad del siglo pasado, cuando comenzó a hablar de normas ISO.
Parece, pues, que la industria 5.0 podría echar un cable a nuestra depauperada economía y ofrecer así más posibilidades de trabajo a tantas y tantas personas que tienen ante sí un porvenir desolador. ¿Equilibrar la ocupación entre los tres sectores (industria - comercio - turismo) debería ser nuestro próximo reto en esta sociedad cada vez más consciente y responsable?