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El Global Hunger Index 2025, publicado en español por Ayuda en Acción, alerta de que el planeta se aleja del objetivo de “Hambre Cero” para 2030. El informe, elaborado por Welthungerhilfe, Concern Worldwide y el Instituto de Derecho Internacional de la Paz (IFHV), denuncia el impacto combinado de los conflictos, la crisis climática y la falta de acción política en el estancamiento del progreso global.
El mundo retrocede en la lucha contra el hambre

El nuevo Índice Global del Hambre (GHI) 2025 advierte que la meta de erradicar el hambre en el mundo para 2030 está cada vez más lejos. Según el informe, difundido en español por Ayuda en Acción y elaborado por las organizaciones Welthungerhilfe, Concern Worldwide y el Instituto de Derecho Internacional de la Paz y de los Conflictos Armados (IFHV) —todas ellas miembros de Alliance2015—, los avances en la reducción del hambre se han estancado en los últimos años.

Con una puntuación global de 18,3 sobre 100, apenas inferior a la registrada en 2016 (19,0), el estudio muestra que millones de personas siguen padeciendo inseguridad alimentaria. Los autores atribuyen este estancamiento a la combinación de conflictos armados, crisis climáticas, fragilidad económica y una acción política insuficiente.

Los conflictos, principal causa del hambre

De acuerdo con el informe, las guerras continúan siendo el principal motor de la expansión del hambre en el mundo. Solo en el último año, la violencia armada ha originado 20 crisis alimentarias, afectando a casi 140 millones de personas. La inseguridad alimentaria más severa —situaciones de hambruna— se ha concentrado en Gaza y Sudán, donde el número de personas afectadas se duplicó entre 2023 y 2024, superando los dos millones.

El estudio alerta de que, al ritmo actual, el mundo no alcanzará un nivel “bajo” de hambre (menos de 9,9 puntos según el GHI) antes del año 2137, más de un siglo después del plazo establecido por los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En al menos 56 países, el hambre se mantendrá en niveles altos o moderados en las próximas décadas.

Desde 2016, la situación ha empeorado en 27 países, y en siete de ellos —Burundi, República Democrática del Congo, Haití, Madagascar, Somalia, Sudán del Sur y Yemen— la crisis alimentaria se considera alarmante, con puntuaciones superiores a los 50 puntos. En regiones en conflicto, como Sudán, Gaza o Corea del Norte, la falta de datos fiables impide conocer la magnitud real del problema, aunque las evidencias apuntan a un deterioro sostenido.

No obstante, el informe también destaca ejemplos positivos. Mozambique, Ruanda y Togo han logrado avances significativos gracias a políticas sostenidas y específicas. Sin embargo, estos progresos son frágiles y podrían revertirse si no se mantienen los esfuerzos y la cooperación internacional.

La brecha de financiación agrava la crisis

Según Ayuda en Acción, el recorte de la financiación humanitaria, unido al aumento del gasto militar, está profundizando las desigualdades y dejando a millones de personas sin acceso a ayuda básica. La organización insiste en que solo una acción política coordinada, con liderazgo y rendición de cuentas, puede revertir esta tendencia y acercar al mundo al objetivo de erradicar el hambre.

Asimismo, la ONG subraya la necesidad de combinar la ayuda inmediata con estrategias a largo plazo que fortalezcan la resiliencia de las comunidades, garanticen el acceso a la educación y la salud, y ofrezcan a la infancia y la juventud oportunidades reales para un futuro digno.

Cinco prioridades para transformar el sistema alimentario

El Global Hunger Index 2025 propone una hoja de ruta con cinco ejes prioritarios para avanzar hacia el objetivo de Hambre Cero:

  1. Liderazgo político y transformación sostenible. Los gobiernos deben comprometerse con la creación de sistemas alimentarios inclusivos, resilientes y sostenibles.
  2. Agricultura sostenible y resiliente al clima. Es clave invertir en una agricultura adaptada al cambio climático, basada en tecnologías apropiadas, conocimientos locales y respeto a los derechos sobre la tierra y el agua.
  3. Financiación adecuada y estable. Asegurar recursos humanitarios, de desarrollo y climáticos suficientes, junto con inversión pública y privada.
  4. Buena gobernanza y responsabilidad institucional. Establecer mecanismos de rendición de cuentas y dotar de recursos a las autoridades locales para aplicar soluciones adaptadas a cada territorio.
  5. Romper el vínculo entre conflicto y hambre. Prevenir y mitigar los efectos de la guerra sobre los sistemas alimentarios y garantizar el cumplimiento del derecho internacional.

El informe concluye con un mensaje claro: el hambre no es inevitable, sino consecuencia directa de decisiones políticas y económicas. Para revertir la tendencia actual, el mundo necesita cooperación, liderazgo y una voluntad real de transformar el sistema alimentario global.

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