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La COVID-19 ha cambiado ya la mayoría de los aspectos de nuestra vida cotidiana y podría cambiar también el capitalismo tal como lo conocemos. Las empresas de todo el mundo están reajustando sus planes de negocio para que prosperen en la próxima normalidad, dándoles una nueva oportunidad de lanzar estrategias que equilibren un buen negocio con un buen propósito. Expertos miembros de la consultora McKinesey, afirman que es posible transformar los sistemas económicos hacia unos más justos y sostenibles.

A comienzos del mes de octubre del corriente año, cuatro expertos miembros de la consultora McKinesey, se unieron al Financial Times para participar de la Cumbre Global de Dinero Moral, un evento virtual de dos días que convocó a líderes de los mundos de los negocios, la academia y la política, para explorar cómo las organizaciones más inteligentes podrían aprovechar la nueva normalidad para pensar trasformaciones positivas.

Liz Hilton Segel, gerente de McKinesey para América del Norte, sostuvo que consturir una economía más inclusiva debería estar entre las prioridades.  La experta define una economía inclusiva como aquella que crea trabajos resistentes y de mayor salario para los trabajadores; asegura que se satisfagan las necesidades de salud mental y ofrece oportunidades a los menos favorecidos. En este sentido Segel explicó que las empresas desempeñan un papel clave en la creación de esos elementos. La adopción de la Inteligencia Artifical y la automatización se ha acelerado durante COVID-19, explicó Liz, y para asegurar que esta transformación no deje atrás a los trabajadores vulnerables, recomendó que las organizaciones identifiquen las habilidades de las que dependen sus modelos de recuperación, y que luego desarrollen y escalen programas para cerrar las brechas de habilidades entre los empleados.

Asimismo, respecto a la salud mental, recomendó que las empresas practiquen la empatía con los empleados e inviertan en capacitación que dote a los líderes de habilidades para apoyar a los colegas que puedan estar sufriendo. Por último, para combatir la desigualdad sistémica en el lugar de trabajo y fuera de él, Liz señaló que las empresas pueden centrarse en garantizar que tengan una representación adecuada de los diversos talentos en sus conductos; permitir la igualdad de oportunidades mediante la equidad y la transparencia; y promover la apertura y hacer frente a las microagresiones entre sus propias filas.

Por su parte, el presidente y director del McKinsey Global Institute, James Manyika, abordó las tendencias económicas y tecnológicas mundiales. James explicó que la COVID-19 ha acelerado enormemente varias tendencias en torno al futuro del trabajo. En este sentido, el especialista remarcó la importante recordar que sólo alrededor de un tercio de los trabajos se pueden hacer a distancia. Por lo tanto, muchos trabajadores son vulnerables y pueden experimentar permisos temporales, despidos permanentes o reducciones de horas y salarios. Al mismo tiempo, las empresas están acelerando sus estrategias de digitalización y la adopción de la automatización y la inteligencia artificial. Los trabajadores afectados deben contar con el apoyo de las empresas que los emplean, las industrias a las que prestan servicios y las sociedades en las que viven.

James también profundizó acerca de cómo el contrato social que la gente experimenta como trabajadores y consumidores ha cambiado. Mientras que el siglo XXI ha visto la creación de un enorme número de puestos de trabajo, los salarios no se han mantenido. Los bienes de consumo se han vuelto más baratos, pero las necesidades como la vivienda, la salud y la educación se han vuelto más costosas. La mayoría de la gente, dijo James, no puede ahorrar dinero. Así que mientras que el contrato social de hoy ha sido genial para algunos, ha llevado a resultados desafiantes para la mayoría. Es probable que estas tendencias continúen afirmó James. Asimismo, añadió que la innovación tecnológica, la digitalización y la globalización están abriendo oportunidades para que las empresas tengan mucho éxito. Sin embargo, las empresas también deben recordar que pueden estar obteniendo beneficios extraordinarios en un momento de extraordinaria desigualdad y de crecientes preocupaciones en torno a la raza, la diversidad y el cambio climático. 

Marco Piccito, referente de la consultora en Italia, analizó la importancia de la financiación sostenible. Piccito asesora a las principales instituciones financieras e industriales europeas en una amplia gama de cuestiones de gestión de riesgos, estrategia empresarial y transformación. En la cumbre, Piccito explicó que los productos financieros sostenibles y con criterios ESG han sido muy resistentes durante la crisis de la COVID-19 tanto desde el punto de vista del flujo de caja como del rendimiento. Por ejemplo, mientras que el patrimonio no ESG cayó en un 50 por ciento o más en medio de la crisis, el patrimonio ESG sólo cayó en un 12 por ciento. Esto podría deberse a varios factores, dijo, incluyendo el comportamiento único de los inversores sostenibles o la resistencia de los sectores que la inversión sostenible favorece. cUna de las ideas que Marco compartió tuvo que ver con los consumidores, que han dicho que están mucho más a favor que nunca, tal vez hasta en un 25 por ciento, de comprar a empresas que o bien venden productos sostenibles, tienen un propósito declarado o un conjunto de valores.

Finalmente, Dickon Pinner, responsable de sostenibilidad de la consultora a nivel global, abordó la discusión sobre el papel que los negocios pueden jugar en la búsqueda de soluciones al cambio climático. Según Dickon, una esfera en la que el cambio climático ha surgido como una clara prioridad empresarial es la de los mercados de capitales, donde la mayor transparencia para los inversores en torno a la conciencia de los riesgos y las oportunidades ha dado la vuelta a la ecuación riesgo/recompensa; lo que antes se consideraba tal vez como inversiones seguras, los combustibles fósiles, por ejemplo, se consideran ahora a menudo como apuestas arriesgadas, y lo que antes se consideraba arriesgado como la tecnología sostenible, en muchos casos ahora es más seguro.

Dickon también explicó lo importante que es que las empresas obtengan una transparencia radical en torno a la forma en que sus propios negocios están configurando el cambio climático. Sin eso, dijo, es probable que los líderes estén sobreexpuestos al riesgo.  El posicionamiento acerca de que "el riesgo climático es igual al riesgo de inversión, lo que supone una amenaza existencial para el sistema financiero" está bastante claro ya, dijo Dickon. Pero todavía hay una enorme cantidad de trabajo para las empresas y los gobiernos, agregó, si queremos hacer progresos mensurables.

No todas son malas noticias cuando se trata de pensar la nueva normalidad que nos ha dejado la pandemia. La economía también podría transformarse hacia ser una más justa,sostenible y respetuosa con el medioambiente y las personas. 

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