Cuando hablamos de buen gobierno corporativo, además de las normas y regulaciones legales, hablamos del gobierno de la ética, tal vez porque no es suficiente el mero cumplimiento legal para que una empresa se gestione buscando hacer siempre lo correcto.
La ética es una rama de la filosofía moral que se ocupa de reflexionar sobre los comportamientos y la forja del carácter “moral”. Hablamos de ética porque somos seres libres con capacidad de elegir, de tomar decisiones, por eso, la ética se ocupa del “deber ser”, de los deberes y no de los derechos.
La ética empresarial baja a la realidad de cada organización, y se centra en la toma de decisiones correcta en la empresa, sin perder de vista que una empresa es la suma de sus personas, y cada una de ellas, obra de manera independiente y toma sus propias decisiones. Esto de la toma de decisiones conforme a la ética es un tema delicado, y nada fácil, sobre el que hay muchos libros escritos.
Es por esta razón que muchas empresas que cuentan con numerosas medidas y herramientas para su gobierno ético sorprenden con escándalos de corrupción, de soborno, de comportamiento fraudulento, y violación de los derechos humanos.
Y es que para poder hablar del gobierno de la ética en la empresa hace falta mucho más que un buen Código ético, una definición y exposición de los valores, y un canal de denuncia, … Son varios los elementos necesarios para el arraigo de una cultura organizacional ética, entre ellos, el liderazgo ético, la definición de los valores éticos de la organización y un programa formal.
Muchas empresas tienen toda la lista de herramientas pero sin embargo, fallan porque el comportamiento ético no está arraigado en la cultura empresarial. De nuevo, la cultura se come a la estrategia para desayunar. La estrategia ética fracasa porque, aunque esté escrito en el Código ético que hay que regirse por un comportamiento honesto y transparente, si un jefe miente a los clientes sobre el plazo de entrega de un producto, de manera habitual, los empleados entienden que es más importante en la práctica ese comportamiento que la ética, por más que figure en el Código. De la misma forma que si se premia a los empleados por resultados económicos a corto plazo, la prioridad será llegar a esos objetivos a cualquier coste, aunque haya que hacer algún “sacrificio ético”.
La ética triunfa en la cultura de la organización, en el día a día, por eso tiene que salir de los documentos para llegar a las personas.
Al final la ética tiene que ver con lo que hacemos e invitamos a hacer, no con lo que decimos, ni escribimos en documentos, o pósters en la pared.
Podemos decir que la ética se escribe recto, pero con renglones torcidos, son muchos los dilemas a los que hay que enfrentarse, y si no existe una base muy sólida es fácil torcerse.
Muchas empresas con ejemplares programas éticos: código ético, canal de denuncias y discursos éticos de sus líderes, acaban demostrando la fragilidad de estos sistemas. Este fue el caso de Enron, que contaba con un fantástico Código ético, y que protagonizó unos de los escándalos financieros más graves de la historia, y de tantas otras empresas como Goldman Sachs. Es famosa la carta publicada en 2012 en The New York Times por Greg Smith, uno de los directivos de Goldman Sachs explicando los motivos por los que deja la compañía. Smith habla de la bancarrota moral de la compañía, de la pérdida de valores éticos y del fracaso de la cultura organizacional de la que un día estuvo orgulloso. El ejecutivo, con una carrera de más de diez años en el banco, reitera que el trabajo en equipo, la humildad, la integridad y la vocación de servicio al cliente siempre han sido los pilares del negocio de Goldman Sachs, pero que eso ya es parte del pasado.
Tal vez el fracaso de la ética en la cultura organizacional también esté detrás del actual caso de Johnson & Johnson y sus polvos de talco, caso aún por resolver. Aunque en el pasado, James Burke, CEO de la Compañía en 1982 actuó de forma correcta ante el escándalo del Tylenol. Un fármaco del laboratorio que causó varias muertes y muchos envenenamientos. James Burke actuó de forma transparente, dió la cara y asumió la responsabilidad de la compañía ante la crisis. Retiró los lotes de producto y promovió una exhaustiva investigación. Se comportó conforme al Credo ético de la compañía.
El actual CEO desde 2012, Alex Gorsky, inauguró su cargo al frente de la compañía con un discurso ante los accionistas, en el que recitaba el Credo de Johnson & Johnson, enfatizando su importancia. Pero como afirmó uno de los asistentes y accionistas al finalizar el encuentro, “lo decisivo no es lo que Gorsky diga sobre el Credo, sino lo que Gorsky haga”. Y es que a veces, no basta con tener un brillante Credo, sino una sólida conciencia. como nos recuerda Saint Exupery en el Principito, “la conciencia es una cosa demasiado olvidada”.
Ana López de San Román
@anamasanro