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Hoy,20 de noviembre, en el Día Mundial de las Infancias, el mundo nos recuerda algo esencial: cada niño y cada niña merece crecer en un planeta que respire, que cuide y que abrace la vida. Proteger sus derechos empieza también por sanar la tierra que pisarán mañana.
Infancias y planeta, un compromiso urgente

Hoy se celebra el Día Mundial de las Infancias, una fecha que conmemora la Declaración Universal de los Derechos del Niño (1959) y la Convención de 1989, el tratado internacional más ratificado del mundo. En ellos se consagran derechos fundamentales: a la vida, a la salud, a la educación, al juego, a crecer libres de violencia y a que su voz sea escuchada. Pero en 2025 sabemos algo más: todos esos derechos dependen también del estado del planeta.

La emergencia climática está reconfigurando la manera en que entendemos la protección de la infancia. Ningún niño o niña es responsable de la degradación ambiental, pero serán quienes vivan con mayor intensidad sus consecuencias: aire contaminado, olas de calor, inundaciones, pérdida de espacios verdes, inseguridad alimentaria. Según recuerda Naciones Unidas, garantizar sus derechos hoy supone garantizar también un entorno sano y habitable.

Hablar de infancia sin hablar del planeta ya no es posible. ¿Cómo asegurar el derecho a la salud si la contaminación afecta incluso a los bebés? ¿Cómo defender el derecho al juego cuando los espacios naturales desaparecen? ¿Cómo ofrecer un futuro digno si ese futuro es cada vez más incierto?

El Día Mundial de las Infancias nos convoca, como sociedad, a asumir un rol activo: familias, escuelas, instituciones, gobiernos, empresas y medios. Todas las personas tenemos una responsabilidad compartida en proteger aquello que las próximas generaciones heredarán. No se trata solo de sostenibilidad; se trata de justicia intergeneracional.

Cuidar el planeta es, en última instancia, cuidar a quienes dependen de nosotros para vivir, aprender y soñar. Hoy, mientras celebramos a las infancias, hagamos también una promesa colectiva: dejarles un mundo donde todos sus derechos puedan florecer. Porque no hay mayor legado que un futuro vivo.

Educar para un futuro posible: el poder transformador de las nuevas generaciones

En este Día Mundial de las Infancias, no podemos olvidar que la educación es una de las herramientas más poderosas para construir un futuro sostenible. Enseñar a niños y niñas a cuidar el planeta no es solo transmitir conocimientos: es sembrar valores, empatía y responsabilidad hacia el mundo que habitan y que heredarán.

La Convención sobre los Derechos del Niño reconoce el derecho a una educación que prepare a la infancia para vivir de forma plena y respetuosa. En tiempos de crisis climática, eso implica integrar la conciencia ambiental en la vida cotidiana. No hace falta esperar a la adolescencia ni usar grandes discursos; basta con acompañar con el ejemplo.

Algunas claves para fomentar el cuidado del planeta desde la infancia:

  • Explorar la naturaleza juntos: salir al parque, al río o simplemente al jardín permite que descubran desde pequeños la belleza del entorno y desarrollen un vínculo emocional con él.
  • Hablar del clima con palabras sencillas: explicar lo que ocurre sin generar miedo, ayudando a comprender que sus acciones importan.
  • Involucrarlos en pequeñas decisiones verdes: reciclar, ahorrar agua, apagar luces, elegir menos plásticos o cuidar plantas en casa.
  • Fomentar la creatividad y la reparación: reutilizar materiales, dar nueva vida a objetos y enseñar que no todo es “usar y tirar”.
  • Escuchar sus ideas: muchas veces son ellos quienes traen propuestas frescas, valientes y sorprendentes para cuidar el planeta.
  • Predicar con el ejemplo: los niños aprenden observando. Si ven que las personas adultas actúan con responsabilidad ambiental, ellos también lo integran.

Educar para cuidar el planeta es educar para la vida. Es mostrarles que sus manos pueden proteger lo que es frágil, que su voz puede inspirar cambios y que su futuro no está escrito, pero sí puede ser más justo y sostenible. En un día como hoy, reafirmemos ese compromiso: acompañar a las nuevas generaciones no solo en su crecimiento, sino también en su capacidad de transformar el mundo. Porque cuando cuidamos la infancia, cuidamos el mañana.

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