Los bosques tropicales, auténticos pulmones del planeta y pilares de la seguridad alimentaria mundial, están desapareciendo a un ritmo alarmante por efecto de la actividad humana. Ante esta situación, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) lanzó esta semana un llamado urgente para triplicar las inversiones destinadas a su conservación.
“Los bosques no son solo sumideros de carbono ni refugios para la biodiversidad: constituyen la infraestructura natural de nuestros sistemas globales de alimentación, agua y economía”, señaló Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA, durante la presentación de dos nuevos informes sobre el estado de la financiación forestal.
Según Andersen, no invertir en la protección de los bosques tropicales equivale a ignorar su verdadero valor, especialmente en los países que enfrentan el dilema entre el desarrollo económico y la conservación ambiental.
El primer informe, titulado Bosques en alto riesgo, beneficios de alto valor, evalúa los co-beneficios de proteger 391 millones de hectáreas de bosques tropicales amenazados, una extensión similar a la de la Unión Europea. Según el documento, estos ecosistemas contribuyen de manera decisiva a regular el ciclo del agua, garantizar la seguridad alimentaria y energética, y reforzar la resiliencia frente a desastres naturales.
Los bosques tropicales sustentan a polinizadores esenciales —como abejas y aves— que aseguran la producción agrícola necesaria para alimentar a unos diez millones de personas cada año. Además, su conservación puede evitar hasta 81.000 millones de dólares anuales en pérdidas económicas asociadas a catástrofes naturales.
El informe también pone de relieve la importancia de equilibrar la conservación ambiental con el desarrollo justo y sostenible, teniendo siempre en cuenta los derechos y medios de vida de las comunidades locales.
El segundo informe, El estado de la financiación forestal: Triplicar las inversiones para 2030, revela la magnitud del déficit económico que impide avanzar hacia una gestión sostenible de los bosques, a pesar de los compromisos adquiridos en marcos internacionales como el Acuerdo de París o el Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal.
Según el PNUMA, los gobiernos deberían aumentar su gasto anual de 84.000 millones de dólares a 300.000 millones para 2030, y alcanzar los 498.000 millones para 2050, lo que supondría entre tres y seis veces más de la inversión actual.
La agencia advierte, además, que gran parte de los fondos públicos están siendo mal canalizados. Las subvenciones agrícolas dañinas para el medio ambiente superan los 400.000 millones de dólares al año y son responsables de la pérdida de unas 2,2 millones de hectáreas de bosque cada doce meses —una superficie más de 30 veces mayor que la ciudad de Nairobi, sede del PNUMA—.
Por ello, el organismo insiste en que la única vía para frenar la deforestación pasa por reorientar los incentivos económicos y fiscales hacia actividades sostenibles y alinear las políticas de desarrollo con los objetivos climáticos y de seguridad alimentaria. El mensaje del PNUMA es claro: sin bosques no hay agua, ni alimentos, ni clima estable. Y protegerlos requiere una acción financiera decidida, coordinada y urgente.