Europa vivió en 2024 un año marcado por extremos climáticos sin precedentes. Según el último informe publicado por el Servicio de Cambio Climático de Copernicus en colaboración con la Organización Meteorológica Mundial (OMM), el continente registró el año más cálido del que se tenga constancia, con impactos generalizados que subrayan la urgencia de intensificar la acción climática y las estrategias de adaptación.
“El informe pone de manifiesto que Europa es el continente que más rápido se calienta”, señaló Florence Rabier, directora general del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas, quien alertó de que cada incremento, por pequeño que sea, en la temperatura media “acentúa los riesgos para nuestras vidas, para las economías y para el planeta”.
El calor extremo se hizo sentir especialmente en las regiones central, oriental y sudoriental de Europa, donde se rompieron numerosos récords de temperatura. Un 60% del territorio europeo experimentó más días de lo habitual con “fuerte estrés térmico”, una condición que impacta en la salud humana, la productividad laboral y los ecosistemas.
Pero el calor no vino solo. Las lluvias torrenciales y tormentas severas desencadenaron las peores inundaciones desde 2013, dejando al menos 335 personas fallecidas y afectando directamente a más de 400.000. Casi un tercio de los ríos europeos superaron el umbral de alerta por crecida, según detalla Copernicus.
En paralelo, los incendios forestales intensificaron su impacto. En septiembre, un incendio en Portugal arrasó 110.000 hectáreas en apenas una semana —una cuarta parte del total anual de superficie quemada en Europa—. Se estima que unas 42.000 personas se vieron directamente afectadas por estos siniestros, cada vez más frecuentes y difíciles de controlar debido a las altas temperaturas y la sequía acumulada.
Uno de los datos más preocupantes del informe es la pérdida de masa glaciar. Los glaciares de Escandinavia y Svalbard sufrieron en 2024 la mayor pérdida de hielo registrada hasta la fecha. A esto se suma el hecho de que la superficie europea con menos de tres meses de heladas alcanzó máximos históricos, mientras que el número de días con “estrés por frío” fue el más bajo jamás medido.
Estos cambios no solo afectan al equilibrio climático, sino también a las reservas hídricas, a la biodiversidad de alta montaña y al modo de vida de muchas comunidades locales. A pesar del sombrío panorama, hay señales de que las ciudades europeas comienzan a tomar medidas. Más de la mitad ya cuenta con planes de adaptación climática específicos, según Rabier. Sin embargo, los expertos coinciden en que estas acciones deben acelerarse y reforzarse para hacer frente a lo que parece ser una nueva normalidad climática.
“El valor de la información científica es clave para apoyar una toma de decisiones más eficaz”, subraya el informe. En un continente donde el cambio climático avanza más rápido que en otras regiones del mundo, la planificación, la inversión en infraestructuras resilientes y la educación ambiental se presentan como pilares fundamentales.