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El Banco Mundial, las Naciones Unidas (ONU) y Greenpeace coindicen en que el impacto del cambio climático no solo tiene la capacidad de aumentar la pobreza y las migraciones, también, inevitablemente, la desigualdad de género. Tres consecuencias que se retroalimentan entre sí con graves repercusiones a corto y largo plazo.
El cambio climático aumenta la desigualdad y la feminización de la pobreza

El cambio climático impacta de manera directa en la desigualdad de género. El Banco Mundial, las Naciones Unidas (ONU) y Greenpeace insisten en que, ante los desafíos que supone la incidencia de la emergencia climática en la desigualdad de género es fundamental que las respuestas socioeconómicas y medidas políticas se apliquen con un sentido de urgencia y con un enfoque multidimensional que prioricen a las mujeres. Sin embargo, las tres instituciones denuncian que las estrategias de mitigación y adaptación al clima, tal y como están diseñadas hoy, podrían retrasar la consecución de la igualdad de género entre 15 y 20 años, según un análisis del Boston Consulting Group (BCG).

Pero no nos encontramos frente a una problemática nueva, más bien todo lo contrario. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), las diferencias en vulnerabilidad y exposición surgen de factores no climáticos y de desigualdades preexistentes. Las personas que están marginadas social, económica, cultural, política o institucionalmente son especialmente vulnerables al cambio climático y también a algunas respuestas de adaptación y mitigación. Según los expertos, globalmente, las mujeres se enfrentan a barreras persistentes; dependen más de los recursos naturales pero tienen menos acceso a ellos, asumen una responsabilidad desproporcionada como encargadas de asegurar el suministro de comida, agua y combustible para el hogar y tienen menos bienes financieros y tecnológicos.

Además de la feminización de la pobreza y el aumento de la desigualdad, la degradación medioambiental impacta de manera directa en las migraciones. Según un artículo de Harvard Business Review, los efectos del cambio climático y desastres naturales podrían disminuir hasta un 30% la producción agrícola en los próximos años, amenazando el sustento de 500 millones de pequeños agricultores. Esto tiene como consecuencia la migración anual de alrededor de 21.5 millones de personas, el 80% son mujeres. Esto puede tener consecuencias devastadoras para la seguridad alimentaria. Según el informe Cambio climático 2022: Impactos, adaptación y vulnerabilidad publicado en febrero de 2022, por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), estima que 183 millones de personas más estarían desnutridas en los países de bajos ingresos para 2050.

Por su parte, la FAO, la carga de trabajo de las mujeres dentro y fuera del hogar puede aumentar. Cada vez más, por las alteraciones climáticas, se está produciendo una escasez de recursos como el agua y los combustibles que requiere que las mujeres recorran más distancias, empleando más tiempo, pero con menos rendimiento y mayor inseguridad alimentaria. Dentro del hogar, esto también puede suponer una sobrecarga de tareas domésticas y de cuidados no remunerados, especialmente si son sus parejas las que migran a las zonas urbanas. 

Otra arista de la problemática de la desigualdad es que las mujeres trabajan la tierra, pero no son las dueñas de la misma. En América Latina, según los datos del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), casi 60 millones de mujeres viven en el campo pero solamente el 30% de ellas son dueñas de tierras agrícolas, apenas el 10% tiene acceso a crédito y solo un 5% a programas de asistencia técnica. Los datos de FAO confirman esta desigualdad: aunque las mujeres producen el 50% de los alimentos, y en muchos países en desarrollo hasta el 60-80%, obtienen entre un 20 y un 30 por ciento menos de beneficios que los hombres agricultores. A esto hay que sumar los efectos de los fenómenos meteorológicos adversos como las sequías o inundaciones, que también afectan a los ingresos de las agricultoras y a su subsistencia.

Pero esta situación podría revertirse. Según varias investigaciones, si las mujeres que trabajan la tierra tuvieran el mismo acceso que los hombres a recursos, como formación, tecnologías y financiación, los rendimientos podrían aumentar del 20 % al 30 % y la producción agrícola total del 2,5 % al 4 %, lo que supondría la salida de la pobreza de entre 100 y 150 millones de personas. Según la OCDE, sólo el 5 por ciento de la ayuda de la cooperación para el desarrollo dirigida al sector agrícola va destinada específicamente a la igualdad de género.

Consciente de esta realidad, la Fundación Microfinanzas BBVA (FMBBVA) tiene como una de sus prioridades asegurar que las mujeres no se queden atrás y que tengan las mismas oportunidades económicas que los hombres. Ellas representan un 57% (1,6 millones) del total de emprendedores que atiende la Fundación en 5 países de América Latina. El 34% de las mujeres que viven en entornos rurales se dedican a la agricultura y viven en situaciones de mayor vulnerabilidad económica frente a los hombres, poniéndolas en desventaja respecto al cambio climático. Es por ello que la FMBBVA ha desarrollado productos y servicios enfocados a la sostenibilidad para acercar las finanzas verdes a los segmentos más vulnerables, también con un enfoque de género. Esta propuesta de valor se divide en cinco ámbitos: agua y saneamiento, eficiencia energética, infraestructuras sostenibles, reciclaje y sostenibilidad agropecuaria. Una apuesta por el medioambiente que va más allá de productos financieros, y que cuenta con asesoramiento especializado para mitigar los impactos del cambio climático.

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