Si hay algo que me sulfura y que me provoca desconcierto y malestar es constatar como, desde hace ya bastante tiempo, se ha consolidado el uso del calificativo radical para referirse a las personas que llevan a cabo actuaciones violentas. Tertulianos, informadores, articulistas y editorialistas hablan alegremente de los radicales cuando los protagonistas de la información son, lisa y llanamente, violentos. Además, y muy a menudo, radical pasa a ser un adjetivo que acompaña a sustantivos tales como los jóvenes o el nacionalismo, (o a los aficionados al fútbol) contaminándoles de tal modo que los acaban coloreando de manera indeleble, y quizá no siempre de manera inocente.
Creo que deberíamos preguntarnos si nuestras elites tienen el coraje de decir la verdad. No en el sentido de no mentir (cosa que, por cierto, en algunos casos sería de agradecer); sino en el sentido de una veracidad honesta y coherente con las propias convicciones.