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Nos vamos a gastar 181 euros de media en las rebajas de invierno este año. Las rebajas tapan huecos. A veces tapan huecos que teníamos en el armario: ese vestido que necesitabas para la boda de tu hermano y que te ha salido un poco más barato que si lo compraras en abril. O tapan los huecos en tu cocina: el precio rebajado te permite sustituir esa lavadora que funcionaba una de cada tres veces que lo intentabas.
Tapando huecos con las compras de rebajas

También las rebajas tapan huecos más macro: si compras en comercios locales, tus compras pueden permitir que el negocio no cierre o que una familia tenga medios para tener una vida digna. Si además compras en zonas afectadas por desastres como Valencia seguro tapamos los huecos económicos y sociales que abrió el agua.

Pero también las rebajas tapan otros huecos, más emocionales e invisibles. En las rebajas somos más dados a comprar de forma impulsiva. Los estímulos y el diseño de la tienda facilitan la impulsividad: se estima que al menos el 62% de las compras en tienda física responden a una compra impulsiva. Comprar online no nos da mucho más auto-control: el 40% de lo que nos gastamos online responde a compras impulsivas.

Tendemos a comprar más impulsivamente cuando estamos de peor humor. Usamos las compras como una estrategia de gestión emocional; nos ayuda, creemos, a superar un mal día. Las compras nos dan una gratificación que nos hace sentir bien de forma momentánea. Lo malo es que nos podemos hacer adictos. Compraremos entonces cosas que no necesitamos y que usaremos entre poco y nada, solo por conseguir ese chute emocional. Y nuestros “chutes” tienen un impacto social y ambiental muy alto.

En algunas personas, la compra impulsiva puede tornarse compulsiva. La compra compulsiva es un desorden psicológico, normalmente asociado a trastornos de ansiedad, personalidad borderline y el abuso de otras sustancias. Este hueco ya sería algo patológico que debe ser tratado.

En algún momento, nos convencimos de que tener más, nos haría más felices: nos daría estatus, nos haría sentirnos exitosos y nos daría una fuente constante de emociones positivas. Pero no es así.

Los trabajos de Kasser, un investigador que ha dedicado su vida a estudiar la relación entre materialismo y felicidad, evidencian que el materialismo tiene un coste personal muy alto: los que más ponen su corazón y buscan la posesión de bienes materiales, son quienes tienen más ansiedad y depresión, menos autoestima y menos capacidad para tener relaciones de intimidad con otros.

Sus trabajos y los de otros investigadores demuestran que es al revés: los que tratan de vivir con menos tienen más y mejor felicidad. Mientras los otros dan alto en hedonia o placer, estos dan alto en eudaimonia, la forma de felicidad que viene de dar sentido a la vida, tener un propósito vital y buenas relaciones con los otros. Las personas con más auto-control sobre sus compras reportan una satisfacción más alta de las necesidades fundamentales de competencia, autonomía y relación y por eso son más felices.

Pensemos, pues, qué huecos estamos tapando con nuestras compras. Seamos más reflexivos con cuánto y en qué nos gastamos el dinero y en qué medida las compras nos hacen felices individual y colectivamente. Impulsar una cultura del enough pasa por ser conscientes de los huecos que abre nuestra forma de compra, también en rebajas.

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