“Esta es una generación de cristal”, los jóvenes hemos escuchado esta expresión para referirse a los millennials o la generación Z, un término acuñado en 2021 por la filósofa Montserrat Nebrera para referirse a la “fragilidad emocional” de la juventud actual. Resulta cuanto menos curioso como se acuña un término como tal para referirse a los jóvenes tras una pandemia mundial que ha durado dos años y que para muchos de nosotros llegó en un momento vital de nuestro desarrollo, un momento de creciente autonomía y de exploración. Las consecuencias emocionales han sido enormes para la juventud, es cierto, pero solo acorde a un contexto de creciente incertidumbre.
Este término no se limita a este aspecto, sino que se ha generalizado para referirse a una supuesta falta de resiliencia de la juventud, a una generación que “se ofende con facilidad” y que no cuenta con una “cultura del esfuerzo”. "Sin embargo, todas estas afirmaciones son bastante antiguas, en concreto de hace al menos dos milenios, cuando Aristóteles afirmaba que “Los jóvenes de hoy han perdido el respeto a los mayores, no saben lo que es la educación y carecen de toda moral.”, o Platón señalaba lo siguiente sobre la juventud: “ Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo.”. Tanto entonces como ahora, estas críticas injustificadas a la juventud se deben a la ignorancia e incomprensión entre generaciones y sus realidades, que se acrecentan debido a la preocupante ausencia de diálogo intergeneracional
Entonces, ¿cuál es la realidad de los jóvenes hoy? Pues bien, las nuevas generaciones nos hemos desarrollado en un entorno internacional inestable y cambiante, muchos hemos vivido la crisis de 2008 en nuestra niñez, y hemos crecido con la pandemia y con la guerra de Ucrania, todo bajo el paraguas de una profunda crisis climática que pone en riesgo nuestro futuro. Además, a ello se suman las constantes revoluciones tecnológicas, que transforman nuestra forma de aprender, relacionarnos y vivir.
Somos generaciones ambiciosas, valientes y resilientes, que nos adaptamos al cambio constante y que luchamos por una sociedad que respete la diversidad, que fomente la inclusión y en la que vivir dignamente no sea un privilegio, sin dejar a nadie atrás. Sí, somos una sociedad que promueve la vulnerabilidad, pero en el sentido más atrevido de la palabra, hacemos de nuestro dolor la bandera de nuestro empoderamiento individual y colectivo. Y sí, tenemos poca tolerancia, en concreto, tenemos tolerancia cero a la violencia de género, a la discriminación, al racismo y la xenofonia.
Nuestro compromiso con la justicia social, la igualdad y la sostenibilidad nos sitúa como actores clave en la construcción tanto del futuro como del presente. Es fundamental comprender que esto no solo implica entender a la juventud, sino también reconocer los retos a los que nos enfrentamos y la urgencia de establecer diálogos intergeneracionales para construir sociedades más justas.
Artículos relacionados:
- Democracia: renovarse, o morir. Elsa Arnaiz Chico
- ¿Qué es una fotografía? Artistas que transforman realidades. Kike Labián Camino
-¿Complejos o simplistas?. Alejandro Rodríguez Bolaños
-La quimera de la meritocracia. Pablo Fabra Ibáñez
-La Sanidad Pública: el abrazo blanco que los jóvenes perdemos. Mariola Valderraín Navarro
-Cuando la democracia ya no se vota. Mireia Orra De Salsas
-En defensa de la inversión activista. David Llonch Santos
